Aunque se suele asociar con Italia, el Renacimiento tuvo también su propio auge en el norte de Europa. La escuela flamenca incorporó las técnicas renacentistas a su propio estilo y temáticas, con un resultado exitoso y original, y el buen clima económico impulsó la cultura y la ciencia.
Hoy hablaremos de los caprichos de la alta sociedad en el Renacimiento flamenco, con la colaboración de Turismo de Flandes.
El Bosco, Van Eyck o Bruegel el Viejo
son nombres que deberían sonar tan familiares como los de Leonardo,
Rafael o Botticelli. Y es que el Renacimiento no fue solo cosa de
italianos: este movimiento artístico también echó raíces en Flandes y
creció con personalidad propia, al servicio de los caprichos y las ganas
de ostentar de la alta sociedad.
El Renacimiento flamenco fue el primero de los Renacimientos Nórdicos que empezaron a tomar forma en el siglo XV.
También fue seguramente el más famoso y boyante, gracias a la riqueza
de la propia Flandes. Esta tierra supo sacar provecho de su posición
central en las rutas de comercio europeas, y quienes más provecho
sacaron fueron los ricos burgueses de las ciudades. Comerciantes, banqueros y fabricantes de productos de lujo -especialmente tejidos- amasaron grandes fortunas
que les permitieron convertirse en generosos mecenas. Gracias a eso, a
los artistas flamencos y venidos del extranjero nunca les faltó trabajo.
Nobleza de linaje y nobleza de dinero
Durante
el Renacimiento, Flandes empezó a convertirse en un centro del comercio
europeo. Eso significaba para los artistas flamencos un gran número de
clientes, tanto aristócratas como burgueses ricos. Ciudades como Brujas, Gante, Bruselas, Amberes, Lovaina o Malinas eran un hervidero de artistas, intelectuales y científicos
que venían a ponerse bajo la protección de los mecenas, ansiosos de
invertir lo ganado en aumentar su prestigio o encargar obras a la altura
de su ostentoso modo de vida.
Uno de los cambios sociales más representativos del Renacimiento, en todos los países, fue el ascenso de una clase social, la burguesía, que rápidamente fue ganando poder respecto a la aristocracia.
El aumento del comercio permitió el crecimiento de profesiones ya
existentes, especialmente las ligadas a los tejidos y la joyería, y la
aparición de otras nuevas como los banqueros. Esta nueva casta de
burgueses encontró en el mecenazgo una vía para obtener el prestigio social que no tenían por linaje, y fue la principal responsable de la explosión artística que caracterizó el Renacimiento.
Arte cotidiano
La
pintura, en particular, fue el arte más cultivado en esta época. La
característica más distinguible de la escuela flamenca son sus temas, especialmente la llamada pintura de género. Esta refleja escenas de la vida cotidiana de todas las clases sociales:
desde los pasatiempos de los ricos hasta el trabajo de los campesinos,
desde la ostentación de las ciudades al ambiente popular de los pueblos o
la intimidad de las casas. Esta predilección por los temas cotidianos
permite viajar en el tiempo y observar de primera mano detalles como las
costumbres, la manera de vestir o la dieta de la gente. Junto a la
pintura de género se pintaban también retratos y escenas históricas o religiosas,
entre otras. Se puede apreciar en colecciones como la del Museo Hof van
Busleyden, que a través de una colección de obras de arte y objetos
presenta el modo de vida de esta parte de la población y el clima
intelectual del que se rodeaban.
En este período, el arte se
extendió no solo a los objetos decorativos como cuadros y esculturas,
sino también a los de uso cotidiano. En conjunto, una casa debía transmitir el buen gusto de sus dueños
y todas las actividades eran una buena ocasión para presumir. Esto se
reflejaba en detalles como las tazas decoradas con flores o escenas
campestres, los instrumentos musicales fabricados con materiales nobles
para tocar en las reuniones sociales, o una cubertería con motivos de
las diversas estaciones para ir cambiando a lo largo del año. Alrededor
de este arte de lo cotidiano se desarrolló no solo el arte sino también la industria de la artesanía.
Un buen ejemplo de este estilo de vida puede ser el palacio de los Señores de Gruuthuse, en Brujas: esta dinastía de comerciantes hizo fortuna gracias a la industria del gruut
-una mezcla de plantas y especias que se utilizaba en la fabricación de
la cerveza antes de la llegada del lúpulo- y se convirtió en una de las
más poderosas de la ciudad. Su palacio, ahora reconvertido en museo y especialmente dedicado a las artes decorativas,
da una excelente idea de cómo eran las casas flamencas bienestantes a
principios del Renacimiento. También alberga una colección de vestidos y
joyas, así como tapices, que abren una ventana a la vida cotidiana de
las clases altas.
Pasión por el conocimiento
Igual que
sucedía en Italia, también en Flandes el Renacimiento y el Humanismo
iban de la mano. Los nobles y burgueses no se conformaban con las
riquezas materiales, sino que también hacían gala de su pasión por el saber
y coleccionaban, en sus grandes bibliotecas, manuscritos de todo tipo.
Una de las más completas es la de la Biblioteca de los Duques de
Borgoña, situada en su antiguo palacio ducal de Bruselas: la colección
fue empezada a finales de la Edad Media y creció a lo largo de los
siglos hasta llegar a más de 900 manuscritos, de los cuales se conserva
una tercera parte en el actual museo. La invención de la imprenta de Gutenberg contribuyó sin duda a esta pasión por el conocimiento y los libros, algunos de los cuales tan elaborados que eran verdaderas piezas de coleccionismo.
Naturalmente, mayor disponibilidad de libros significaba que las ideas viajaban más rápidamente,
que los artistas y científicos tenían noticias continuamente de las
innovaciones que se producían en otros lugares, y que las suyas propias
se difundían más rápidamente. Flandes, estando en una encrucijada de
rutas comerciales, fue un lugar privilegiado de intercambio de
conocimiento, especialmente científico. Este desarrollo fue posible
gracias a las numerosas traducciones de tratados antiguos que se habían realizado en el mundo islámico durante
la Edad Media, junto a las aportaciones de los propios científicos
musulmanes. Así se desarrolló, por ejemplo, la óptica que permitiría a
Galileo Galilei crear sus primeros telescopios. Flandes fue cuna también
de innovadores científicos como Gerardo Mercator, el inventor de la
proyección cartográfica que lleva su nombre; o Andrés Vesalio, un médico
considerado como el fundador de la anatomía moderna.
La ciencia
tampoco se salvaba de este afán de ostentar. Los más ricos reunían, en
los llamados gabinetes de curiosidades, todo tipo de artefactos, aunque
la mayoría de ellos no los necesitaban para nada y algunos ni siquiera
los utilizaban. Objetos tan diversos como telescopios, instrumentos de navegación marítima, minerales o cocodrilos disecados
llenaban estos “cuartos de las maravillas”, como también se los
llamaba. El orden o las descripciones no eran importantes, sino más bien
demostrar que se poseían curiosidades de todo el mundo y cuanto más
variadas mejor. Algunas eran incluso falsas, como huesos de dragón,
cuernos de unicornio o animales míticos disecados que habían sido
fabricados a base de juntar partes de diversas especies. Estos
gabinetes, a pesar de que a menudo no eran muy científicos, pueden considerarse como los primeros museos privados.
Las primeras universidades
A
finales de la Edad Media también nacieron en Europa las primeras
universidades, que impartían una educación que antes solo podía dar
quien pudiera pagar profesores particulares. En Flandes se encuentra una de las más antiguas de toda Europa, la de Lovaina,
que todavía hoy está en activo y que vio pasar a pensadores tan
importantes como Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro o Juan Luis Vives.
En
la misma ciudad se conservan colegios universitarios como el de Arras,
fundado en 1508 por Nicolaus Ruterius, que transformó su vivienda con
ese fin para acoger a los alumnos de posición más modesta. Ir a la
universidad no era algo común y mucho menos barato, pero poco a poco fue
haciéndose accesible a las clases medias, y grandes inventores y pensadores venían de familias apenas bienestantes o incluso modestas.
El
Renacimiento flamenco tuvo para el norte de Europa una importancia
fundamental, no solo en el aspecto artístico, sino como movimiento
transformador de la sociedad. En ello tuvo un papel protagonista la burguesía,
una clase que tenía los recursos necesarios para procurar la mejor
educación a sus hijos. Hablar de Flandes es, en definitiva, hablar de un renacimiento en todos los aspectos. La influencia de aquella época puede sentirse todavía en el arte, la arquitectura y el gusto por los placeres cotidianos.
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