domingo, 18 de junio de 2023

CULTURA Y ARTE 134 (La medicina prehistórica: un viaje fascinante a nuestros orígenes sanadores)

 

Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE esta semana el nuevo artículo es La medicina prehistórica: un viaje fascinante a nuestros orígenes sanadores, me quedo fascinado que llegaran a tener medicina en la prehistoria un poco de historia nos viene bien saber.


La medicina prehistórica: un viaje fascinante a nuestros orígenes sanadores

 


El estudio de la medicina prehistórica se basa en la evidencia arqueológica y en las prácticas tradicionales de las culturas indígenas. Foto: Istock

 

Adéntrate en un viaje en el tiempo hacia los orígenes de la medicina, explorando los misterios y saberes de la medicina prehistórica de la mano de un extracto del primer capítulo de 'Historia de la medicina', escrito por el médico y profesor Pedro Gargantilla, y publicado por editorial Pinolia.

 

La medicina es una disciplina que ha acompañado a la humanidad desde sus primeros días, y sus raíces se hunden en la oscuridad de la prehistoria. Aunque pueda parecer un campo de estudio limitado debido a la falta de registros escritos, los avances en la arqueología y la antropología nos han permitido adentrarnos en los misterios de la medicina prehistórica.

El estudio de la medicina prehistórica se basa en la evidencia arqueológica y en las prácticas tradicionales de las culturas indígenas que han perdurado hasta nuestros días. A través de estas fuentes, hemos podido descubrir que nuestros ancestros prehistóricos tenían un profundo conocimiento de la anatomía humana y su relación con el entorno natural. Su supervivencia dependía de su capacidad para comprender y utilizar los recursos disponibles para tratar enfermedades y lesiones.

Una de las formas más primitivas de medicina prehistórica consistía en el uso de plantas y hierbas. Los primeros humanos descubrieron que ciertas plantas tenían propiedades medicinales y las utilizaron para aliviar dolores y tratar enfermedades. Estas prácticas se transmitían de generación en generación, y hoy en día muchas de las plantas utilizadas en la medicina prehistórica siguen siendo la base de la medicina herbal tradicional.

La manipulación física también desempeñó un papel importante en la medicina prehistórica. Los antiguos sanadores practicaban la manipulación de huesos y articulaciones para aliviar el dolor y restaurar la función. Aunque estos métodos pueden parecer rudimentarios en comparación con las técnicas modernas, demuestran una comprensión básica de la anatomía y la capacidad de tratar lesiones y problemas musculoesqueléticos.

Además del uso de plantas y la manipulación física, la medicina prehistórica también incluía rituales y prácticas chamánicas. Los chamanes eran figuras espirituales que actuaban como intermediarios entre el mundo humano y el mundo espiritual. Utilizaban técnicas como la danza, el canto y el uso de plantas psicoactivas para tratar enfermedades y restablecer el equilibrio espiritual de sus pacientes.

Es importante destacar que, aunque la medicina prehistórica tenía sus limitaciones y no podía abordar todas las enfermedades y lesiones de manera efectiva, sentó las bases para el desarrollo de la medicina moderna. Los conocimientos adquiridos a lo largo de milenios de experiencia humana proporcionaron el punto de partida para la investigación científica y los avances médicos posteriores.

En este sentido, el primer capítulo del libro Historia de la medicina, escrito por Pedro Gargantilla y editado por Pinolia, ofrece una visión detallada y fascinante de la medicina prehistórica. ¿Te animas a descubrir un extracto? 

 

Medicina prehistórica

El universo existe desde hace unos 15 000 millones de años a consecuencia de una gigantesca explosión (Big Bang). La Tierra, desde hace unos 5 000 millones de años, y el ser humano empezó a dar sus primeros pasos hace apenas unos 5 o 6 millones de años. 

El término prehistoria fue acuñado en el siglo XIX y actualmente lo empleamos para referirnos al periodo de tiempo transcurrido desde la aparición de la vida humana hasta el primer testimonio escrito, que data aproximadamente del 4000 a. C. 

La prehistoria se suele subdividir para su estudio en varias etapas: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico y Edad de los Metales. El Paleolítico, a su vez, se divide en inferior, medio y superior.

Para acercarnos a los orígenes de la medicina prehistórica, disponemos de dos herramientas básicas: 

 

  1. Estudiar los conceptos sobre enfermedad y prácticas terapéuticas que llevan a cabo los pueblos primitivos que viven hoy en día en nuestro planeta. 
  1. A través de la Paleopatología. 

 

El estudio de la medicina de los pueblos primitivos tiene un enorme interés para nosotros, ya que contribuye a explicar cómo fueron los orígenes de la lucha del hombre contra las enfermedades. 

Los paleopatólogos disponen de una serie de herramientas para llevar a cabo sus investigaciones: restos óseos, momias, estudio de las analogías con las enfermedades de los primates y restos culturales (dibujos y pinturas). Los métodos que emplean son muy variados: en las últimas décadas, el desarrollo de la Paleogenética (el estudio de la conformación molecular del ADN encontrado en los fósiles) ha permitido ampliar los conocimientos médicos del hombre prehistórico.

 

Los primeros médicos fueron mujeres

Durante mucho tiempo la prehistoria tuvo género masculino. Y es que los especialistas defendieron durante décadas el rol de los «cazadores-varones» y las «recolectoras-mujeres », ya que los primeros prehistoriadores consideraban que la actividad física de la caza era demasiado peligrosa y exigía una fuerza física que no tenían las mujeres. Sin embargo, este modelo ya no se sustenta, pues se ha demostrado que aquellas mujeres estaban dotadas de una fuerte musculatura y que eran muy vigorosas, por lo que las tareas debieron de estar repartidas de forma equilibrada.

Cuando pensamos en caza prehistórica hay una tendencia a pensar en la captura de un mamut, pero la verdad es que la caza menor debió presentar una parte importante de la alimentación y esta podían hacerla las mujeres. 

Por otra parte, los investigadores han observado que nuestros ancestros comían productos del mar hace 300 mil años y que las mujeres fueron un activo muy importante en este tipo de actividades. A todo esto, hay que añadir la recolección de plantas, hecha seguramente en su mayor parte por las féminas, ha estado en el centro de los cuidados corporales. Los investigadores han demostrado que los neandertales ya usaban cataplasmas de plantas para calmar el dolor hace 40 000 años. En la cueva de El Sidrón (España) se ha encontrado un individuo que trató su absceso dental con una pasta de vegetal que tenía brotes de álamos ricos en salicilato: estaríamos ante la primera aspirina de la historia. 

El estudio de coprolitos en una cuba de Brasil, de 8 000 años de antigüedad, ha revelado la existencia de toda una farmacopea: los problemas intestinales eran tratados con astringentes extraídos de árboles como la Caesalpina y Terminalia; como antiparasitarios, se empleaban extractos obtenidos del Chenopodium y Bauhinia; como analgésicos, hojas de Cecropia; como expectorantes, la corteza de Cohoba anadenanthera y para los problemas respiratorios la Cydonia. Lo más verosímil es que las mujeres prehistóricas dominaran el uso terapéutico de las plantas y que fueran ellas las primeras médicas de la humanidad.

 

Las primeras matronas

La posición de los partos prehistóricos fue, sin duda, vertical: bien de rodillas, de cuclillas o de pie. Esta permitía a la madre conservar cierta autonomía y parir sin ayuda de comadronas. En el pueblo San, de Kalahari, las parturientas dan a luz de forma solitaria en el desierto. 

No cuesta pensar que la figura de la comadrona (mujeres paleosabias) debió aparecer de forma muy precoz, y las estatuillas de las Venus pudieron jugar un papel fundamental en la transmisión oral de los conocimientos: no solo en relación con la reproducción y el alumbramiento, sino también con la fecundidad, en un sentido amplio del término. 

Fueron aquellas mujeres las primeras en comprender que el cese de la menstruación significaba en muchos casos el comienzo de un nuevo embarazo. Son varios los autores que han señalado que la observación etológica de la cabra permitió a las mujeres comprender que el consumo de díctamo (una hierba asociada al orégano) permite expulsar del útero al feto, por lo que algunas futuras madres habrían empleado esa técnica para deshacerse de algunos embarazos no deseados. 

Las mujeres de la tribu de los San o de los bosquimanos del Kalahari paren en el desierto y son ellas las que deciden sobre la vida o la muerte del bebé que acaban de traer al mundo. 

El término venus fue acuñado por los primeros prehistoriadores de finales del siglo XIX para designar las representaciones de mujeres prehistóricas. En casi los ciento cincuenta años de búsqueda, se han encontrado cerca de un centenar de estatuillas esculpidas en piedra, marfil o hueso, con una media de 10 cm de altura y con marcados atributos femeninos (caderas, muslos, pechos y triángulo vulvar). No es infrecuente que las cabezas no tengan boca ni ojos y que estén levemente inclinadas hacia adelante. 

En estos momentos se defiende la teoría de que las venus de pronunciadas redondeces fueron una proyección de un ideal más de que un retrato fidedigno de cómo eran las mujeres de la prehistoria, puesto que los pliegues en caderas, muslos y vientre no reflejan el estilo activo del modo de vida que llevaban esas mujeres. Y es que es estudio de las poblaciones prehistóricas del Paleolítico Superior constata que los miembros superiores tenían una marcada robustez, tanto en hombres como en mujeres. En definitiva, las venus prehistóricas de formas generosas están muy lejos de representar el modelo de mujer dominante. 

Siguiendo con el arte prehistórico, hay cientos de huellas en las paredes de cuevas de todo el mundo que aparecen mezcladas con representaciones de animales como bisontes, renos, caballos o mamuts. Durante mucho tiempo, se defendió que aquellas pinturas eran obra de cazadores hombres. 

El profesor Dean Snow, de la Universidad de Pensilvania, ha intentado determinar el sexo de los autores de las manos que aparecen en muchas cuevas prehistóricas. Para ello ha utilizado el índice de Manning, según el cual la proporción entre la longitud del índice y el anular no es la misma en hombres y mujeres: las mujeres suelen tener los dedos anular e índice de aproximadamente la misma longitud, mientras que el dedo anular de los hombres suele ser más largo que el índice.

Con la ayuda de un programa informático, el profesor Snow ha analizado las manos prehistóricas y ha llegado a la conclusión de que, sin lugar a duda, allí aparecen manos femeninas hasta en un 75% de los casos. 

En definitiva, la mujer de la prehistoria (paleosabia) adquirió numerosos roles y es la precursora de la working girl actual.

 

El despertar de la cirugía

El término cirugía deriva del vocablo griego cheiros, que significa ‘mano’, y de ergon, ‘trabajo’, por lo que literalmente es ‘el arte de trabajar con las manos’. El nacimiento de la cirugía se puede fijar en el Neolítico, cuando aparecieron unos «profesionales» que, con técnicas y adminículos muy rudimentarios, practicaron las primeras técnicas quirúrgicas de la humanidad: las trepanaciones (del griego trypanon, ‘perforar’). 

Una trepanación consiste, básicamente, en realizar un agujero en alguno de los huesos del cráneo. Las más antiguas encontradas por los arqueólogos se remontan hacia el 3000 a. C., y fueron descubiertas en la cuenca del río Danubio. 

El material quirúrgico que se empleaba era muy rudimentario: solía ser una lámina de piedra bien pulida. En cuanto a las vías de abordaje, podían ser tres: una simple perforación, el raspado paulatino sobre la zona o bien mediante cortes rectilíneos o circulares. 

El área geográfica de difusión de la trepanación craneal prehistórica es extraordinariamente amplia y abarca Europa, Asia y América. Es curioso que, en las diferentes áreas geográficas, las incisiones se realizasen mayoritariamente en los huesos parietal y occipital. 

Cuando uno conoce la existencia de este tipo de práctica quirúrgica, lo primero que se pregunta es si sobrevivirían a esta práctica tan cruenta, puesto que en aquella época la anestesia y la asepsia brillaban por su ausencia. En contra de lo que pudiera pensarse a priori, un elevado número de los pacientes consiguieron sobrevivir a la trepanación, a juzgar por las cicatrices encontradas en los cráneos. Disponemos de algunos cráneos que presentan hasta siete trepanaciones con orificios de tamaño variable, de entre 1 y 10 cm.

Ahora bien, ¿por qué se hacían? Las trepanaciones se hacían con una finalidad mágico-religiosa. No es difícil imaginar que un enfermo epiléptico, otro con fuertes cefaleas (alguien migrañoso) u otro con un comportamiento raro (un enfermo psiquiátrico) fueran considerados en aquella época personas endemoniadas, es decir, poseídas por un espíritu maligno. Con la mentalidad mágico-religiosa imperante pensaban que únicamente a través de una trepanación se podría expulsar al demonio de la cabeza del paciente.

 Con la trepanación se obtenía un fragmento óseo (rondelle), el cual era considerado un amuleto valiosísimo. Su propietario no se separaría de él durante el resto de su vida en el supuesto, claro está, de que consiguiera sobrevivir al acto quirúrgico, en caso contrario, uno de los miembros del grupo heredaría el fragmento.

¿Qué pasó con las trepanaciones a lo largo de la historia? En el antiguo Egipto, y contrariamente a lo que se puede leer en la novela Sinuhé el egipcio de Milka Waltari, no era frecuente la trepanación.8 En la antigua Grecia Hipócrates de Cos, pionero en el tratamiento de lesiones craneales —como lo demuestra su tratado Sobre heridas en la cabeza—, propuso una clasificación de las fracturas craneales e indicó en cuáles podría estar indicada la trepanación, técnica que mejoró enormemente. Posteriormente, Galeno perfeccionaría la técnica, recomendándola en fracturas craneales para aliviar la presión y disminuir el dolor.

En la Edad Media algunos cirujanos como Pablo de Egina (Bizancio), Guy de Chauliac (Francia) y Rogerio (Italia) practicaron este tipo de cirugía, pero indiscutiblemente el gran mérito fue para Abulcasis, que recogió todo el saber griego y latino relacionado con la trepanación. Durante el Renacimiento se continuaron practicando en el tratamiento de la epilepsia traumática para retirar los fragmentos del hueso fracturado, pero sin retirar el tejido cerebral dañado. A lo largo de la Edad Contemporánea, se continuaron realizando y se perfeccionaron tanto las técnicas como el instrumental quirúrgico.

Pedro Gargantilla es médico, divulgador científico y escritor. Actualmente es Jefe de Medicina Interna del Hospital de El Escorial (Madrid) y Profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Francisco de Vitoria.

 


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   Pirata Oscar 

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