Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE esta semana el nuevo artículo es La grandeza de la mezquita de Córdoba con Abd al-Rahman II, seguimos con la segunda parte de esta gran mezquita para esta semana sabremos más sobre su grandeza, que nos va contar mucho. Con esto terminaremos de momento, haber que os parece, yo creo que ha estado bastante interesante.
La grandeza de la mezquita de Córdoba con Abd al-Rahman II
La primera gran ampliación de la Mezquita de Córdoba, de manos de Abd al-Rahman II, refleja una influencia clara del arte abbasí y consolidó a la mezquita como uno de los edificios religiosos más importantes del Islam.
Las crónicas históricas indican que, a inicios del siglo IX, la mezquita de Córdoba, fundada por Abd al-Rahman, era insuficiente para las necesidades de la población cordobesa y que, por esa razón, los habitantes faltaban a la oración comunitaria de los viernes. Por ello, Abd al-Rahman II decidió iniciar una ampliación del edificio en el año 832/833, que sería finalizada por su hijo, Muhammad I.
Entre la fundación de la primera mezquita en Córdoba y las famosas ampliaciones de al-Hakem II y Almanzor, que destruyeron parcialmente alguno de sus tramos, las obras de Abd al- Rahman II en el edificio suelen quedar en un segundo plano para el público que visita la mezquita de Córdoba. No obstante, esta ampliación fue una obra esplendorosa, tal y como cantaron los poetas del momento: «Cuanto allí hay parece que lo hicieran/ sus constructores de oro y plata;/ no tiene igual en toda Mesopotamia/ ni nada similar construyeron los sirios;/ nada igual se construyó desde que existieron/ los genios de Salomón, eso es todo».
La comparación de Abd al-Rahman II con Salomón, monarca prestigioso por excelencia, rey sabio, constructor y protector de las artes, evidentemente pretendía adular al emir, pero no estaba exenta de fundamento. Abd al-Rahman II fue uno de los soberanos de mayor trascendencia en el devenir cultural, no solo de al-Ándalus sino de toda la península ibérica.
Durante los años de su gobierno se desarrollaron extraordinariamente las artes, la cultura, la música... pero también la estética e higiene personal o la gastronomía. Se introdujeron nuevos alimentos, que en la actualidad son de consumo habitual, como los espárragos, y se estableció un nuevo y estricto orden en la presentación y consumo de los platos que hoy nos parece lógico, pero que supuso una innovación en el momento: las sopas primero, las carnes después, los dulces al final.
En gran medida, estas transformaciones fueron fruto de una tímida apertura del emirato hacia oriente. Los omeyas de al-Ándalus nunca olvidaron sus orígenes ni el trauma de su masacre a manos de los abbasíes, que se habían hecho con el poder de Oriente. Sin embargo, en época de Abd al-Rahman II la dinastía omeya estaba lo suficientemente asentada como para poder abrirse a las innovaciones de Bagdad sin renunciar a la exhibición de su identidad propia, ni a las reivindicaciones de su legitimidad.
Abd al-Rahman II había heredado un territorio extenso que terminó de pacificar y controlar, en parte, gracias a la construcción de imponentes alcazabas gubernamentales, como la de Mérida.
Centralizó el poder administrativo y fiscal y sofocó definitivamente los rescoldos de la oposición local al dominio omeya. También introdujo y afianzó una nueva escuela jurídica, la llamada malikí, que puso las bases para legitimar el gobierno de los futuros califas omeyas de al-Ándalus.
Innovaciones orientales en la mezquita-aljama de Córdoba
Desde esta posición de creciente poder político, económico y territorial, Abd al-Rahman II acogió en su corte a otro emigrado del califato abbasí, el músico y poeta Ziryab , que se convirtió en uno de los personajes más influyentes de una sociedad ávida de novedades.
No podemos olvidar que la arabización de los territorios andalusíes se consolidó definitivamente en este momento: musulmanes, judíos y cristianos hablaban árabe y conocían y compartían las tradiciones poéticas, musicales y culturales.
En este marco, Ziryab introdujo nuevos instrumentos musicales y nuevas formas en el canto, que dieron origen a creaciones propias de al-Ándalus. Revolucionó la moda, desde los trajes y las telas a los tocados, perfumes o peinados. Introdujo nuevos platos en la cocina, pero también nuevas formas de comer y el uso de nuevas vajillas, de cristal y cerámica. El protocolo palatino también cambió, incorporando algunas novedades del bagdadí, en el que el acceso al soberano era enormemente complejo y ritualizado.
Así pues, Abd al-Rahman II, desde su posición como emir independiente de una dinastía consolidada, fue capaz de conjugar una nueva apertura hacia las novedades de oriente con la reivindicación de la tradición omeya. Todo ello se vería reflejado en la ampliación de la mezquita de Córdoba para la que seguiría las directrices marcadas por Abd al-Rahman I, pero introduciendo sutiles variaciones que establecían un diálogo visual con las novedades arquitectónicas abbasíes.
Abd al-Rahman II amplió la mezquita de Córdoba en ocho tramos hacia el sur, manteniendo la nave central más ancha que las laterales. Para ello, tuvo que demoler el muro de la quibla de la primera mezquita, lo que hizo de forma parcial.
Para evitar problemas de estabilidad, una de las grandes amenazas a la mezquita de Córdoba a lo largo de toda su historia, dejó los fragmentos de muro donde apoyaban las arquerías de la primera fase. Estos fragmentos de muro, reducidos en anchura pero de gran profundidad, se transformaron así en una especie de pilares que soportaban la carga de las primeras arquerías y nos dan, hoy en día, una idea de cómo era el muro de cierre de la primera mezquita.
Reformas arquitectónicas de Abd al-Rahman II en la mezquita de Córdoba
Los nuevos tramos de la mezquita de Córdoba se realizaron siguiendo el modelo de arquerías dobles marcado por su bisabuelo, Abd al-Rahman I: arcos de herradura en la parte inferior y arcos de medio punto en la superior, alternando dovelas de ladrillo y piedra que les conferían la característica bicromía que aún hoy es el emblema visual de la mezquita.
También mantuvo la superposición de pilares y columnas en las arquerías, otra de las constantes del edificio a lo largo de todas sus ampliaciones. Además, junto a los capiteles romanos y visigodos reaprovechados, como sucedía en la fase anterior, se comenzaron a tallar capiteles ex profeso en los nuevos talleres escultóricos de la capital cordobesa, inspirados en los capiteles corintios romanos.
El uso de capiteles y columnas reaprovechados, así como la imitación de materiales clásicos, encajaba muy bien con los intereses de autoafirmación y con el mensaje de legitimidad de la dinastía omeya que tan bien supo promover Abd al-Rahman II.
Junto a estos elementos de continuidad , este califa introdujo novedades espaciales que señalan su apertura hacia las novedades orientales, donde se estaba implantando un nuevo modelo de mezquita, llamada de planta en T, por la forma de sus naves. Estas mezquitas poseían una nave central más ancha y una nave transversal que se cruzaba justo antes del mihrab, paralela al muro de quibla.
Este modelo en T era una creación abbasí y aparecía, por ejemplo, en la mezquita de Abu Dulaf en Samarra, casi coetánea de la ampliación de la mezquita de Córdoba (859-61). Su éxito fue enorme y se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo, implantándose también en el norte de África.
La mezquita de Kairuán (Túnez), fundada en 836, es decir pocos años después de que Abd al-Rahman II iniciase sus obras, se diseñó con una planta en T ya perfectamente definida. Tanto la nave central como la transversal eran más anchas y más altas que el resto y, además, se colocó una cúpula justo delante del mihrab, en la intersección de la T, para dignificar el espacio.
Incorporación del espacio en forma de T en la mezquita de Córdoba
La mezquita de Córdoba recibiría también estos modelos, pero los desarrollaría de forma más sutil.
En primer lugar, dignificó el tramo anterior al mihrab mediante la colocación de dos columnas de mármol blanco con acanaladuras, las únicas de este tipo que se encuentran en la mezquita de Córdoba, y su blancura y su fuste decorado contrastan profundamente con el resto, lisas y de colores grisáceos.
Estas remarcables columnas se coronaban con dos capiteles de nueva talla, de imitación romana y con unas proporciones diversas a los de las columnas adyacentes. Además, en el remate de las arquerías centrales en el muro de la quibla, enmarcando el espacio originalmente dedicado al mihrab y hoy perdido, se colocaron dos columnas iguales con un fuste rosáceo y capiteles de nueva talla.
Junto a estas dos columnas rosáceas, hacia el este y el oeste del muro de la quibla se colocaron otras dos columnas también iguales entre sí y con dos capiteles parejos de hojas lisas reaprovechados. De esta forma, mediante la decoración, los materiales y los colores de los elementos constructivos se creaba visualmente un sutil espacio en T frente al mihrab, más sugerido que construido.
Este espacio, además, se completó, en tiempos de Muhammad I, con una macsura de madera de tres puertas. La macsura era un recinto de madera que servía para delimitar el espacio reservado al califa o al emir y a su corte. Permitía, por una parte, distinguir el espacio privilegiado del poder así como garantizar su seguridad física, al separarlo del resto del pueblo. Por otra, establecía un interesante juego visual en el que el gobernador podía ser percibido entre las celosías, pero no completamente visto. Este juego de mostrar y esconder se desarrollaría especialmente dentro del protocolo oriental, que tendió a ocultar al califa de la vista del público.
La macsura de Muhammad ocuparía tres tramos de las naves de la sala de oración: un tramo de la nave central y dos en sus naves adyacentes. Esta extensión contribuiría a reforzar esa idea de T frente al mihrab sugerida por las columnas y capiteles de su antecesor, que ocupaban exactamente la misma extensión en el muro de la quibla.
El mihrab de la mezquita de Córdoba
Desgraciadamente, la zona del mihrab y del muro de quibla de Abd al-Rahman II plantean, todavía hoy, numerosos interrogantes a los especialistas. Su destrucción, con la ampliación de al-Hakem II y las transformaciones a las que fue sometida toda la zona tras la cristianización del edificio, hacen que sea imposible saber con exactitud cómo era todo este espacio.
No sabemos si, frente al mihrab y reforzando el juego de columnas y capiteles, se colocaría una cúpula, aunque no parece haber ningún resto estructural. Tampoco sabemos cómo era el mihrab originalmente, aunque sí parece claro que los escasos restos y noticias que han llegado hasta nosotros nos hablan de un espacio esplendoroso.
A comienzos del siglo XX, el arquitecto-restaurador de la mezquita de Córdoba, Félix Hernández, excavó el subsuelo de esta zona y encontró un gran contrafuerte en forma escalonada, en el que estaría alojado el mihrab de Abd al-Rahman II, pero desconocemos su forma o sus dimensiones precisas.
Claramente, sería un mihrab habitacional, es decir, un verdadero espacio practicable y no simplemente un nicho en la pared. El mismo poeta que elogió la construcción de la ampliación de Abd al-Rahman II indicó, en sus versos, que su mihrab era un espacio al que se acudía en peregrinación «cual si fuere la mezquita de La Meca» y que, como el santuario islámico por excelencia, los peregrinos giraban por el nuevo mihrab «cual bandadas de palomas que,/ bajando a un pozo, se posan en torno».
Esta metáfora de las palomas en torno a un brocal de pozo parece sugerir que el mihrab sería semicircular o quizá poligonal, como luego el de al-Hakem II. Este califa demostró la máxima admiración y respeto por la obra de Abd al Rahman II: mandó colocar las pequeñas columnas de este mihrab en su nueva ampliación, trasladó el minbar y la macsura de sus antepasados a la nueva ampliación y esperó hasta el último momento para derribar esta zona. No sería ilógico pensar que su mihrab, de alguna manera, reflejara la forma del antiguo.
Más allá del esplendor material de esta zona, dado por las columnas y capiteles, mármoles y preciosas maderas trabajadas, también albergaba elementos de gran valor espiritual. Sabemos, por las crónicas, que en la macsura se guardaba un espléndido Corán, que también fue trasladado en tiempos de al-Hakem II y que sería elemento de atracción de fieles y peregrinos.
La tradición identificaba este Corán como el de Utmán, califa ortodoxo que había realizado cuatro copias fidedignas del libro sagrado y que fue asesinado en el año 656 mientras lo leía. Esa copia personal, manchada de sangre, fue supuestamente transportada a al-Ándalus, exhibida como reliquia en la mezquita de Córdoba, utilizada para legitimar la dinastía omeya, como talismán y protector en las batallas y como objeto de atracción de peregrinos.
La nueva ampliación de la mezquita de Córdoba, sin duda, fue el espacio adecuado para alojar tan preciado objeto.
Abd al-Rahman II fue un emir clave en el afianzamiento del poder omeya en al-Ándalus, dotándolo de un nuevo aparato y suntuosidad. Atrajo sabios y juristas, desarrolló las artes y las ciencias y, por supuesto, como monarca afianzado de una creciente comunidad de fieles, patrocinó la construcción más prestigiosa imaginable: la ampliación de la mezquita-aljama de Córdoba.
En ella, fue capaz de conjugar la tradición de su herencia y su legado con las nuevas influencias artísticas, culturales y políticas que se estaban desarrollando en el califato oriental abbasí.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.
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