lunes, 30 de mayo de 2022

NATIONAL GEOGRAPHIC 36 (POST HISTORY) (La pasta italiana: historia de una pasión)

 

 

 

Ya estoy aquí con otra sesión de (NATIONAL PRESENT)de la sección de NATIONAL GEOGRAPHIC.

 

Seguiremos con los que os conté y los dos articulos de esta semana son La pasta italiana: historia de una pasión y en la segunda parte hablaremos de La Garma, una cápsula del tiempo en el norte de España.

 

Pues no me enrollo más y vamos al grano.

 

 

La pasta italiana: historia de una pasión

 



Foto: CHRISTIE’S IMAGES / SCALA, FIRENZE

 

De plato de lujo en la Edad Media, la pasta se convirtió en el siglo XVII en la base de la alimentación del pueblo de Nápoles.

 

Macarrones, espaguetis, raviolis, tortellinis, tallarines...: todos estos nombres indican a las claras que la pasta es la comida italiana por excelencia. La inventiva que el país transalpino ha aplicado a estos productos parece infinita: las listas de tipos de pasta de todas las formas –cuadrados, tubos, cuerdas, espirales...– fácilmente alcanzan los 200 elementos, que se declinan en un sinfín de recetas con sus variantes regionales. Aunque, para escena típica, la de las películas de los años cincuenta y sesenta, con familias napolitanas en torno a un cuenco de espaguetis del que se sirven profusamente, cuando no le hincan las manos sin más. Desde luego, esta pasión italiana por la pasta tiene una larga historia, aunque sólo acabó de tomar forma en el siglo XVIII.

La pasta se elabora con un tipo especial de cereal, el trigo duro (triticum durum), distinto del grano tierno que se usa para el pan común. El grano triturado da lugar a una harina o sémola que se amasa y se modela de distintas formas. Se consume una vez cocida en agua hirviente, directamente en el caso de la pasta fresca, mientras que la pasta secca, la más característica hoy en día, se deja secar y se puede conservar largo tiempo antes de la cocción.

¿Fideos chinos o árabes?

Hoy día sigue abierta la discusión sobre los orígenes de la pasta. La idea de que procede de China y que de allí la trajo Marco Polo es pura leyenda, una mala interpretación de un pasaje del Milione en el que el viajero veneciano aludía a cierto árbol del que se obtenía pasta; probablemente se trataba del sagú, que produce una fécula que se confundió con la pasta. También se ha señalado que en la antigua Roma existía un tipo de tortas llamado laganum, de donde deriva el término lasaña, aunque en realidad son platos diferentes. Parece más bien que la cultura de la pasta de grano duro se desarrolló en el mundo islámico medieval, aunque también pudo venir de Persia, e incluso puede que uno de los focos de difusión fuera al-Andalus. De hecho, nuestro término «fideos» deriva del árabe, fidawh, y una palabra parecida, fedelini, se usa en Génova y su región desde el siglo XIII.

 

Parece más bien que la cultura de la pasta de grano duro se desarrolló en el mundo islámico medieval, aunque también pudo venir de Persia

 

El testimonio más significativo de la difusión de la pasta en la Edad Media lo ofrece el geógrafo hispanomusulmán al-Idrisi, quien explica que a mediados del siglo XII, en cierta comarca de Sicilia, existían molinos que producían pasta en grandes cantidades. Es probable que este tipo de pasta procediera del norte de África y que pasara al continente desde Sicilia, región bajo dominio musulmán hasta 1072. En todo caso, a partir del siglo XIII las referencias a los platos de pasta –macarrones, raviolis, gnocchi, vermicelli...– se hacen cada vez más frecuentes en Italia.

De la popularidad de la pasta da cuenta el novelista Boccaccio, que en el Decamerón recoge la historia fantasiosa sobre una montaña de queso parmesano, en cuya cima unos cocineros se dedican a preparar macarrones y raviolis en caldo de capón y tirarlos luego pendiente abajo, para que se sacien los glotones. Hacia 1400, Franco Sacchetti cuenta también cómo dos amigos se reúnen para comer macarrones. Se los sirven en un plato común, como era costumbre en la época, pero uno muestra más apetito que el otro. «Noddo comienza a juntar los macarrones, los enrolla y adentro, ya había mandado abajo seis bocados cuando Giovanni aún tenía el primero en el tenedor, y no se atrevía, al verlo tan humeante, a metérselo en la boca».

En la Edad Media, e incluso hasta entrado el siglo XVI, estos platos de pasta tenían un carácter diferente al actual. No sólo los tiempos de cocción eran más largos –muy lejos de la actual preferencia por la pasta al dente, pues–, sino que la pasta se combinaba con ingredientes que hoy resultan sorprendentes, mezclando sabores dulces y picantes de especias. La pasta se consideraba un plato de ricos, o en todo caso tenía un puesto destacado en los banquetes de la aristocracia del Renacimiento. Por ejemplo, Bartolomeo Scappi, que fue cocinero papal a mediados del siglo XVI, imaginó un tercer plato para un banquete que se componía de un pollo hervido acompañado por raviolis rellenos de una pasta de vientre de cerdo hervido, ubre de ternera lechal, cerdo asado, parmesano, queso fresco, azúcar, hierbas, especias y pasas.

 

La pasta se combinaba con ingredientes que hoy resultan sorprendentes, mezclando sabores dulces y picantes de especias

 

La receta de macarrones a la romana (maccheroni alla romanesca) del mismo Scappi es aún más atrevida. Se hacía una masa de harina y migas mezcladas con leche de cabra y yema de huevo, y se aplanaba hasta formar una lámina que luego se partía en estrechas tiras mediante un rodillo cortante (bussolo), para formar los macarrones –no necesariamente en forma de tubo, porque el término macarrón era entonces muy variable–. Después de dejarlos secar, los macarrones se hervían en agua durante media hora, se colaban y se cubrían con queso gratinado, trozos de mantequilla, azúcar, canela y tajadas de provatura, un queso local de leche de búfala. Por último se dejaban media hora en el horno con un poco de agua de rosas, para que se fundiera el queso y los macarrones se impregnaran del sabor de las especias. No es extraño que otro autor del siglo XVI, Giulio Cesare Croce, colocara los macarrones en la lista de los platos que engordan.

 

Manjar de mendigos y reyes

Apenas un siglo más tarde el panorama había cambiado, al menos en Nápoles. Allí la pasta se convirtió en un plato popular, incluso en la base de la alimentación del pueblo, hasta el punto de que si hasta el siglo XVI a los napolitanos se los solía llamar comeverduras (mangiafoglia), a partir del XVII se impone el apodo de comemacarrones: mangiamaccheroni, comemaccheroni. Se han dado varias explicaciones de este fenómeno. Una es el retroceso del nivel de vida de la gente común, que limitó el acceso a la carne, mientras que los grandes latifundios cerealeros del reino napolitano o de Sicilia ofrecían trigo relativamente barato. También influían las restricciones religiosas: la pasta era una comida ideal en los días magros en que estaba prohibido comer carne. Pero quizá la razón principal de la generalización de la pasta fue que a partir del siglo XVII se desarrolló su fabricación industrial mediante máquinas como el torchio, una prensa mecánica que permitía elaborar los típicos fideos o vermicelli (que pasarían a llamarse espaguetis en el siglo XIX).

En la ciudad de Nápoles, la pasta se identificó con un tipo social característico, los mendigos o lazzaroni, de los que se decía que sólo se alimentaban de macarrones. «Cuando un lazzarone ha ganado cuatro o cinco monedas para comer unos macarrones aquel día, ya no le preocupa el mañana y deja de trabajar», decía un viajero. Lo que no impidió que la pasta terminara conquistando el paladar de las clases elevadas. El propio rey de Nápoles, Fernando IV, devoraba con fruición los macarrones: «Los cogía con los dedos, retorciéndolos y estirándolos, y se los llevaba vorazmente a la boca, desdeñando con gran magnanimidad el uso del cuchillo, el tenedor o la cuchara...».

Lo que sí cambió definitivamente fue el sabor de la pasta. Desterrados el azúcar y las especias, su lugar lo ocupó el queso, que ayudaba a hacer de la pasta un plato nutritivamente completo. Hasta que a principios del siglo XIX llegó el tomate, un producto importado de América que durante largo tiempo les pareció a los italianos demasiado exótico. De hecho, sólo en 1844 aparece la primera receta del plato de pasta más típico hoy en día: los espaguetis con salsa de tomate.





La Garma, una cápsula del tiempo en el norte de España



Pinturas rupestres, huellas, instrumentos de trabajo de hace miles de años... Esta cueva de Cantabria es un lugar único para conocer nuestro pasado. Un desprendimiento de parte de la galería de acceso a la cueva convirtió este lugar en una auténtica cápsula del tiempo de 16.500 años. Todavía no se saben las causas exactas, pero las piedras que cayeron sellaron, en un instante, un gran espacio de unos 800 metros en el interior del cual se puede encontrar los restos de un campamento que incluyen un magnífico conjunto de arte rupestre y mobiliar de hace miles de años.





Foto: Fundación Palarq
 

Pinturas rupestres, huellas, instrumentos de trabajo de hace miles de años... Esta cueva de Cantabria es un lugar único para conocer nuestro pasado. Un desprendimiento de parte de la galería de acceso a la cueva convirtió este lugar en una auténtica cápsula del tiempo de 16.500 años. Todavía no se saben las causas exactas, pero las piedras que cayeron sellaron, en un instante, un gran espacio de unos 800 metros en el interior del cual se puede encontrar los restos de un campamento que incluyen un magnífico conjunto de arte rupestre y mobiliar de hace miles de años.

En este capítulo nos quedamos en España. Viajamos al norte del país, a Cantabria, para entrar en una cueva única en el mundo, de hecho, está incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Se trata de la zona arqueológica de La Garma, dónde trabaja desde hace años un equipo de investigadores españoles, tratando de analizar una gran cantidad de material que nuestros antepasados dejaron allí y que se conserva hoy en día prácticamente intacto.

Esta cueva cántabra es un santuario del pasado. Un desprendimiento de parte de la galería de acceso a la cueva convirtió este lugar en una auténtica cápsula del tiempo de 16.500 años. Aún no se saben las causas exactas, pero las piedras que cayeron sellaron, en un instante, un gran espacio de unos 800 metros en el interior del cual se puede encontrar, a simple vista, los restos de un campamento que incluyen un magnífico conjunto de arte rupestre y mobiliar.

Lo que más impacta del sitio (de este complejo arqueológico) es la enorme secuencia cronológica del material encontrado, que va desde el Paleolítico Inferior hasta la Edad Media.

La Garma, demuestra de nuevo, el inmenso Patrimonio arqueológico que tenemos en España.

¡Bienvenidos a un nuevo episodio de “Desenterrando el pasado”!

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En el centro de la comunidad de Cantabria, en el pueblo de Omoño, y a unos 30 kilómetros al oeste de la capital, Santander, se encuentra la Garma, un monte que alberga diferentes cuevas, con ocupaciones de toda la Prehistoria y algunos períodos históricos.

Un equipo de investigadores, capitaneado por dos arqueólogos españoles que en unos minutos conoceremos, trabajan desde hace más de 25 años en el lugar. Este proyecto ha sido recientemente galardonado con el Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq, una fundación que trabaja desde hace años para apoyar las Misiones Arqueológicas Españolas.

Luis Monreal dirige la Fundación Aga Khan de Ginebra además de ser el portavoz del jurado que ha otorgado el premio y nos habla de la excepcionalidad del proyecto.

Lo primero que hay que decir es la excepcionalidad del yacimiento que es una cápsula del tiempo es una cueva la galería inferior de la montaña de La Garma que ha quedado sellada por el derrumbe de una galería y eso ocurrió hace 16.500 años. Entonces allí están los restos, como una instantánea de las gentes que vivieron, el arte que crearon que pintaron en las paredes, los objetos artísticos, y hay toda una lectura posible de cuáles fueron sus actividades, sus relaciones sociales… En fin es un lugar fascinante. Es como una de hace 16.500 años”.

“La primera sensación fue de maravilla…"

Él es Roberto Ontañon, uno de los directores del proyecto de la Garma.

"Porque el espacio subterráneo en sí es muy impresionante.. para acceder a la galería interior hay que dar un salto de 7 metros y luego otro de 14 metros y, por lo tanto, solo esto es todo una aventura. Además recuerdo bajar con un sistema de iluminación muy precario, y bajamos rapelando como los alpinistas o espeleólogos. Primero fue una aventura y luego ya lo hicimos rutina… ¿Fue como un viaje al centro de la tierra".

 

Un viaje a uno de los sitios más importantes de la prehistoria del sur de Europa.

“Porque tenemos toda la secuencia de la prehistoria representados.

Y él es Pablo Arias, arqueólogo y el otro director del proyecto

 

"Tenemos las ocupaciones más antiguas de la región cantábrica, ocupaciones de unos 400.000 años, tenemos ocupaciones correspondientes a los hombres de neandertal, tenemos ocupaciones de todos los periodos del paleolítico superior, de los cazadores de la última época glacial que ya son de nuestra especie. E incluso tenemos ocupaciones muy interesantes de la época visigoda. Es un sitio realmente único, hay muy pocos lugares en el mundo donde haya unas secuencias tan continuas y ricas como La Garma”.

Hay un día del calendario que estos dos arqueólogos recuerdan siempre, el 2 de noviembre, cuándo descubrieron una de las joyas de este yacimiento. Se trata de la cueva de la Galería Inferior. Cuentan que ese día de 1995 mientras ellos estaban excavando, un grupo de espeleólogos entró en la Galería y rápidamente se dieron cuenta de la magnitud del descubrimiento…

Se ve que Pablo y Roberto se encontraban al exterior de la única entrada que da actualmente acceso a la Galería, dos pisos por encima, y los espeleólogos que estaban dentro, les iban contando lo que iban viendo…

“ Y nosotros estábamos convencidos de que nos estaban tomando el pelo… hemos descubierto arte rupestre, hemos descubierto un esqueleto… Pensábamos que era una broma como tantas otras, hasta que los vimos salir, y vimos que no era una broma, sino que habían hecho el descubrimiento arqueológico más importante que había tenido lugar en España quizá el último siglo, no? Al día siguiente yo bajé con estos espeleólogos y puedo decir que ha sido la impresión más grande que he tenido en toda mi carrera arqueológica”.

Los geólogos creen que fue un derrumbe instantáneo que colapsó la cueva, y que fue causado por un terremoto o por una cantidad desmedida de precipitaciones.

Un colapso que pilló al grupo que vivía allí, fuera de la cueva… por lo que los pobladores no pudieron volver a entrar, pero dejaron una enorme cantidad de material dentro. Un material que ahora nos permite conocer cómo vivían aquellas poblaciones.

“Esto hace que entrando en esta cueva, a la que accedemos por la chimenea, nos encontramos con los suelos en los que caminaban, trabajaban y realizaban sus actividades estos grupos de hace 16.500 años. Nos encontramos todos los restos de sus actividades, donde estuvieron troceando los restos de animales que se comían, donde estuvieron tallando los objetos de sílex, donde estuvieron produciendo restos de arte mueble, los restos de las paletas donde preparan la pintura para pintar en las paredes, restos de las cabañas donde vivían… es una cosa extraordinaria y eso se ha podido conservar gracias a ese aislamiento que hizo que la cueva quedará en unas condiciones muy estables y que ha llegado hasta nuestros días”.

Para Pablo uno de los hallazgos más destacados de la zona de La Garma son dos esqueletos del siglo VII después de Cristo, de época visigoda, que ponen los pelos de punta.

"Porque claro te encuentras allí a las personas… y aunque hayas pasado muchas veces ves una persona real, que hablaba, que tenía tus mismos sentimientos. Te impresiona más que un objeto por más bello e importante que sea, y por mucho que te digan mucho de estas personas. porque los objetos que encontramos en la cueva tenían un significado para ellos.

Hay tanto material en el suelo de la Galería que los investigadores tienen que ir peinando la zona poco a poco e incluso hay alguno muy destacable que les pasa desapercibido a primera vista…

Quizá la figura más representativa de toda la cueva de la Garma es un caballo pintado en negro muy bonito. Y ese caballo te puedo decir que lo vimos la tercera vez que entramos en la cueva. Los primeros que bajaron ni lo vieron… porque ese caballo está en un sitio tapizado de huesos arqueológicos.

Los que entramos las primeras veces íbamos preocupados de donde pisamos… no miramos ni las paredes. La tercera vez que entramos en la cueva me dio por levantar la cabeza y vi ese caballo que me dejó fascinado. Que lo ve un ciego, no hay que ser ningún arqueólogo.

Realmente es un enorme agobio… cuando estas por la cueva… hemos establecido un determinado camino del que no nos podemos salir para evitar deteriorar nada”

La cueva de La Garma es única en el mundo y, tal es su importancia, que ha sido incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Formar parte de esta lista, cómo es de esperar, conlleva una gran responsabilidad.

“Esa declaración como parte de esta lista de patrimonio mundial de la UNESCO, no proporciona directamente recursos a los estadios que tienen estos bienes, sino que les exige un cuidado suplementario y una protección de esos bienes que son de toda la humanidad. Estas declaraciones no se hacen a título particular o a iniciativa de personas concretas, sino que son los países, los propios estados, los que proponen a la UNESCO esta declaración y los que posteriormente se tiene que responsabilidad de actuar conforme a lo que se espera de ellos. De hecho ha habido ocasiones en las que la UNESCO a planteado la posibilidad de sacar estos bien porque no han sido suficientemente cuidado en los países en los que están”.

Por cierto, en España estamos malacostumbrados, porque somos de los países que tienen más monumentos incluidos en la lista de la UNESCO. De hecho, somos el tercer país del mundo solo por detrás de Italia y China.

Cómo comentábamos, formar parte de la lista implica tener que invertir esfuerzo y recursos en conservar el patrimonio. Un gran reto para los investigadores.

“Los arqueólogos somos a veces el mayor peligro para el patrimonio, porque tenemos una manera de trabajar que a diferencia de otras ciencias, destruye lo propio que estudia. Cuando un historiador de la Edad Moderna lee un documento, lo lee y ya está. Salvo que sea un vándalo, no lo estropea. Pero cuando un arqueólogo excava un yacimiento arqueológico lo que hace a veces es destruirlo para leerlo. Por eso desde el principio hemos tratado de desarrollar un proyecto en lo primero sobretodo es la conservación con técnicas no invasivas, no destructivas. Nuestro lema es intentar sacar la máxima información científica que podamos de La Garma, conversando el sitio lo más parecido a cuando lo descubrimos. Nos hemos implicado muy particularmente en esas obligaciones que suponen la incorporación al Patrimonio Mundial de la UNESCO”.

 

Trabajar en la Garma implica pues un plus de esfuerzo, que los investigadores aceptan, cómo ellos mismos cuentan, por el hecho de trabajar en un sitio tan maravilloso.

Para extraer la mayor cantidad de información es importante no deteriorar de manera irreversible los restos del interior. Para ello los expertos aplican técnicas no destructivas para proteger los objetos. Y para ello invierten el proceso natural de otras excavaciones o trabajo de campo. Es decir, en vez de llevar el material de la cueva al laboratorio, se llevan el laboratorio a la cueva. Nos lo explica de primera mano el propio Pablo Arias.

“Instalándonos en ella, bajando los microscopios, las colecciones comparativas de fauna, en fin, todo el instrumental que necesitamos para intentar estudiar estos yacimientos sin alternarlos, o alterarlos lo menos posible. Dejándolos en una situación que los arqueólogos de futuras generaciones que sigan estudiando La Garma puedan seguir disfrutando este sitio y la humanidad no pierda este contexto único. Estamos invirtiendo el enfoque tradicional de la arqueología. Esto supone un problema, porque a veces no se puede obtener tantísima información como cuando se llevan los objetos al laboratorio, pero afortunadamente las técnicas no invasivas están mejorando mucho. Nuestro intento es hacer una tortilla sin romper los huevos. Que parece que sea imposible, pero en algunos casos lo estamos consiguiendo”.

El registro arqueológico de todo este material es un trabajo de más de una vida... Pensad que hay 800 m2, y para que os hagáis una idea, en 25 años han cubierto unos 80 metros cuadrados.

Lo que te da una idea del ritmo de trabajo y de la riqueza del sitio.

Las cuevas de La Garma también son famosas por cobijar una importante cantidad de arte rupestre. Las pinturas que se pueden encontrar van desde 38.000 años hasta 16.500 que es cuando los habitantes de la zona se van.

Fijémonos en los colores de estas.

“Hay dos categorías importantes de colores, los colores rojos - amarillos - marrones… tonos cálidos. Todos proceden de diferentes tipos de óxidos de hierro. Y luego el negro, en la garma, prácticamente la totalidad del color negro lo hicieron con carbón vegetal”.

Y, ¿Cómo preparaban las pinturas? ¿Qué materiales utilizaban?

“Ellos cogían por ejemplo para los colores amarillentos, en la propia cueva hay fisuras dónde hay unas arcillas que es arcilla con ocre, que es un ocre de color amarillento… hay otros olores de color rojo muy intenso que están hechos con diferentes tipos de óxido de hierro y por lo que hemos visto en La Garma, hemos encontrado zonas de preparación de colorantes y, ese colorante, lo hacían machacando mineral de hierro, triturándolo hasta hacerlo polvo y mezclándolo con agua. Y luego el trazo negro lo hicieron o bien utilizando carbon, quemando madera y usando lápizes de carbón o en algun caso utilizaron también hollín… el negro de humo que llaman los franceses y con las manos lo aplicaron para rellenar esas figuras negras.”

Roberto explica que eran gente muy habilidosa, porque sabían usar y sacar provecho de los recursos que tenían a su alcance.

Una de las pinturas que más sorprenden de la Garma y que se repiten hasta 40 veces, estas son las que han estado identificadas hasta el momento, son las manos negativas. ¿Cómo lo hacían para dejar la huella de su mano en las paredes de la cueva?

“El procedimiento es apoyar la mano en la pared y después soplar pintura líquida encima de la mano. Entonces la mano queda teñida de color rojo confundida con la pared en la que está apoyada y al retirar la mano lo que queda es la impronta de la mano, queda el hueco sin pintar, rodeado por un halo de color rojo que delimita la forma de la mano. Esto es lo que llamamos manos negativas. Y es un motivo muy recurrente a lo largo de toda la historia de la humanidad… lo encontramos en América, en Sudamérica, en el sudeste asiático… La mano negativa es una especie de autorretrato, de firma.Hay autores que piensan, yo también, que es una forma de identificarse, la persona y el grupo del que formas parte, de identificarte con el sitio, de tomar posesión del sitio”.

Para soplar la pintura, lo hacían directamente con la boca o usando un tubo que les permitía pulverizar mucho más la pintura. La mayoría de las manos negativas encontradas en La Garma están hechas así.

Aparte de dejar estampadas sus manos en las paredes también dejaron símbolos y sobre todo representaciones de animales.

“Hay que citar sobre todos, variando un poco según las épocas, hay que citar, el bisonte, caballo, el ciervo, la cierva, la cabra, el reno, y después un grupo pequeño de otros herbívoros y de carnívoros, los leones, algunas representaciones de cánidos, de aves, algunas de liebres”.

Las pinturas de estos animales representan el 80% de los conjuntos decorados en La Garma.

El caso de la galería inferior es un caso único en el mundo, por la manera intacta en que se encuentran los materiales en su interior. Antes comentábamos que la cueva cuenta con 800 metros cuadrados, dónde quedaron depositados, según calculan los expertos, 70.000 objetos arqueológicos.

“Yo me quedo sin ningún lugar a dudas, con un objeto extraordinario. Se trata de una falange de un uro, es uno de los huesos de la mano, en este caso es un hueso de la pata de un uro. El uro es el buey salvaje, es un antepasado de nuestras vacas y toros, pero es más grande. Imagínese a un toro de lidia, pero que pesa en torno a una tonelada y dos metros de altura. Es un auténtico monstruo, un animal feroz, tremendo. Uno de estos animales lo cazaron, le extrajeron una falange y le hicieron un colgante y sobre ella grabaron una representación del mismo animal, una representación de una enorme calidad artística, en relieve, de un macho de esa especie, de un uro, y junto a ella un signo y una cabecita humana. Una representación muy esquemática de una cara humana de frente. Es una pieza extraordinaria.

Este objeto fue incluido en una selección de los 100 mejores objetos arqueológicos de España. Por cierto, quien tenga curiosidad puede ver la imagen de esta bella falange en la página web de la Fundación Palarq.

Bien, Pablo elige, de todo el material encontrado hasta el momento, la falange. Y Roberto se queda con…

"Yo elijo un contorno recortado, una escultura hecha en un hueso plano que lo que hacían era recortarla dándole la forma del animal que quería recortar… Este contorno es original porque lo que han representado es un oso que es rarísimo. Hay muy pocas representaciones de osos en el arte mueble y todavía hay menos en los que se recorta en forma de oso y luego se llenan todos los detalles con una precisión milimétrica: el morro, la boca, el ojo, la oreja, la cola, el vientre , el pelaje... Y, además, esta pieza tiene una perforación en la base del vientre para poderla colgar… encima de la ropa por ejemplo”.

Este hueso recortado se exhibe en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, y es la pieza más demandada por otros museos a causa de su excepcionalidad

Queda mucho aún por explorar en La Garma… y, de hecho, los dos directores del proyecto ya cuentan en jubilarse cómo arqueólogos trabajando en este proyecto.

Un proyecto que gracias al premio de la Fundación Palarq va a ser aún más conocido a nivel mundial, ya que, uno de los objetivos del premio es dar visibilidad a La Garma. Se trata, cómo explica el miembro del jurado del premio Luis Monreal, de ayudar a difundir el trabajo en el yacimiento.

“Pensamos, al darle este premio, que ha llegado el momento de difundirlo porque además, las estructuras están preparadas para poder hacer frente a la curiosidad pública que este proyecto va a desvelar. Y esto es como invertir en bolsa, hay que invertir a futuros, el Turuñuelo ha sido un éxito, para la Fundación Palarq, pero también, para los investigadores que trabajan allí, porque les ha dado un empujón y les ha también, y este es el propósito de los premios, incentivar la comunicación y esto ha sido realmente uno de los resultados de los que estamos más satisfechos de la primera edición del premio”.

La primera edición del premio fue para el proyecto de las Casas del Turuñuelo, en Badajoz. Al que dedicamos el primer podcast de “Desenterrando el pasado” y que podéis escuchar aquí.

Cómo siempre decimos, a fin de cuentas conocer nuestro pasado es conocernos mejor en el presente.

 

 

 

TODA LA INFORMACION LO HE 

ENCONTRADO EN LA PÁGINA 

OFICIAL DE NATIONAL GEOGRAPHIC

 



 Pirata Oscar 

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