Martes y como no toca una entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA vamos con dos nuevos artículos Mujer, escritora, científica y santa: así era Hildegarda de Bingen, la auténtica descubridora de la cerveza y el otro Historia de la Ñ: de cuando la Unión Europea quiso “atentar” contra la Ñ.
Que espero que os guste y ya sabéis nos vemos el próxima martes con dos artículos más en una nueva entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA.
Mujer, escritora, científica y santa: así era Hildegarda de Bingen, la auténtica descubridora de la cerveza
Además de llevar a cabo un sin fin de hitos radicalmente modernos como escribir por primera vez en la historia sobre el orgasmo femenino o crear el primer idioma artificial por encima del Esperanto, este icono de la Baja Edad Media fue capaz de clasificar el lúpulo, origen natural del popular elixir
“No oigo estas cosas ni con los oídos corporales ni con los pensamientos de mi corazón, ni percibo nada por el encuentro de mis cinco sentidos, sino en el alma, con los ojos exteriores abiertos, de tal manera que nunca he sufrido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despierta, tanto de día como de noche”. Hildegarda de Bingen amasó de forma prematura el bagaje simbólico de sus experiencias visionarias, fuente posterior de inspiración para la creación de la mayoría de sus obras y componente nutritivo de su propio conocimiento: “simultáneamente veo y oigo y sé, y casi en el mismo momento aprendo lo que sé”.
Esta mujer del renacimiento atrapada en las limitaciones históricas de la Baja Edad Media exploró tantísimos campos, realizó tal cantidad de hallazgos y se arriesgó de una manera tan virtuosa a la hora de llevarlos a cabo, que la indignación surge casi de manera inmediata cuando una se pregunta por qué su nombre, sus proezas y su naturaleza polímata -a la altura de figuras como Da Vinci, Goethe (especializado, además de en la poética belleza sincronizada de las palabras en áreas de Mineralogía, Física y Botánica), Averroes, Aristóteles, Descartes o Newton-, no han resonado con más fuerza en los libros de historia, biología o filosofía. No era hombre, claro. Tal vez ahí resida la explicación más lógica de tamaño silenciamiento.
Hildegarda nació en el municipio alemán de Bermersheim en el año 1098 y vivió hasta los 81 años, algo significativamente anómalo y longevo en aquella época. Fue la décima hija de un matrimonio de la nobleza local y sus padres Hildebert von Bermersheim y Mechtild decidieron consagrarla a Dios como “diezmo” recluyéndola en el monasterio de San Disibodo bajo la tutela de una monja llamada Jutta que le enseñaría latín básico y teología. Delicada y enfermiza, esta ilustre figura experimentó sus primeras visiones a los seis años y decidió compartir su secreto con su mentora, quien supo encontrar la forma de tranquilizarla ya que, según el biógrafo de la maestra, esta también vivía episodios similares.
La reputación de la santidad de Jutta y su alumna se extendió por la región y otros padres ingresaron a sus hijas en lo que se convirtió en un pequeño convento benedictino agregado al monasterio de Disibodenberg. Tras la muerte de su maestra en 1136, Hildegarda se puso al frente del grupo monacal femenino y dio comienzo a su pequeña gran revolución.
Entre las hazañas que construyen su apasionada y apasionante existencia cabe destacar algunas como el hecho de que fuera la primera sexóloga de la historia en verbalizar, describir y escribir la existencia del orgasmo femenino en su libro “Causa et Curae”; demostrara grandes conocimientos de botánica, medicina y fisiología humana: intuyó la circulación de la sangre siglos antes de que pudiese comprobarse; creara la “Lingua ignota”, considerada como la primera lengua artificial de la historia, por la que fue nombrada patrona de los esperantistas o compusiera más de 70 piezas musicales y numerosas obras literarias sobre teología dogmática, teología moral o antropología.
Hildegarda de Bingen
Hildegarda nació en el municipio alemán de Bermersheim en el año 1098 y vivió hasta los 81 años, algo significativamente anómalo y longevo en aquella época. Fue la décima hija de un matrimonio de la nobleza local y sus padres Hildebert von Bermersheim y Mechtild decidieron consagrarla a Dios como “diezmo” recluyéndola en el monasterio de San Disibodo bajo la tutela de una monja llamada Jutta que le enseñaría latín básico y teología. Delicada y enfermiza, esta ilustre figura experimentó sus primeras visiones a los seis años y decidió compartir su secreto con su mentora, quien supo encontrar la forma de tranquilizarla ya que, según el biógrafo de la maestra, esta también vivía episodios similares.
La reputación de la santidad de Jutta y su alumna se extendió por la región y otros padres ingresaron a sus hijas en lo que se convirtió en un pequeño convento benedictino agregado al monasterio de Disibodenberg. Tras la muerte de su maestra en 1136, Hildegarda se puso al frente del grupo monacal femenino y dio comienzo a su pequeña gran revolución.
Entre las hazañas que construyen su apasionada y apasionante existencia cabe destacar algunas como el hecho de que fuera la primera sexóloga de la historia en verbalizar, describir y escribir la existencia del orgasmo femenino en su libro “Causa et Curae”; demostrara grandes conocimientos de botánica, medicina y fisiología humana: intuyó la circulación de la sangre siglos antes de que pudiese comprobarse; creara la “Lingua ignota”, considerada como la primera lengua artificial de la historia, por la que fue nombrada patrona de los esperantistas o compusiera más de 70 piezas musicales y numerosas obras literarias sobre teología dogmática, teología moral o antropología.
Asimismo, resulta especialmente curioso resaltar también que gracias a su estudio sobre las bondades medicinales del lúpulo, la alemana llevo a cabo un gran descubrimiento que haría las delicias de todos los santos bebedores del mundo. Su curiosidad (recordemos que en tiempos de Hildegard era habitual el consumo de cerveza en lugar de agua, ya que al estar hervida, el líquido no estaba contaminado y no se transmitían tantas enfermedades, algo que sí sucedía por ejemplo si se bebía agua insalubre de los ríos o arroyos), le había permitido observar que el abuso de las bebidas dulces, muy frecuente entonces, potenciaba los problemas de visión e incluso podía llegar a producir ceguera.
Al agregar lúpulo, por su amargor y por su carácter aséptico, conseguía que la bebida no se consumiera con tanta ligereza y que se conservara en buen estado durante más tiempo. Y además, transformaba la experiencia de consumo en algo agradable ya que le otorgaba a la bebida unos aromas y sabores especiales.
Conocida como “La sibila del Rin”, la vida de esta armonizadora de la física, la anatomía y la fisiología, mujer pionera, ambiciosa, desafiante, adelantada y propiciadora de los remedios naturales, ha sido recientemente recogida en una interesante biografía novelada escrita por la autora Anne Lise Marstrand-Jørgensen, quien subrayaba en una entrevista el valor de pensar a esta mujer todavía desconocida para muchos, pero necesariamente reivindicada para muchas: “En la Edad Media cuesta creer que una mujer hablara de la integración del cuerpo, la mente y el alma. Toda esa filosofía de integración y el equilibrio entre la vida personal, profesional e incluso espiritual, y esa mirada hacia dentro, desde la que mirar el mundo, es para mí lo más importante, además de su música y sus visiones”.
Hildegarda murió el 17 de septiembre de 1179
Historia de la Ñ: de cuando la Unión Europea quiso “atentar” contra la Ñ
A diferencia de lo que se suele creer, el español no es el único idioma que usa la Ñ
Hubo un momento en los años 90 en el se corría un serio peligro de no haber podido escribir (ni leer) este artículo. La Comunidad Económica Europea, en un arrebato de arrogancia y desprecio cultural, estuvo a punto de conseguir que los fabricantes de ordenadores eliminasen nuestra querida Ñ del teclado.
Una tentativa que la mismísima RAE calificó de “atentado”. Al fin y al cabo, en torno a 500 millones de personas en el planeta tienen el español como primera lengua, sólo por detrás del chino mandarín (y desde luego más hablantes que el inglés, el francés o el alemán).
Gracias a la intervención de personajes de reconocido prestigio como Mario Vargas Llosa, Fernando Lázaro Carreter o Gabriel García Márquez, la iniciativa europea se acabó viendo frustrada.
De hecho, fue el escritor colombiano, Gabriel García Márquez, quién explicó: “Es escandaloso que la CE se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la eñe solo por razones de comodidad comercial” (...) “los autores de semejante abuso y tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arquitectónica, sino todo lo contrario, un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras letras sigue expresándose con dos”.
Y así es. Si bien el fonema es común a otras lenguas romances, la “n” con virgulilla es la solución elegante que encontraron los monjes castellanos para darle una representación gráfica a un sonido que en otros idiomas se siguió expresando con dígrafos, es decir, con dos letras para un sólo sonido. Pura picaresca española.
Finalmente, la solución definitiva al conflicto llegó en 1993 con un Real Decreto de artículo único que, basándose en el artículo 107 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (que contempla imponer excepciones a las normas por “excepción cultural”) consiguió blindar a la Ñ de este “atentado”.
“Todos los aparatos de funcionamiento mecánico, eléctrico o electrónico, que se utilicen para la escritura, grabación, impresión, retransmisión de información y transmisión de datos, y que se vendan en España, deberán incorporar la letra Ñ y los signos de apertura de interrogación y de exclamación” (Real Decreto 564/1993, de 16 de abril de 1993).
La 'ñ' podrá utilizarse en el dominio '.eu'
Origen de la Ñ
El fonema que representa la letra “ñ” es el sonido nasal palatal. Es decir, el sonido que se produce cuando el aire sale por la nariz y el dorso de la lengua se apoya contra el paladar.
Este es un sonido que no existía en el latín. Pero con la evolución del mismo surgieron las lenguas romances, que sí utilizaban este fonema; pero no había una grafía ni una norma concreta para dejarlo por escrito. Esto derivó en una situación caótica en la que cada cuál elegía de qué formas quería escribirlo. Era fre
cuente -incluso- encontrarse diferentes formas gramaticales para el mismo sonido en un mismo texto.
Los usos más aceptados era la n acompañada por otros signos, como la “I”, la “G” o la “Y”. Pero en el caso de la lengua de Castilla, la práctica más extendida era escribir la “n” geminada. Es decir, con una doble “ene”
Gramáticas de lenguas indígenas escritas por sacerdotes españoles
A medida que el Imperio Hispánico se expandió a lo largo del mundo, también dejó su poso en las lenguas indígenas que se encontraba. Muchas de estas lenguas utilizaban el fonema “eñe”, pero no tenían lenguaje escrito. Y cuando los sacerdotes españoles escribieron sus gramáticas, lo hicieron con la grafía que les era familiar.
Por este motivo, podemos encontrar cómo se utiliza la Ñ en lenguas y lugares tan remotos cómo en el guaraní de Paraguay, el bubi de Bioko (Guinea Ecuatorial), en el mapuche de Chile; en el otomí o en mixteco de México; en el tagalo de Filipinas, en el aimara de Bolivia, Perú, Chile (...) o en el chamorro de Guam.
TODA LA INFORMACIÓN LO HE
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LA RAZÓN
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