Renacimiento reedita el clásico
diccionario biográfico de la piratería de Philip Gosse, lleno de
sorpresas sobre los hombres –y mujeres– reales que depredaron los mares
de todo el mundo entres los siglos XVI y XIX.
Grabado de -Bartholomew Roberts.
Borracho y muerto por un trozo de metralla, al pirata galés se le
atribuye la toma de unos 400 barcos.
Thomas Goldsmith, un marino de la localidad británica de Dartmouth, fue el capitán del buque corsario Snap Dragon en tiempos de la reina Ana Estuardo, a principios del siglo XVIII.
Reconvertido en pirata por azares del destino, sus aventuras en alta
mar le permitieron hacer acopio de importantes riquezas. Pero su nombre
no ha sobrevivido hasta la actualidad como consecuencia de hazañas
despiadadas o un agónico y legendario final, sino por entregarse a la
extraordinaria normalidad, muriendo en la cama de su casa en 1714.
El caso de Goldsmith resulta todavía más singular porque suya es la única lápida conocida que señala un enterramiento de un pirata,
ubicada en el cementerio de la iglesia de su Dartmouth natal. La
estela, además, contaba con un literario y entrañable epitafio: "Los
virtuosos sirven al Señor; / Al Diablo adoran sus parciales; / Según
méritos son colocados / Entre bienaventurados o réprobos. / Decidme,
doctos eclesiásticos, / ¿Adónde irá el bruto de Tom Goldsmith? / Toda su
vida se esforzó inicuamente / En burlar a Dios, al Hombre y al Diablo".
El final de
la mayoría de los piratas y de buena parte de los bucaneros —bandidos
del mar que saquearon las posesiones españolas de ultramar— fue
repentino y violento, está marcado por relatos macabros y sangrientos.
Muy pocos fallecieron pacíficamente en sus lechos. Un ejemplo extremo lo
constituye la biografía del capitán Jean David Nau, alias Francis L'Ollonais, artífice de la captura de muchos barcos ibéricos en las Indias Occidentales
y famoso por el bárbaro tratamiento que daba a los prisioneros, que
terminó descuartizado vivo por una tribu de indígenas que arrojaron sus
miembros al fuego y sus cenizas al viento.
Una ilustración del siglo XVIII del pirata Henry Every.
Wikimedia Commons
"Muchos
cayeron en combate, otros tantos se ahogaron. No pocos bebieron hasta
reventar fuerte ron de Jamaica, en tanto que gran número de bucaneros
murieron de malaria y fiebre amarilla contraídas en las junglas de
Centroamérica; de los que sobrevivieron a todas estas calamidades, los
más fueron ahorcados", escribe el historiador británico Philip Gosse en Quién es quién en la piratería. Ese fue el castigo definitivo que se impuso al capitán escocés William Kidd,
uno de los personajes piráticos que más fantasía ha suscitado en el
gran público, ejecutado en la horca acusado de asesinar a un artillero
de su galera, la Adventure.
El mismo destino aguardó al temible capitán John Rackman,
alias Calico Jack, también tras ser juzgado por los ingleses en Jamaica
en 1720. Entre su tripulación se encontraban dos mujeres, las célebres Mary Read,
capaz de derrotar a un pirata en un duelo a espada y pistola para
salvar a su amante y muerta en prisión víctima de una fuerte fiebre, y Anne Bonny,
pareja de Rackman, cuyo final es un misterio. Ambas, vestidas con ropas
de hombres, lucharon con gran bravura antes de ser capturadas.
Corsarios españoles
Todas estas fascinantes biografías se relatan en forma de breves y ágiles píldoras
en la clásica obra de Gosse (1879—1959), que acaba de ser reeditada por
Renacimiento con prólogo de Luis Alberto de Cuenca en el marco de su
colección Isla de la Tortuga, único proyecto editorial en español
dedicado exclusivamente a la piratería. La serie cuenta con volúmenes
biográficos, memorísticos, estudios genéricos y testimonios que cubren
todas las zonas geográficas en las que actuaron los depredadores
marítimos, desde los corsarios berberiscos que surcaron el Mediterráneo en las edades Media y Moderna hasta las rapiñas de los corsarios, bucaneros y filibusteros vascos.
El
historiador inglés, nieto del naturalista Philip Henry Gosse e hijo del
escritor sir Edmund Gosse, traza un imprescindible —y humorístico a
veces— diccionario biográfico de la piratería, materia
sobre la que fue uno de los principales especialistas del mundo.
Seguramente, apunta, la tercera profesión más antigua de la historia.
Pero sus protagonistas pertenecen a la denominada "piratería clásica",
la que sembró el terror en todos los mares, pero con preferencia por el
Caribe y sus costas aledañas, desde finales del siglo XVI hasta
comienzos del XIX. No aparecen, por lo tanto, los que capturaron a un joven Julio César
y cobraron un rescate por él que les terminaría saliendo rana: el
futuro dictador los atrapó y crucificó, demostrando ya en ese momento su
despiadada personalidad.
Portada de 'Quién es quién en la piratería'.
Renacimiento
Sí están en esta enciclopedia todos las demás grandes figuras, como el escurridizo y enigmático Henry Every, capitán del Fancy
y autor de uno de los crímenes más lucrativos de siempre en el las
aguas del Índico gobernadas por el Gran Mogol —Turner ha editado hace
poco más de un año una estupenda biografía escrita por el
divulgador Steven Johnson—; o el notorio y fiero Barbanegra,
llamado en realidad Edward Teach, que hizo temblar a toda la costa
americana desde Terranova hasta Trinidad. También fue este sujeto de una
violenta muerte en una encarnizada batalla —resultó herido en una
veintena de ocasiones antes de caer— contra el capitán de la Royal Navy Robert Maynard, quien colgó del penol de su corbeta la cabeza del pirata.
Incluye Gosse, aunque no con cierto recelo, unas líneas escasas sobre Francis Drake,
uno de los más temidos piratas de todos los tiempos a ojos españoles
—los ingleses, en cambio, acabarían por ordenarle caballero—. Dice que
fue "propiamente un bucanero" con el único fin de expoliar las embarcaciones de Felipe II. Pero como él mismo reconoce, todo depende del punto de vista.
No faltan
tampoco en este collage de biografías —una lectura plagada de divertidas
sorpresas— los nombres de curiosos marinos hispanos, como el del capitán José Gaspar.
Oficial de cierto rango de la Armada española, fue descubierto en 1782
robando joyas de la Corona y se hizo pirata. Destacó por una enorme
crueldad, asesinando a todos los hombres que capturaba y encerrando a
las mujeres en un fortín construido en Puerto Charlotte. En sus
fechorías le acompañaron sujetos como su cuñado Juan Gómez, muerto supuestamente a la increíble edad de 120 años.
TODA LA INFORMACIÓN LO HE
ENCONTRADO EN LA PÁGINA EL
CULTURAL DEL ESPAÑOL
Pirata Oscar
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