La Selección masculina emula el podio de las Guerreras con un incontestable triunfo ante Francia, que le lleva a su cuarta medalla mundial consecutiva, la octava con David Martín.
Si la Selección masculina no se ha llevado el oro en estos Mundiales, o cuando menos la plata, es porque en semifinales le salió todo a Italia y tuvieron los españoles una ineficacia inaudita. Sólo así se explica lo de este equipo estatal, que borda la excelencia y que cierra igual que la femenina con un merecidísimo bronce –el segundo consecutivo tras Fukuoka 2023 y la cuarta medalla mundial seguida tras la plata de Gwangju 2019 y el título de Budapest 2022– una cita de Doha en que anuló a la afilada Francia igual que hasta ese traspié con el ‘settebello’ había ido batiendo uno tras otro a nueve colosos del planeta hasta, sin ir más lejos, conquistar por primera vez el Europeo. Y para perfilarse como firme aspirante a un podio olímpico que se le resiste a esta majestuosa orquesta dirigida por David Martín.
Con un semblante serio, frío, hierático, como quien entra a la sala de espera del hospital comparecía la Selección en el Aspire Dome. Les pedía el seleccionador que lo dieran todo una hora más, que es el tiempo que dura un partido y lo que les quedaba para cerrar no sólo los Mundiales sino un ciclo de casi tres meses que comenzó con la preparación del mucho más glorioso Europeo. Y enchufó Martín a los jugadores, que entraron decididos a evitar los soberanos sustos que Francia les había dado en sus últimos enfrentamientos.
La mejor demostración de esas intenciones, a pesar de algunos desajustes propios de la tensión, se vio en el 4-1 que mandaba ya en el primer cuarto, con los tantos de Bernat Sanahuja, Alberto Munárriz, Miguel de Toro y Felipe Perrone, éste de penalti, tan valiosos como el catálogo de paradas y gritos de Unai Aguirre, y neutralizados por el palmeo de Emil Bjorch para estrenar un casillero galo que ampliaría Alexandre Bouet con un trallazo similar al que metía Pierre-Frederic Vanpeperstraete, después de que marcara Álvaro Granados en un nuevo penalti.
Alcanzó la media parte España en su mejor momento, tanto de juego como en un marcador que dominaba por cinco goles de ventaja, gracias a los goles de Martin Famera, Bernat Sanahuja y sobre todo de un Perrone que se desató con un doblete en el tramo final del segundo cuarto. Hacía lo que podía Francia, que sólo encontró a Duje Zivkovic. Un 9-4 más que esperanzador.
Asumió entonces el protagonismo otro crack mundial, Granados, quien en hasta dos ocasiones se plantó en un contragolpe solo ante Hugo Fontani para burlarle y superarlo. Y mientras, en la otra portería, Aguirre continuaba con su exhibición, que sólo los Vernoux, Thomas y Romain Marion, interrumpían.
Dieron un hilo de luz a Francia las dianas de Michael Bodegas, Romain Vernoux y Alexandre Bouet, pero un nuevo arreón de Granados y el posterior doblete de Sanahuja, a la postre MVP del encuentro, acabaron con cualquier atisbo de remontada, y evidenciaron una vez más el enorme nivel de una Selección que, salvo accidente como el de Italia, es capaz de todo. El 14-10 definitivo de Thomas Vernoux no fue más que maquillaje por parte del máximo realizador de unos Mundiales en que España, como no podía ser de otra manera, sube al podio.
Se saborea el bronce con cierta amargura, por la oportunidad perdida de conquistar los Mundiales, pero en realidad no hace sino engrandecer el palmarés de una generación fantástica, cada vez más cerca de aquella de oro que encandiló en los años 90 e inicios de los 2000. Se trata de la octava medalla en grandes campeonatos de esta Selección dirigida por el artífice de tanto éxito, David Martín, cuatro en Mundiales y otras tantas en Europeos, a la que se le resiste únicamente aquello por lo que desde mañana mismo trabajará: el podio olímpico. Quién sabe si el oro. París espera. De momento, no está mal haber comenzado por derrotar a Francia, la anfitriona.
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