Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE con las dos entradas conjuntas son pequeñas pero os resultarán curiosas.
Para esta semana seguimos hablando en la primera noticia (Los secretos del barco con el que se descubrieron las antípodas).
Y la segunda noticia (¿Descubrieron América los chinos en 1421?).Son todos los articulos nuevos.
Esta
semana nos toca Los secretos del barco que descubrio las antípodas y Descubrierón las Ámericas los chinos.
Los secretos del barco con el que se descubrieron las antípodas
Hace más de doscientos años, James Cook plantó la bandera británica en unas costas hasta ese momento inexploradas, lo que más tarde se llamaría Australia. Era el colofón de un increíble viaje que hizo a bordo de un barco mítico, el Endeavour, cuyos restos han sido descubiertos ahora en el fondo de un puerto de Rhode Island, Estados Unidos.
Para los doctos caballeros de la Royal Society de Londres, el llamado tránsito de Venus de 1769 era una ocasión única de calcular la distancia exacta entre el Sol y la Tierra. Para los prosaicos lores del Almirantazgo, aquel raro fenómeno astronómico que había que observar desde puntos alejados del planeta era una excusa perfecta. Porque lo de Venus no les importaba gran cosa, lo que ellos querían era enviar una expedición al otro extremo del mundo para encontrar y reclamar la mítica Terra Australis, el continente que según se creía llenaba el hueco que los mapas todavía mostraban en el corazón del Pacífico Sur.
Los caballeros de la Royal Society, los lores del Almirantazgo y hasta el mismo rey Jorge se pusieron de acuerdo: había que mandar un barco a las antípodas
En aquella recta final del siglo XVIII, la idea de un continente nuevo lleno de recursos naturales, quizá con metales valiosos, quizá con tierras aptas para cultivar tabaco, azúcar o té, o algodón para la incipiente industria textil, o quién sabe si otra planta desconocida pero igualmente rentable, inflamaba por igual la codicia y las fantasías de hegemonía mundial de los gobernantes británicos. Si además todo se hacía bajo el noble manto de la ciencia, que en la Europa de la Ilustración iba sustituyendo al arte como elemento de prestigio internacional, pues mejor que mejor. En definitiva, los caballeros de la Royal Society, los lores del Almirantazgo y hasta el mismo rey Jorge se pusieron de acuerdo: había que mandar un barco a las antípodas.
El elegido para comandar esta expedición no tan científica como parecía fue un oficial de la Royal Navy con formación en matemáticas y astronomía. A sus 40 años, James Cook ya había dado muestras de sus habilidades como navegante y cartógrafo en Terranova y Canadá, además de poseer unas dotes de mando que le hacían idóneo para una empresa que se preveía larga y llena de incertidumbres. Le acompañaría un grupo de astrónomos y botánicos encabezado por Joseph Banks, un naturalista de buena familia que financió parte de la expedición.
El Endeavour, el robusto velero acondicionado para llevar a un centenar de hombres hacia lo desconocido, y si era posible traerlos a todos de vuelta, cargaba con un ingenio para desalar agua y con barriles de chucrut y concentrado de limón, en lo que era un proyecto piloto de la Armada para prevenir el escorbuto, flagelo de las tripulaciones en las largas travesías marítimas. En el último momento también subieron a bordo una docena de infantes de marina, cuya presencia quizá se explicaba por un sobre lacrado que contenía órdenes secretas y que Cook no debía abrir hasta haber concluido las mediciones astronómicas.
Por fin, el 26 de agosto de 1768 el Endeavour salió de Plymouth rumbo a Tahití, el lugar más remoto conocido y al que no había ninguna garantía de llegar: en aquella época, aventurarse en aguas prácticamente inexploradas en un barco de madera era como viajar a Marte. A pesar de todo, Cook consiguió doblar el siempre traicionero cabo de Hornos, adentrarse en el Pacífico y arribar puntual a Tahití y a su cita con los astros.
El 3 de junio de 1769, el día señalado, amaneció despejado y Cook pudo registrar el recorrido de Venus por delante del disco solar. Por desgracia, un efecto óptico impidió que los resultados fueran tan precisos como se pretendía. Recogidos los telescopios y con el ancla levada, Cook abrió el sobre que contenía las instrucciones para la segunda parte de su viaje. Y vio que la aventura no había hecho más que empezar.
Las órdenes secretas eran claras: debía navegar hacia el sur hasta encontrar la ‘Terra Australis’ de los clásicos y tomar posesión de ella en nombre de la corona británica. Pero aquella tierra del sur no existía. Cook la buscó durante semanas en una complicada singladura que lo llevó más allá de los Rugientes Cuarenta, latitud castigada por terribles vientos. Incapaz de seguir adelante, viró al oeste y recorrió otros 5 000 kilómetros hasta llegar a Nueva Zelanda, por aquel entonces solo un perdido fragmento de costa en el mapa trazado en 1642 por el explorador holandés Abel Tasman. Cook dedicó varios meses a rodear lo que en realidad eran dos grandes islas, separadas por un estrecho que hoy lleva su nombre. Los miembros de la expedición también estudiaron la flora y fauna locales y establecieron unas relaciones con los nativos maoríes que no siempre fueron pacíficas. En marzo de 1770 llegó el momento de regresar a casa.
Al teniente James Cook le valió el ascenso a capitán, el mando de nuevas expediciones al Pacífico y la entrada en los libros de historia con la categoría de héroe
De las posibles rutas de vuelta, Cook eligió la más interesante: navegar a través del enorme vacío que había entre Nueva Zelanda y las costas de Nueva Guinea y Nueva Holanda, el nombre que se le daba al litoral occidental de una isla que nadie sabía hasta dónde se extendía. Y que resultó ser enorme, como comprobó Cook cuando se topó con su otro extremo, cerca de la actual Sídney. Tras tocar tierra, el Endeavour siguió hacia el norte en paralelo a la costa y se adentró en el laberinto de la Gran Barrera de Coral, kilómetros de arrecifes de los que el barco salió muy mal parado. Una vez alcanzado el extremo norte de lo que hoy es el estado de Queensland, Cook desplegó la bandera británica y tomó posesión de las costas descubiertas en nombre de su rey. Era el 22 de agosto de 1770. Con dos años de viaje a sus espaldas, el Endeavour en las últimas y sin más espacios en blanco en su camino, Cook decidió poner proa a Batavia, capital de las Indias Orientales Holandesas, a donde llegó en octubre.
Tras un mes de descanso y reparaciones, la expedición levó anclas para atravesar el océano Índico en dirección a África, doblar el cabo de Buena Esperanza y seguir hacia Europa. El 10 de julio de 1771, Nicholas Young, el mismo grumete que vio tierra frente a Nueva Zelanda, atisbó en el horizonte las costas de Cornualles. El Endeavour echó el ancla en el estuario del Támesis una semana más tarde.
Aquella increíble aventura se saldó con mapas detallados de costas antes desconocidas, el estudio de nuevas especies animales y vegetales y la victoria definitiva sobre el escorbuto. También abrió la puerta a la colonización de Nueva Zelanda y de una isla del tamaño de un continente que, aunque no era la ansiada ‘Terra Australis’, todo el mundo acabaría llamando Australia. Por su parte, al teniente James Cook le valió el ascenso a capitán, el mando de nuevas expediciones al Pacífico y la entrada en los libros de historia con la categoría de héroe. Para los pueblos aborígenes y maoríes, significó el principio del fin de su milenaria forma de vida.
¿Descubrieron América los chinos en 1421?
Este mapa atribuido a Zheng He y en el que aparecen América y Oceanía, décadas antes de la llegada de Cristóbal Colón, es el origen de una controvertida teoría acerca del verdadero descubridor de América.
Cristóbal Colón sabía que había tierra al otro lado del Atlántico, aunque él creía que era parte del continente asiático. Es probable que el genovés hubiera obtenido también información precisa sobre los vientos alisios, que facilitaron la llegada de Colón y marcaron el año 1492 como el del descubrimiento de América. Y si sabía todo eso era porque lo había visto en algunos documentos y mapas.
¿Quiénes confeccionaron esas cartas náuticas? Gavin Menzies, excomandante de la Armada británica, aseguraba en su controvertido libro 1421, el año en que China descubrió el mundo que los autores de esos mapas fueron marinos chinos, que descubrieron América setenta años antes que Colón. Aquella privilegiada información llegó a manos de cartógrafos italianos y luego al navegante genovés.
Contaba Menzies que el promotor de aquella proeza fue el emperador Yongle, quien además de ordenar la construcción de la Ciudad Prohibida convirtió China en la mayor potencia marítima de la época, con una impresionante flota de juncos al mando de Zheng He, un eunuco musulmán de dos metros de altura. Cuatro de los almirantes a su mando, Yang Qing, Zhou Man, Hong Bao y Zhou Wen, exploraron el sudeste asiático y descubrieron Australia, América y la Antártida.
El 5 de marzo de 1421, una flota china comandada por Zheng He y compuesta por unos 200 navíos de 150 metros de eslora puso rumbo hacia el sur. Pasado un tiempo, Zheng regresó a China y los otros almirantes siguieron su periplo. Una parte de la flota llegó a Chile, Perú, Guatemala, México y California y otra siguió la costa este de América, desde el Caribe hasta la bahía de Massachusetts.
«Si los emperadores que siguieron a Yongle no hubieran optado por el aislamiento, China -y no Europa- se habría convertido en señora del mundo», aseguraba Gavin Menzies, defensor de la controvertida teoría
¿Por qué no aprovecharon esa ventaja para colonizar los nuevos territorios? Menzies afirmaba que, cuando los supervivientes de las flotas regresaron en 1423, descubrieron que China había cambiado. Había sufrido una gran crisis económica que afectó a la salud de Yongle. A partir de entonces ya no habría más viajes de intercambio comercial y de descubrimientos. China entraba en su larga noche de aislamiento del mundo exterior.
Los barcos fueron desguazados; los almirantes fueron destituidos; y los mapas, las cartas náuticas y los documentos que registraban aquellas hazañas de las flotas chinas fueron destruidos por orden de los mandarines. Los grandes logros del emperador se ignoraron y con el tiempo se olvidaron.
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Pirata Oscar
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