sábado, 25 de mayo de 2024

CULTURA Y ARTE 180 (Así se erigió la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago)

 

Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE esta semana el nuevo artículo es Así se erigió la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago,toca hablar de la fachada del Obradorio que es tan impresionante y como se hizo.Va estar muy bien esta nueva entrada.


Así se erigió la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago

 


El arquitecto Fernando de Casas y Novoa fue el encargado de levantar la majestuosa fachada barroca del Obradoiro durante la primera mitad del siglo XVIII. Esta fachada, junto a los edificios que la circundan y que forman un conjunto unitario, hacen de la Plaza del Obradoiro una de las más maravillosas y monumentales del mundo

 

Son muchas las descripciones, las palabras y las imágenes que se han utilizado para mostrar y explicar la fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela. Sin embargo, de forma recurrente vienen a nuestra memoria los versos de Gerardo Diego, escritos en 1940, en su libro Ángeles de Compostela:

 

 También la piedra, si hay estrellas vuela. Sobre la noche biselada y fría creced, mellizos lirios de osadía creced, pujad, torres de Compostela.

 

Así se erigió la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago

 

De izda. a dcha., Torre de la Carraca, Torre de las Campanas y Torre del Reloj o Berenguela. Foto: Shutterstock.

 

En ellos no solo se capta ese carácter maravilloso de una compleja fachada barroca, también se define la esencia que la singulariza: su empuje vertical, el deseo de ascender sobrevolando todas las edificaciones que la circundan.

Del mismo modo que Antón Capitel habló de la metamorfosis barroca de la catedral compostelana, es posible hablar de la metamorfosis urbana de la plaza del Obradoiro que, sin la fachada de Fernando de Casas y Novoa, con toda seguridad, sería un proyecto urbano totalmente distinto. Piedra, arquitectura y urbanismo se dan cita en ella para decantar, a lo largo de dos siglos y medio, la que será una de las más maravillosas plazas barrocas del mundo.

 

La fachada del Obradoiro

A la plaza del Obradoiro se puede acceder desde diferentes puntos de la ciudad. Sin embargo, el acceso privilegiado es el que se hace a través del pasaje del Palacio de Gelmírez, dejando atrás la rúa de la Azabachería. Desde ahí, se llega a la plaza dándole la espalda a la fachada occidental de la catedral, que se alzará ante nuestros ojos majestuosa y con una absoluta apariencia de unidad, como si el proyecto fuese el resultado de una sola mano. En realidad, en ella confluyen soluciones y maestros que, desde principios del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII, determinarán su configuración definitiva. 

Junto al nombre de Fernando de Casas y Novoa, es inevitable poner los de maestros como Ginés Martínez de Aranda, José Peña de Toro, Lucas Ferro Caaveiro; también lo deben acompañar el del canónigo fabriquero José Vega y Verdugo o los arzobispos Carrillo y Acuña, Girón, Seijas y Losada, Monroy, Salcedo y Azcona, Herrero Esgueva, Yermo Santibáñez, Manrique de Lara o Gil Taboada. Como es evidente, cada uno de ellos desempeñó un papel más o menos significativo en un proyecto que transitó por los siglos del Barroco hasta florecer en la actual fachada.

 

Fachada Catedral Santiago

 

Fachada oeste o del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela. Foto: Shutterstock.

 

Una nómina muy extensa para una historia que comienza con la fachada románica de la basílica. De ella, dijo Vega y Verdugo en su memorial de mediados del siglo XVII, que era «una de las mejores que tiene España».

 

Antes y después de Casas y Novoa 

Entre 1656 y 1657, cuando Vega y Verdugo escribe su memorial, el hastial occidental de la basílica debía ofrecer un aspecto un tanto extraño, puesto que junto con la fábrica medieval convivía la escalera de acceso levantada en torno a 1605 por Ginés Martínez de Aranda. Una solución calificada por el canónigo fabriquero como «tan rara en su disposición y arquitectura que no hay quien no admire su ermosura».

Con su caja rectangular y el doble tiro recto, esta escalinata recordaba soluciones como la Escalera Dorada de la Catedral de Burgos y solucionaba el problema del acceso a la cripta y a la terraza que se abre delante del Pórtico de la Gloria. Es en este punto donde también se encuentra el estribo que refuerza los empujes de la Torre de las Campanas.

 

Escalera Dorada Catedral de Burgos

 

Escalera Dorada de la Catedral de Burgos, obra del arquitecto burgalés Diego de Siloé. Foto: Shutterstock.

 

A partir de este momento, es posible situar el inicio de las obras de remodelación de la fachada. En primera instancia solo con la adición de un último cuerpo para las campanas y las pilastras que lo molduran. La obra corre a cargo de Peña de Toro y se concluye entre 1668, fecha que figura en uno de sus escudos, y 1671, momento en que se coloca la cruz y la veleta del campanario. Esta no será la configuración definitiva puesto que, a partir de 1720, coincidiendo con el arzobispado de Salcedo y Azcona, se retoman las obras de reforma, si bien muy lentamente. A esa lentitud se debe añadir el impacto de un rayo en 1729, motivo por el cual las obras proseguirán hasta 1732. Es en esta fecha cuando asume el encargo Fernando de Casas y Novoa.

A partir de esta 1738, y hasta su muerte en 1749, el maestro compostelano acometerá la tarea de hacer la Torre de la Carraca con una fisonomía similar a la Torre de las Campanas, hasta el punto de que reproduce el mismo estribo cúbico ideado por Ginés Martínez en el lado sur. También se encargará de remodelar el cuerpo central, donde ideará la solución de un espléndido espejo que se abre hacia el interior.

 

Torre de la Carraca

 

La Torre de la Carraca (en la imagen), obra de Casas y Novoa, cuenta con una fisonomía similar a la Torre de las Campanas. Foto: Shutterstock.

 

Con esta configuración general, en la que la fachada se alza sobre una plataforma que avanza gracias a esos dos estribos clasicistas, Casas consigue un conjunto que, a medida que asciende, va perdiendo volumen y se hace cada vez más aéreo. La fachada retrocede, articulándose en diversos planos hasta llegar a la estructura medieval, sobre la que se alzan los remates de las dos torres. Es inevitable recordar en la solución adoptada en ellas las referencias a la Torre del Reloj que, cuatro décadas antes, había diseñado Domingo de Andrade. El tránsito entre los estribos clasicistas y el cuerpo central se realiza a través de sendos muros cóncavos que marcan la transición hacia el cuerpo central. Es en este punto donde la creatividad de Casas y Novoa se manifiesta en toda su plenitud.

 

Solución barroca

Como si se tratase de una pantalla pétrea que se despliega sobre la fábrica románica, se articula en dos cuerpos sostenidos por columnas compuestas que generan, a su vez, tres calles. Estas se corresponden con toda exactitud con la configuración interna del Pórtico de la Gloria y con las tres naves de la catedral. La impronta del ritmo románico del templo es tan evidente que, incluso en la calle central, su arco se configura con un parteluz, semejante al que preside el Pórtico. 

 

Arco con parteluz de la calle central

 

Arco con parteluz de la calle central de la fachada occidental de la catedral de Santiago. Foto: Shutterstock.

 

Ocurre lo mismo en el segundo cuerpo, desde el que se ilumina la tribuna. Todo el lienzo mural termina convertido en un espejo transparente, reduciendo la estructura arquitectónica a la más mínima expresión. A esta altura el paño central de la fachada se despliega sobre el cuerpo de las torres, cubriéndolas con dos hornacinas planas y con linternas macizadas y rematadas en pequeños cupulines en los extremos. Se establece de este modo un plan intermedio entre los estribos y las torres. 

Por otra parte, este cuerpo central sigue proyectándose, hasta alcanzar una altura próxima al segundo cuerpo de las torres. Esta articulación, en un cuerpo central elevado, que es flanqueado por sendas torres ya había sido ensayado por Casas y Novoa con anterioridad en la decoración de la capilla de Nuestra Señora del Pilar de la basílica compostelana y en San Salvador de Vilanova de Lourenzá, en Lugo. Se trata de una solución barroca, una fantasía que únicamente tiene una función decorativa al ocultar el tejado que cubre la tribuna y servir de adorno y contrapunto de las dos torres.

 

Programa iconográfico

Sobre esta estructura arquitectónica se despliega todo un universo ornamental en el que la mirada no encuentra descanso. Así, en los paños cóncavos aparecen orejeras, volutas y múltiples adornos con motivos de trofeos militares. El fuste de las columnas del primer cuerpo aparece terciado, recibiendo la parte inferior una decoración menuda a base de cintas y roleos, algo que se extenderá al fuste completo en el caso de los soportes del segundo cuerpo. Una decoración menuda, ágil y pictórica, que encuentra su acomodo también en los capiteles de columnas y retropilastras, metopas, mútilos y, por supuesto, en las orlas de las labras heráldicas. Tampoco se deben olvidar las sartas de frutas, las placas geométricas que en diferentes planos y formas articulan en profundidad los basamentos de las columnas, o las pequeñas formas en rocalla que adornan los dinteles de las puertas.

Ahora bien, esta fachada, en la que lo arquitectónico y ornamental se convierten en elementos fundamentales, también tiene un carácter programático, ideado en clave compostelana y en perfecta correspondencia con los diferentes planos con que se compone el conjunto. Un programa iconográfico que, como ha señalado Vigo Trasancos, se pergeñó al mismo tiempo que se levantaba la estructura, apuntándose la posibilidad de que buena parte de él se definiera en la etapa final, entre 1739 y 1745.

Como es natural, la fachada está presidida por una estatua de Santiago Peregrino, cobijado en la hornacina transparente de la peineta. A sus pies se puede ver a dos reyes que, arrodillados, le rinden homenaje. Aunque no se hayan podido identificar, no resulta difícil pensar, lo mismo que en el baldaquino de la capilla mayor, en la representación de la monarquía hispánica y la devoción que le dispensaban a Santiago. En el mismo plano, pero un poco más abajo, otros dos peregrinos flanquean la urna del Apóstol, se trata de los dos discípulos que trajeron hasta Compostela su cuerpo: Teodosio y Atanasio. 

 

Santiago Peregrino

 

Escultura de Santiago Peregrino en la hornacina de la peineta de la fachada occidental de la catedral de Santiago. Foto: Shutterstock.

 

En un plano más avanzado, también en el cuerpo inferior, dentro de las hornacinas planas ya comentadas, figuran las imágenes del Zebedeo y María Salomé, padres de Santiago. Junto a ellas habría que situar las de san Juan Evangelista, Santiago Alfeo, santa Susana y santa Bárbara, que se disponen sobre la balaustrada que remata los dos estribos, el plano más avanzado de la fachada. La razón de ser y estar de estas cuatro imágenes es sencilla: mientras san Juan aparece como evangelista y hermano de Santiago, Santiago Alfeo —ahora con indumentaria de peregrino, aunque no le sea propia— es la otra gran reliquia que se conserva en la catedral. Lo mismo ocurre con las de santa Susana, primera patrona de la ciudad, y santa Bárbara. Todas ellas habrían llegado a Compostela gracias a la mediación del arzobispo Gelmírez, por lo que se asocian con el origen histórico del templo.

Por último, presidiendo la puerta de acceso, junto con el escudo real, se pueden ver las armas del cabildo y del arzobispo Cayetano Gil Taboada, con quien se dan por concluidas las obras en 1751. Es ahora cuando aparecen los nombres de algunos de los escultores compostelanos más significativos del siglo XVIII: Gregorio Fernández, José Gambino, Antonio López Baamonde, Francisco Lens, Antonio Nogueira, Pedro Ramos o Juan Francisco Fernández Montero.

 

La Plaza del Obradoiro

Tal como se ha descrito, la fachada del Obradoiro encuentra su razón de ser y su última justificación en sí misma, no precisa de ningún complemento para reconocer su monumentalidad, su hermosura y el alarde técnico e imaginativo que supuso en los años finales del Barroco, cuando las frías directrices académicas estaban a punto de irrumpir en Compostela. Sin embargo, sería un error pensar que su presencia no tuvo consecuencias en el trazado urbano de la ciudad o, incluso, pensar que este no determinó en buena medida su configuración.

Fachada y plaza forman una unidad que, no lo podemos olvidar, termina trascendiendo a toda la ciudad. De hecho, las torres de la catedral —ahora incluimos también la Torre del Reloj de Andrade— son un referente simbólico de la altura que deben tener los edificios en la ciudad. Estas torres, junto con el cimborrio, son una parte consustancial del perfil aéreo de Compostela.

Volviendo a la plaza del Obradoiro, si bien da la impresión de que todos los edificios que la conforman tienen por objeto subrayar el impulso vertical de sus torres, no podemos olvidar que, en su mayoría, fueron diseñados con anterioridad a la intervención de Casas y Novoa. Tanto el palacio arzobispal de Gelmírez como el cierre del claustro de la catedral hacia su parte occidental fueron levantados antes de la modificación barroca. Ambos sientan la base horizontal sobre la que crece la fachada. 

 

Fachada Hospital Real

 

Fachada principal del Hospital Real, diseñado y construido por el arquitecto real Enrique Egas entre 1501 y 1511. Foto: Shutterstock.

 

Lo mismo ocurre con el antiguo Hospital Real o con el Colegio de San Jerónimo, diseñados respectivamente a finales del siglo XV y mediados del siglo XVII. Estos cuatro monumentos, junto con la Escalera Maximiliana de Ginés Martínez, son el argumento fundamental para que la fachada del Obradoiro alcanzara su máxima monumentalidad. A ellos habría que añadirle el Seminario de Confesores promovido por el arzobispo Bartolomé Rajoy y Losada, ahora con un lenguaje neoclásico que cierra la plaza en su parte occidental.

Junto con la coherencia urbanística y arquitectónica del conjunto, uno de los ejemplos más acabados de la escenografía barroca, de ese tránsito de calles estrechas a espacios amplios y abiertos, también se debe subrayar la lógica iconográfica de la plaza. Si la fachada del Obradoiro estaba presidida por un Santiago Peregrino, el acceso a la cripta a través de la escalera de principios del siglo XVII se hace bajo un relieve de la batalla de Clavijo, la misma escena que aparece en el tímpano del Seminario de Confesores, actual ayuntamiento de la ciudad.

 

Seminario de Confesores o Palacio de Rajoy

 

Seminario de Confesores o Palacio de Rajoy, construido en 1766 por Carlos Lemaur y actualmente sede del Ayuntamiento de Santiago de Compostela. Foto: Shutterstock.

 

Sobre él, como elemento acrótero, podemos ver la imponente imagen de un Santiago Matamoros esculpido por José Ferreiro. Por su parte, tanto en la portada-tapiz del Hospital Real como en la portada del Colegio de San Jerónimo, hoy en día rectorado de la Universidad de Santiago, Santiago reaparece como peregrino, en ambas ocasiones acompañado de su hermano Juan.



TODA LA INFORMACIÓN LO HE 

ENCONTRADO EN LA PÁGINA 

WEB DE MUY INTERESANTE 




   Pirata Oscar 

No hay comentarios:

Publicar un comentario