PARÍS 2024 | WATERPOLO (F)
Un equipo que jamás había acudido a unos Juegos ha sido en menos de 12 años capaz de ganarlo todo: campeonas del mundo, de Europa y ahora también olímpicas en una sola generación.
En Málaga, y con una derrota, se plantó la primera semilla. Fue en la final del Europeo de 2008, ante Rusia (8-9), y allí estaban ya Maica García, Pili Peña y Laura Ester. En el primer éxito de la Selección femenina de waterpolo. Que parecía un espejismo en pleno desierto. Vicenç Tarrés era el seleccionador. Meses después llegaría Joan Jané, avalado la década anterior por el oro olímpico masculino en Atlanta 1996, y los títulos Mundiales en Perth 1998 y Fukuoka 2001. Pero no duraría ni un año. La generación de oro brotaría y se regaría hasta florecer, aunque entonces ni lo imaginaban, en 2010. Con el fichaje de Miki Oca. Con el establecimiento de un nuevo bloque, que se ha ido reciclando como es lógico, durante casi tres lustros. Hasta alcanzar la cima. El título olímpico.
Otra vez como en Málaga, obviamente más despampanante pero sin acabar de creérselo del todo, España se plantó en una final en 2012. Ahí se les había unido ya Anni Espar. Pero esta vez, a lo grande. En sus primeros Juegos, los de Londres, a donde no había acudido antes, se colgó la plata ante un equipo que sería leyenda, la Estados Unidos ganadora de tres oros consecutivos. El muro psicológico que la Selección derribó en la fase de grupos de estos Juegos para escribir con paso firme su camino hacia lo más alto. Jennifer Pareja, Mati Ortiz, Marta Bach o Roser Tarragó formaron parte indispensable de esa primera (y enorme) piedra.


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