miércoles, 9 de febrero de 2022

LA RAZÓN Y LA CULTURA 18 (¿Por qué Alfonso X fue El Sabio? Y Estas son las 10 bibliotecas más bonitas de España)

 

Martes y como no toca una entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA vamos con dos nuevos artículos ¿Por qué Alfonso X fue El Sabio? y el otro Estas son las 10 bibliotecas más bonitas de España.


Que espero que os guste y ya sabéis nos vemos el próxima martes con dos artículos más en una nueva entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA.

 

 

¿Por qué Alfonso X fue El Sabio?

 

Su penoso final provocó que varios historiadores calificaran su largo reinado de «fracaso político», pero eso sería ignorar gran parte de un legado que llega hasta hoy

 

 Estatua de Alfonso X el Sabio en la Biblioteca Nacional, Madrid

 

Estatua de Alfonso X el Sabio en la Biblioteca Nacional, Madrid FOTO: Héctor Gómez Herrero Creative Commons

En vísperas de las múltiples celebraciones que se preparan en Murcia, Toledo y Sevilla –con las que tuvo especial vinculación– para conmemorar el octavo centenario del nacimiento de Alfonso X el Sabio, llega a nuestras librerías una nueva biografía del monarca: «Alfonso X, el primer gran rey» (La Esfera de los Libros), obra del historiador Adolfo de Mingo Lorente. Se trata de un título dividido en tres partes: las dos iniciales abordan la biografía del monarca y su actividad política y sus iniciativas artísticas, históricas, literarias y jurídicas. En la tercera, más novedosa, se recopila la muy abundante iconografía de Alfonso X, la fuente de inspiración que su vida, obra y entorno han brindado a la novela histórica de las últimas décadas y su «escasa fortuna» en los medios audiovisuales, que no han abordado su fantástica peripecia vital.

Adolfo de Mingo se sorprende ante «la ausencia de Alfonso X el Sabio, que tan solo por sus relaciones familiares habría merecido el más sabroso de los guiones (...) ¿Por qué episodios como la obsesión por el trono imperial, el ajusticiamiento de su hermano Fadrique o la maldición hacia su propio hijo y heredero han pasado desapercibidos a los guionistas?».

El autor no tiene respuesta para este y otros interrogantes similares al respecto, pero la clave quizá se halle en su cita de H. Salvador Martínez, reconocido estudioso del monarca, según el cual para conocer a Alfonso X deben tenerse presentes «no solo la abundante documentación de archivo y su riquísima correspondencia, casi totalmente ignorada, sino que, como en el caso de Dante, habría que rastrear su vida en su entera obra». Es decir: Alfonso X, tan nombrado, tan ensalzado y tan sabio, es difícil de aprehender y, quizá, nadie se ha atrevido a simplificarlo en un guion.

Se le atribuye al Rey Sabio una frase, seguramente apócrifa, que retrataría su personalidad: «Si hubiera estado junto a Dios en el momento de la Creación, el Mundo hubiera sido mejor»... Hoy diríamos que Alfonso X estaba encantado de haberse conocido, y motivos no le faltaban. Nació en Toledo el 23 de noviembre de 1221, hijo primogénito de Fernando III el Santo y de Beatriz de Suabia, nieto de la reina Berenguela y bisnieto de monarcas y emperadores de media Europa. Pasó su niñez en las tierras de sus ayos en Burgos y Galicia, donde aprendería el galaico-portugués en que están escritas las «Cantigas de Santa María». De su adolescencia nada conocemos: residió algunos años en Toledo, donde se formaría con lo más granado de la intelectualidad del reino y entre los que, probablemente, estuvo el obispo guerrero y políglota Rodrigo Jiménez de Rada, y acaso participó en la expedición castellana de Pérez de Castro contra los musulmanes de Jerez en 1231.

Ya mayor de edad, y como delegado de su padre, Alfonso participó en los acuerdos con el reino de Murcia que desembocaría en 1245 en su incorporación a Castilla. De esa época son, también, dos iniciativas desaconsejadas por su padre: una fue la intervención en la guerra civil portuguesa, perdida por su patrocinado, Sancho II, que se exiló en Toledo con decenas de incondicionales; tampoco le fue bien en el auxilio que envió a Balduino II de Constantinopla. Y en 1246, quizá, participó en el asedio y capitulación de Jaén. Por entonces, Alfonso gobernaba el reino de León, recién unificado con Castilla.

 

¡Una ciudad intacta!

Y con las tropas de León, a las que se unieron los portugueses exiliados y la flota reunida en el Norte con los barcos de Cantabria, reforzados por vascos y gallegos, el príncipe Alfonso apoyó a su padre en el asedio de Sevilla, que capituló el 23 de noviembre de 1248. Parece que Alfonso se ocupó de los detalles de la entrega de la ciudad y que la exigió intacta, amenazando con pasarla a cuchillo si se destruían mezquitas, palacios o fortalezas. Así ha llegado hasta nosotros el patrimonio musulmán sevillano. Alfonso se casó en 1249 con la infanta Violante de Aragón, hija de Jaime I, que tardó en tener descendencia y a punto estuvo de ser repudiada, aunque a partir de 1255 tuvo nada menos que diez. Cuando se casó ya tenía dos hijas y un hijo de tres de sus amantes, la más conocida fue doña Mayor Guillén de Guzmán, de la que debió estar muy enamorado porque, aunque era 16 años mayor que él, mantuvo su relación con ella hasta su muerte; de su unión nació Beatriz de Castilla, reina de Portugal.

En 1252 sucedió a su padre en el trono de Castilla, pero, para entonces, se habían terminado sus buenos tiempos militares. En los 30 años siguientes tuvo guerras y conflictos con más reveses que éxitos: contra el reino de Granada y contra las invasiones benimerines o abortando rebeliones nobiliarias y conjuras, como la de su hermano don Fadrique, al que ordenó ejecutar, y peleas con sus propios hijos por cuestiones hereditarias u otras diferencias. Pero todo ello no impidió que pusiera en marcha un gran proyecto político por el que ha sido considerado «un adelantado a su tiempo».

En el campo económico, su innovación fue la Mesta, quizá el gremio más importante de la Europa de su tiempo, que activó las producción textil y las exportaciones de lana, constituyendo una gran fuente recaudatoria y un impulso al comercio, activado, también, por la creación de ferias y la disminución de impuestos, bien compensados por los aranceles importadores y exportadores. Esfuerzo fundamental fue la unificación de fueros y leyes de cada región por un código aplicable a todo el reino, debiendo recordarse que la Reconquista lo ampliaba continuamente (Murcia, Jaén, Sevilla...). Así se elaboraron «El Espéculo de las Leyes», el «Fuero Real» y «Las Siete Partidas», que vieron la luz entre 1256 y 1265, debatiéndose entre los historiadores del Derecho cuál primaba y si, realmente, son de la misma época. La unificación le malquistó con la nobleza, que vio recortadas muchas prerrogativas

Otra fuente de sinsabores fue su acariciada pretensión al título de emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico por descender de Beatriz de Suabia, de la casa de Hohenstaufen, tras la muerte del último emperador, Guillermo de Holanda. Desde 1256 a 1275 gastó energías, amistades, dinero y tropas en esa ilusión, provocando hondo malestar en Castilla por los dispendios y el abandono de otros quehaceres y le creó problemas con monarcas europeos y hasta con el papa. Si aquel estéril y costoso pleito le dejó maltrecho, peor fue la confrontación con su hijo Sancho el Bravo, que disputaba la herencia del trono a sus sobrinos, hijos del fallecido heredero Fernando de la Cerda, apoyado aquél por el derecho consuetudinario castellano y estos por «Las Siete Partidas». La contienda familiar se agravó con la ruptura de su matrimonio con Violante de Aragón, alma de la gobernación del reino durante 33 años, mientras que él se separaba de la tierra contemplando el cielo y observando los astros, según decía el Padre Mariana refiriéndose a los trabajos de astronomía que impulsó.

 

Abandonado por su familia

Abandonado por gran parte de su familia y de la nobleza, se afincó en Sevilla, donde aún tenía apoyos, pero estaba minado por la edad, los desengaños y la soledad. En el ocaso de su vida es reseñable su testamento, en el que maldecía y desheredaba a su hijo: «Siendo así que el referido Sancho nos causó impíamente las graves injurias indicadas (...) sin temor alguno y olvidando de todo punto la reverencia paterna, lo maldecimos como digno de la maldición paterna, como reprobado por Dios y como digno de ser vituperado por todos los hombres (...) y lo desheredamos a él mismo como rebelde..., contumaz, ingrato y degenerado». Falleció en Sevilla el 4 de abril de 1284, y, pese a su disposición testamentaria y a sus maldiciones, Sancho el Bravo alcanzó el trono. El penoso final ha llevado a algunos historiadores a calificar su largo reinado de fracaso político pero, como escribe Carlos de Ayala, «eso sería ignorar que su proyecto político sería retomado por alguno de sus más brillantes sucesores, como Alfonso XI».

 

UNA OBRA CULTURAL IMPRESIONANTE

Alfonso el Sabio creía que el rey había sido designado por Dios para comunicar a sus súbditos la sabiduría, uno de los atributos del creador. Y en esa misión, que le ocupó toda su vida y requirió muchos colaboradores y caudales, existen cuatro campos básicos: la obra poética, la jurídica, la histórica y la científica. En la poética, aparte de sus aportaciones personales caracterizadas por su buen humor y, también, por la procacidad popular que utiliza, destacan sobre todo «Las Cantigas de Santa María», 427 poemas para ser cantados que narran prodigios debidos a la Virgen o los santos, ilustrados por la más rica colección de miniaturas góticas que existe y acompañados por sus partituras musicales, magnífica muestran de la música de la Península en el siglo XIII.
La jurídica ya se ha mencionado. La Histórica se contiene en dos grandes obras: «La Historia de España», primera redactada en romance, narra desde sus legendarios orígenes extraídos del Génesis, hasta el reinado de su padre. «La Grande e General Estoria» relata la historia humana desde la Creación hasta su dinastía, pero esta parte, la sexta, que iría desde el nacimiento de Cristo hasta el propio Alfonso X, ha desaparecido o nunca se redactó.
La científica versa sobre astrología, astronomía, magia, medicina y propiedades de plantas y minerales: el «Lapidario» (piedras y medicina), el «Picatrix» (magia) el «Libro del Saber de Astrología» que, aparte de los saberes y creencias de la época contiene un catálogo de instrumentos de observación y medición astronómicos. Pero lo más famoso, con difusión universal en la época, fueron las «Tablas Alfonsíes» (posición del sol y la luna en Toledo a partir de su entronización y de cálculo de la posición de los astros de acuerdo con el universo de Tolomeo).

 

 

Estas son las 10 bibliotecas más bonitas de España

 

Con motivo del Día Internacional de las Bibliotecas, hemos seleccionado una decena de entre las muchísimas que existen en nuestro país que merecen una visita

 

 Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

 
Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial FOTO: La Razón (Custom Credit)

Hoy, 24 de octubre, se celebra el Día Internacional de las Bibliotecas, en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada el 1992 durante el conflicto balcánico. Con este motivo, os invitamos a hacer un recorrido por las 10 más bonitas de nuestro país, que bien podrían ser 20, 30 o un centenar, porque España es una nación rica en patrimonio cultural y las hay para todos los gustos, clásicas, modernas y hasta muy vanguardistas.

Y no debemos olvidar que algunas de nuestras bibliotecas están entre las más destacadas del mundo, como es el caso de la Biblioteca Nacional o la del Real Monasterio de El Escorial, tanto por sus valiosísimos fondos como por su valor artístico. Esta es nuestra lista:

 

1. Biblioteca Nacional de España (Madrid)

 

 

Sala de lectura principal de la Biblioteca Nacional de España


Sala de lectura principal de la Biblioteca Nacional de España FOTO: La Razón (Custom Credit)

Fue fundada por Felipe V a finales de 1711 y abrió sus puertas en marzo de 1712 como Real Biblioteca Pública. Por un privilegio real, precedente del actual depósito legal, los impresores debían depositar un ejemplar de los libros impresos en España. En 1836, la Biblioteca dejó de ser propiedad de la corona y pasó a depender del Ministerio de la Gobernación, y recibió por primera vez el nombre de Biblioteca Nacional.

Se crean las Comisiones científicas y artísticas provinciales para seleccionar las obras que, procedentes de los conventos suprimidos, debían depositarse en las bibliotecas y museos, o ser subastadas. Por esta vía se depositan en la Biblioteca Nacional unos 70.000 volúmenes procedentes de los conventos madrileños afectados por la desamortización.

El 21 de abril Isabel II colocó la primera piedra del Palacio de Museos, Archivo y Biblioteca Nacionales situado en el Paseo de Recoletos, futura sede de la Biblioteca Nacional. El proyecto fue realizado por el arquitecto Francisco Jareño Alarcón.

Tras muchos retrasos, en 1892 finaliza la construcción del edificio de Recoletos que debía ser la sede de la Exposición Iberoamericana conmemorativa del IV Centenario del Descubrimiento de América celebrada en este año.. Se realiza la distribución del nuevo edificio destinado a archivo, biblioteca y museo. Se inicia el traslado de los fondos de la Biblioteca Nacional al depósito de hierro de siete pisos que se había construido en este edificio. El 16 de marzo de 1896 se abre al público la Biblioteca Nacional en su nueva sede.

 

2. Biblioteca del Real Monsterio del Escorial (San Lorenzo de El Escorial)



Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial


Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial FOTO: La Razón (Custom Credit) EFE

Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, también conocida como la Escurialense o la Laurentina, es una gran biblioteca renacentista española fundada por Felipe II que se halla en la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial, formando parte del patrimonio del monasterio de El Escorial.

La biblioteca no sólo responde a una de las principales preocupaciones que tuvo el Rey a lo largo de su vida, la del coleccionismo y atesoramiento de libros, sino también a uno de los ideales fundamentales del humanismo. De hecho, humanistas de gran talla, como Juan Páez de Castro, Juan Bautista Cardona, Antonio Agustín, Ambrosio de Morales, Benito Arias Montano, etc., colaboraron en los planes del monarca de crear una biblioteca regia. En los textos en los que le expusieron sus pareceres sobre este ambicionado proyecto, que aún se conservan, encontramos la explicación de que el actual recinto que conocemos como Salón Principal o Salón de los Frescos no se viera reducido a ser un mero depósito de las colecciones de libros, sino que acogiera también cuanto pudiera servir para hacer de la biblioteca un lugar de estudio y de trabajo científico: dibujos y grabados, retratos de personajes, instrumentos matemáticos y científicos, mapas, esferas, astrolabios, reproducciones de fauna y flora, monetario y medallero, etc.

 

3. Biblioteca Pública Arús (Barcelona)

 

 

 Biblioteca Arus de Barcelona

 

Biblioteca Arus de Barcelona FOTO: La Razón (Custom Credit)

La Biblioteca Pública Arús fue fundada por Rossend Arús i Arderiu como biblioteca general en 1895, con la voluntad de instruir al pueblo de Barcelona. Actualmente, se ha convertido en una biblioteca de investigación especializada en masonería, movimiento obrero, anarquismo, y el universo de Sherlock Holmes. Asimismo, conserva un fondo patrimonial muy importante formado por documentos que reúnen todo el conocimiento humano, con predominio de obras publicadas en el siglo XIX y primer tercio del XX.

 

4. Biblioteca del TEA (Tenerife)

 

 

 Biblioteca del TEA, en Tenerife

 

El edificio que alberga el espacio Tenerife Espacio Abierto (TEA) es obra de los arquitectos suizos Jacques Herzog & Pierre de Meuron y del canario Virgilio Gutiérrez, y se centra en una serie de elementos diagonales en planta y unos suelos inclinados que incluyen una rampa, de manera que el espacio público penetra en el edificio y confluye en el patio. Los arquitectos han trabajado en un concepto donde los diferentes espacios y actividades se entremezclan, entre ellos la sala de lectura de la biblioteca. Los diferentes edificios y entradas que conforman el espacio cultural aparecen así entrelazados y conectados, sin perder por ello su singularidad.

En este caso, el edificio, al igual que el barranco junto al que se sitúa, enlaza con los edificios y niveles que lo rodean y sus volúmenes geométricos tendrían que ver con la estratificación y los planos y líneas del paisaje en el que está enclavado. De esta forma, da respuesta a las dificultades que una gran infraestructura como esta supone desde el punto de vista urbano, estético, topográfico y geográfico.

 

5. Biblioteca de la Universidad de Salamanca

 

 

 Biblioteca de la Universidad de Salamanca

 

Biblioteca del TEA, en Tenerife FOTO: La Razón (Custom Credit)

El Estudio Salmantino, posteriormente Universidad de Salamanca, nació en 1218 por voluntad del rey Alfonso IX de León. Sin embargo, fue a partir de 1254, año en que Alfonso X “El Sabio” le otorgó su primera carta constitucional, cuando el Estudio comenzó su andadura definitiva. Un año más tarde, en 1255, el Papa Alejandro IV concedió validez universal a los títulos impartidos por la nueva Universidad y le permitió el uso de un sello propio.

Paralelamente, puede considerarse también como fecha de nacimiento de la Biblioteca Universitaria el año 1254, puesto que la Carta Magna de Alfonso X ya recogía la creación del cargo de Estacionario o propietario de una “Estación” de libros, retribuido por la Universidad y encargado de mantener ejemplares actualizados para la consulta. No obstante, es preciso esperar al siglo XV para que abunden las noticias acerca de la Biblioteca, que no alcanzó su primer esplendor hasta la segunda mitad del siglo XV y durante todo el siglo XVI.

Las primeras Constituciones de la Universidad, tras las fundacionales de Alfonso X, fueron las otorgadas en 1411 por Benedicto XIII, el controvertido Papa Luna. Su título III destinaba dinero para la compra de libros y ordenaba que se construyera una vivienda para el Estacionario que permitiera instalar los volúmenes en un único lugar, lo que indica que no sólo existía la necesidad de usar los libros, sino también que el Estacionario formaba ya parte del personal universitario...

 

6. Biblioteca de la UNED de las Escuelas Pías (Madrid)

 

 

Biblioteca de las Escuelas Pías de Madrid

 

Biblioteca de la Universidad de Salamanca FOTO: La Razón (Custom Credit)

Construida sobre las ruinas de una iglesia, anteriormente ermita del Pilar, fue construida por el arquitecto de la orden Gabriel Escribano entre 1763 y 1791 gracias a los donativos de los reyes Carlos III y Carlos IV y de otros personajes notables de la época como la duquesa de Benavente o la condesa de Atarés.

Inicialmente, estuvo bajo la advocación de Nuestra Señora de la Portería, pasando la titularidad a San Fernando, bajo el reinado de Carlos III, dando el nombre definitivo al colegio.

La planta de la iglesia es de salón, con capillas laterales, crucero coronado con una gran cúpula y nártex de ingreso. La decoración escultórica es obra de Alfonso Vergaz.

Durante la Guerra Civil, colegio e iglesia fueron incendiados y saqueados. Sobre una parte del solar fueron edificados el Mercado de San Fernando, la Escuela de Trabajo y, posteriormente, un bloque de viviendas.

Tras más de medio siglo de abandono, las ruinas de la iglesia fueron rehabilitadas como Biblioteca Universitaria del Centro Asociado a la UNED en Madrid, por el arquitecto J. I. Linazasoro entre 1996 y 1999, añadiendo a su vez la construcción de un aulario de nueva planta.

 

7. Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona)

 

 

 Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona

 

Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona FOTO: La Razón (Custom Credit)

Esta biblioteca construida aprovechando un depósito de aguas es una de las más originales e impresionantes de España. La construcción del Dipòsit de les Aigües data del 1874 por parte del maestro de obras Josep Fontserè, pero no fue hasta 1880 cuando se inauguró como depósito de las aguas, con la función de regular el caudal de agua de la cascada del parque de la Ciutadella y de regar sus jardines.

Un entonces joven estudiante de arquitectura, Antoni Gaudí, hizo el cálculo estático del conjunto del depósito y de los elementos de apoyo. Se trata de una construcción calcada de un prototipo romano, formada por grandes muros de fábrica de ladrillo de 1 metro de grosor y 14 metros de altura, que se cruzan con bóvedas de cañón y que se extienden como por efecto de un espejo a lo largo de 65 metros de profundidad, con una gran cisterna en la cubierta.

Tras más de cien años de usos diversos –asilo municipal, almacén de los bomberos, vestuario y parque móvil de la Guardia Urbana, archivo de justicia… –pasó una propiedad de la UPF en 1992. Las obras de rehabilitación del Depósito de las Aguas se iniciaron en el año 1993, a cargo de los arquitectos Lluís Clotet e Ignacio Paricio. El depósito se unió mediante un paso subterráneo con el edificio Jaume I, pero no sería hasta 1999 cuando comenzó a funcionar como Biblioteca General de la Universidad. El espacio interior es abrumador. La respetuosa intervención de Clotet y Paricio utilizando elementos prefabricados para la formación de los forjados intermedios, hace que todo se pueda volver a sacar y dejarlo tal y como estaba. Estos nuevos niveles favorecen la aparición de lugares de lectura muy diferentes unos a otros.

 

8. Biblioteca América de la Universidad de Santiago de Compostela

 

 

 Una de las salas de la biblioteca América, en la Universidad de Santiago de Compostela

 

Una de las salas de la biblioteca América, en la Universidad de Santiago de Compostela FOTO: La Razón (Custom Credit)

Una de las colecciones bibliográficos más conocidas de la Universidad compostelana es la Biblioteca América. Su creación respondió a un proyecto nacido en 1904 gracias al impulso del emigrante gallego Gumersindo Busto al calor de las ideas del hispanoamericanismo regeneracionista extendidas en ambas orillas del Atlántico en la primera década del siglo XX. La biblioteca se aloja en una sala con una bellísima estantería barroca procedente del monasterio de San Martin Pinario. La colección es multidisciplinar y enciclopédica: obras de botánica, manuales de derecho, libros de medicina, o breves folletos sobre obras públicas, por poner sólo algunos ejemplos. Donaciones, intercambios y compras fueron los canales a través de los cuales creció este fondo a lo largo del siglo XX, y lo sigue haciendo en la actualidad, en que supera ya los treinta y siete mil volúmenes.

La Biblioteca América, además de material bibliográfico, cuenta con una importante colección numismática, cartográfica, así como de flora, fauna y minerales. Don Gumersindo concebía la biblioteca como una Biblioteca-Museo y no limitó por tanto su petición a libros y revistas, aceptando monedas, banderas, objetos y en general todo aquello que permitiera transportarnos al continente americano.

Un total de dieciséis bustos recorre la sala principal de la Biblioteca América. Se trata de representaciones de los principales próceres latinoamericanos y de figuras relevantes de la política e intelectualidad de fines del siglo XIX y principios del XX (San Martín, Sucre, Miranda, Bolívar, Artigas…).

En la sala donde se aloja la Biblioteca se encuentran expuestos algunos de los objetos de origen americano que llegaron hasta Compostela, como por ejemplo lanzas, arpones, arcos y un carcaj; recipientes de cerámica encontrados en la quebrada Humahuaca-Huacalera, en Argentina; un tumi (cuchillo de trepanación); una camisa elaborada con corteza de árbol; y un lazo y boleadoras de cuero de potro.

 

9. Biblioteca del Ateneo de Madrid

 

 

Biblioteca del Ateneo de Madrid

 

 Biblioteca del Ateneo de Madrid FOTO: La Razón (Custom Credit)

El Ateneo Artístico, Científico y Literario de Madrid -en la calle del Prado- se aloja en un edificio construido en 1884 para convertirse en la sede definitiva de esta sociedad, que había sido promovida por un grupo de intelectuales y políticos de signo liberal en 1820. La construcción del Ateneo corrió a cargo de los arquitectos Enrique Fort y Luis Landecho. La estrecha fachada muestra tres medallones con los relieves de Alfonso X el Sabio, Cervantes y Velázquez, pero no alcanza a reflejar la amplitud interior del edificio, que cuenta con instalaciones de envergadura; entre ellas, los salones de lectura, el salón de conferencias o el espléndido salón de actos de estilo neogriego, diseñado por Arturo Mélida.

El Ateneo es una institución de gran solera, que tuvo una relevancia notable en la vida cultural de España durante el siglo XIX y principios del XX, como foro de discusiones y plataforma de libre expresión de las ideas. La sala conocida como la “cacharrería” fue testigo de las encendidas tertulias permanentes que escritores y artistas celebraban desde las tres de la tarde hasta bien entrada la noche.

Ilustres ateneístas han sido, entre otros muchos, Mesonero Romanos, Castelar, Cánovas del Castillo, Unamuno, Valle-Inclán y Manuel Azaña. Merece la pena destacar la colección de retratos de algunos de estos personajes, con obras de Rosales y Madrazo; pero sobresalen, ante todo, los valiosos fondos de la siempre creciente biblioteca, que ofrece más de 200 000 volúmenes.

 

10. Biblioteca del Instituto de Patrimonio Cultural de España (Madrid)

 

 

Bibioteca del Instituto de Patrimonio Cultural de España

 

Bibioteca del Instituto de Patrimonio Cultural de España FOTO: La Razón (Custom Credit)

El edificio que alberga esta biblioteca, conocido en Madrid como “la corona de espinas”, por su peculiar fisonomía, tiene su origen en 1965, cuando la Dirección General de Bellas Artes encargó a los arquitectos Fernando Higueras y Antonio Miró el proyecto para un centro de restauración y formación de restauradores.

El inmueble, de hormigón armado visto, está inscrito en un círculo de 40 metros de radio dividido en 30 gajos principales que en la crujía exterior se parten en dos. Se distribuye en cuatro plantas circulares, conectadas verticalmente por medio de dos núcleos de escaleras y ascensores. En los pisos superiores la circulación horizontal se efectúa a través de dos anillos concéntricos internos, y en el exterior del edificio hay un tercer anillo que posibilita la circulación rodada de vehículos pesados y el acceso de los bienes culturales de gran tamaño directamente a los talleres.

Las obras se iniciaron en 1966, pero se paralizaron cuatro años más tarde. Finalmente, en 1985, el edificio se convirtió en la sede del recién creado Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Se acometieron entonces algunos cambios, tales como la eliminación del ajardinamiento del patio central, cubrimiento con una cúpula de cristal y construcción de la biblioteca en la planta sótano.

El edificio puede encuadrarse, como casi toda la obra de Higueras, en el contexto de un organicismo tardío y expresionista. Es sin duda una de las obras más significativas de la arquitectura española contemporánea. Fue declarado Bien de Interés Cultural, por Real Decreto 1261/2001, de 16 de noviembre.





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 Pirata Oscar 

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