Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE esta semana el nuevo artículo es Sobre la Mezquita Mayor y el Palacio del Partal de la Alhambra,conocer mejor como es la Mezquita Mayor o el Palacio del Partal va estar muy bien para saber su historia de este gran monumento español.
Sobre la Mezquita Mayor y el Palacio del Partal de la Alhambra
La Mezquita Mayor y el Palacio del Partal representan el legado de Muhammad III y la cultura nazarí en Granada. Su arquitectura y decoración son un reflejo de la importancia de la religión, la naturaleza y la armonía para la cultura musulmana de la época.
Muhammad III (1257-1314) tuvo un reinado bastante breve, desarrollado entre los años 1302 y 1309. Llegó al trono tras la muerte de su padre, Muhammad II, y fue conocido posteriormente con el sobrenombre de al-Makhlu, o «el depuesto», debido a que en 1309 fue obligado a abdicar en favor de su hermanastro Nasr.
Sin embargo, a pesar de sus pocos años en el trono nazarí, su huella en el conjunto de la Alhambra fue bastante destacada, como no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que fue un hombre que disfrutaba tanto del arte como de la poesía. Sabemos que obsequiaba a los poetas y organizaba celebraciones en las que se rodeaba de sabios y literatos, así como que compuso diversas casidas, de las que se han conservado algunos fragmentos.
Los encargos de Muhammad III en la Alhambra fueron principalmente dos: la Mezquita Mayor de la Alhambra con sus baños y el Palacio del Partal. No obstante, los especialistas consideran que fue en este periodo cuando también se desarrolló un importante eje urbanístico del conjunto nazarí: la conexión entre la Puerta del Vino, la Mezquita Mayor, la Rawda y el barrio de los artesanos mediante la calle Real Alta.
Y es que, la Puerta del Vino, aunque fue modificada posteriormente por Muhammad V, ya existía a comienzos del siglo XIV. Del mismo modo, algunas fuentes escritas, como los poemas de Ibn al-Yayyab e Ibn Zamrak, atribuyen a Muhammad III la construcción de un palacete en el Nayd (ladera meridional de la Sabika) que contaría con una qubba, alberca y fuente con leones, y que podría haber sido el antecedente del actual Palacio de los Leones, si bien no se ha conservado ningún resto material que pueda corroborar la hipótesis formulada.
¿Qué nos revelan los restos de la Mezquita Mayor de la Alhambra?
El inicio de la construcción de una Mezquita Mayor en 1303 es, según Puerta Vílchez, un signo de que la colina de la Sabika dejaba de ser un mero emplazamiento castrense. Contar con una mezquita aljama evidenciaba el nuevo carácter de ciudad que estaba tomando la colina de la Alhambra, una ciudad surgida en torno a la corte y la administración central. Esta idea enlaza, además, con esa urbanización que implicó la conexión de los principales espacios de la ciudad mediante la calle Real Alta.
Además, gracias a los textos de Ibn al-Jatib, sabemos que la mezquita de Muhammad III se financió mediante la capitación (yiziya), un impuesto cobrado a los cristianos de las fronteras para que les fuese permitido sembrar sus tierras. Este autor también nos indica que fue un edificio de gran importancia, construido en ladrillo y decorado con jaspe, mármol y plata, cuya planta se articulaba en tres naves con un mihrab octogonal que sobresalía en planta y un alminar alto y estrecho ubicado a poniente. En esa descripción se apunta, además, que «era obra de gran ingenio, ornamentación y decoración», y que contaba con un minbar o púlpito de taracea con incrustaciones de jacintos y perlas y «suntuosas columnas, perfectos capiteles de plata y lámparas de maravillosa creación». Afortunadamente, una de esas lámparas de bronce calado que iluminaron un día la mezquita puede admirarse en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid.
Esta Mezquita Mayor de la Alhambra tuvo el mismo destino que otras muchas mezquitas peninsulares. Tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, este espacio fue consagrado como iglesia cristiana. Finalmente, terminó siendo demolida en 1576 y sobre parte de su solar se edificó entre 1581 y 1618 la iglesia de Santa María de la Alhambra. El arquitecto que completó estas obras a comienzos del siglo XVII fue Ambrosio de Vico, siguiendo trazas de Juan de Herrera y Juan de Orea.
El emplazamiento de la mezquita fue excavado en 1922 por Modesto Cendoya, que delimitó los muros exteriores y la posición del mihrab. Torres Balbás relacionó esta desaparecida mezquita con la mezquita de Sidi Abu-l-Hasan de Tremecén (Argelia), construida en 1296 por alarifes andalusíes. Si bien no conservamos restos de la mezquita del siglo XIV, sí que han llegado hasta nosotros parte de los baños anejos a la mezquita que también construyó Muhammad III y que se surtían con el agua de la acequia real. Los fieles accedían a estos baños desde la calle Real para hacer sus abluciones antes de entrar a orar.
Actualmente, estas estancias se conocen como Baño del Polinario, debido a una popular taberna flamenca ubicada en un local contiguo; fueron restauradas en 1934 por Torres Balbás, en aquel momento arquitecto-conservador de la Alhambra. Pese a que este hamam no cuenta con sus salas dispuestas de forma paralela, como otros baños nazaríes, cuando paseamos por su interior es posible adivinar la distinta función de cada una de sus salas: la sala de reposo, la sala fría, la sala templada y la sala caliente. Todo este recinto, que no tiene un gran tamaño, estaba construido en ladrillo, destacando en su interior los accesos a las distintas salas, organizados mediante arcos de herradura apuntada y algunos restos ornamentales, como yeserías y revestimientos de azulejos.
Junto al costado oriental de estos baños se conserva una casa construida por Muhammad III hacia 1305, que preserva rehechas las salas occidental y meridional, la fachada de ingreso en el lado oeste y un patio con una pequeña alberca. Al igual que ocurre con otras construcciones, el poeta Ibn al-Yayyab cantó sobre esta casa dentro de un panegírico dedicado al monarca, con los tópicos habituales de la arquitectura nupcial y ajardinada que repetirá en posteriores poemas epigráficos ubicados en otros palacios de la Alhambra: «Casa bendita y próspera porque en ella reside el más próspero. Novia exhibiéndose en su estrado y atrapando las miradas con una belleza superior a las vírgenes de adormecidos ojos». Entre otros elementos, el poeta alaba la alberca, la belleza de su pavimento con hexágonos y octógonos y la espléndida cúpula.
Palacio del Partal, esplendor de la arquitectura nazarí
La otra gran aportación del reinado de Muhammad III a la Alhambra fue la construcción del Palacio del Partal. El lugar elegido para su ubicación es la muralla norte de la Alhambra, debajo de la que fue el área palatina del Partal Alto de su padre, Muhammad II, demolida en el siglo XVIII.
Pese a que la concepción del Palacio del Partal aún bebe de los conceptos constructivos almohades y nazaríes del siglo XIII, su composición evidencia avances que conducen a lo que será la arquitectura áulica nazarí del siglo XIV. No debemos olvidar que este palacio precede a los grandes conjuntos de Comares y del Palacio de los Leones, a pesar de que, en la actualidad, la visita turística sitúa el Palacio del Partal al final del recorrido palatino.
Este palacio se componía a partir de un gran pórtico conformado por cinco arcos de medio punto peraltados —siendo el central de mayor tamaño—, sostenidos por pilares de ladrillo, que acoge un patio con alberca central. Sobre los arcos se despliegan una serie de paños calados con decoración de sebka que nos recuerdan a construcciones almohades como las que podemos admirar en la ciudad de Sevilla. Por otro lado, la presencia de la gran alberca conecta con la tradición omeya cordobesa presente en Madinat al-Zahra y, por tanto, con las raíces de esta dinastía en las culturas orientales, ejerciendo una función escenográfica mediante el reflejo del pórtico sobre el agua, como si de un espejo se tratase.
Tras el pórtico, un arco cuyo intradós está decorado con yeserías de sebka, se da paso al salón del Partal, cubierto con una armadura ataujerada con lazo de ocho y decoración epigráfica en su arrocabe. En ese arco también se encuentran dos tacas, unos nichos u hornacinas abiertos en el muro muy frecuentes en los palacios nazaríes. Son las tacas más antiguas con texto incorporado conservadas en la Alhambra, e incluyen pasajes coránicos precedidos por fórmulas piadosas. Estos pasajes aluden a los manantiales de agua y vino paradisíacos, afirmando que el agua vivificadora de la lluvia proviene de Dios.
En la planta superior de este conjunto, a modo de torre, se ubica un gran salón de aparato de planta cuadrada que ofrece unas espléndidas vistas mediante tres ventanas, una en cada muro, abriéndose sobre la ciudad. El interior se encuentra decorado mediante zócalos de alicatado con lacería y diversas inscripciones y yeserías. Precisamente este lugar, que durante muchos años estuvo habilitado como vivienda, se conoce desde el siglo XVIII con el nombre de Torre de las Damas. Ese uso residencial se prolongó hasta el siglo XIX y provocó que el aspecto del conjunto sufriera numerosas modificaciones, como se puede admirar a partir de un óleo de David Roberts de 1838, así como en fotografías posteriores. De hecho, a pesar de que en la restauración de Torres Balbás la fachada del pórtico quedó presidida por pilares cuadrados, estos fueron sustituidos por las actuales columnas en 1965, a partir de la intervención de Prieto Moreno.
En el interior de esta Torre de las Damas se conservan en la actualidad numerosas inscripciones que se han interpretado por Puerta Vílchez como los inicios de la poesía monumental alhambreña y que claramente conectan con los gustos del sultán. Se trata de un sencillo programa poético que incluye un pareado dedicado al profeta Mahoma y dos composiciones de Ibn al-Yayyab, poeta áulico de Muhammad III, en las que se alude a la mansión regia como lugar de alegría y felicidad, solicitando que los deseos del monarca se satisfagan y que goce eternamente protegiendo su reino y dándole triunfos. Lo que no ha podido conservarse en su lugar es la impresionante armadura original que cubría este espacio, de más de tres metros de largo en cada uno de sus lados.
Arthur von Gwinner, banquero y cónsul alemán, fue el último propietario de la llamada Torre de las Damas, si bien cuando tuvo que regresar a Berlín en 1891 donó esta construcción y el terreno adyacente al Estado español, permitiendo que se incorporase en el conjunto de la Alhambra. A cambio obtuvo un permiso para desmontar esta gran armadura de madera y trasladarla a Berlín, donde hoy puede contemplarse en el Museum für Islamische Kunst. En su lugar se sitúa hoy una réplica, que comete ciertas inexactitudes en la reproducción de los motivos caligráficos.
Junto al salón principal del Partal se conserva una vivienda con un mirador en la planta superior que aún mantiene decoración de estuco simulando una pared de ladrillo rojo y tendeles blancos junto a una inscripción coránica. Sin embargo, mucho más interesantes resultan los restos de pinturas murales que se descubrieron en 1907 en una casa contigua. Se trata de un conjunto pictórico anónimo, pero único en al-Ándalus y muy vinculado con el arte islámico oriental. Estas pinturas figurativas murales fueron realizadas en la primera mitad del siglo XIV sobre estuco de yeso con una técnica pictórica similar al temple y se desarrollan en cuatro franjas paralelas perfiladas por cenefas. En ellas se representan escenas de caza, militares, tiendas de campaña y también escenas de música y entretenimiento. La linealidad y narratividad que despliegan estas pinturas, que algunos autores han situado ya en el periodo de Yusuf I, están en la línea de lo que podemos ver en ejemplos contemporáneos de Asia Central.
La Mezquita Mayor y el Palacio del Partal representan el legado de Muhammad III y la cultura nazarí en Granada. Su arquitectura y decoración son un reflejo de la importancia de la religión, la naturaleza y la armonía para la cultura musulmana de la época.
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