Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE esta semana el nuevo artículo es ¿Cuándo dejamos de utilizar velas para iluminar la noche en España?,conocer como se iluminaban antes en España antes que llegara la bombilla.
¿Cuándo dejamos de utilizar velas para iluminar la noche en España?
La mejora del alumbrado público y privado cambió por completo la sociedad, economía y cultura del país.
En la España del siglo XIX, la vida aún transcurría al ritmo marcado por el sol. Al caer la noche, las ciudades y aldeas se sumían en un manto de oscuridad apenas rasgado por la tenue luz de velas y quinqués. Estos métodos de iluminación, aunque románticos, eran ineficientes y limitaban las actividades después del ocaso. Las familias se reunían alrededor de una luz parpadeante y las calles permanecían en penumbras, haciendo que la vida nocturna fuera prácticamente inexistente y, en muchos casos, peligrosa.
Este escenario comenzó a transformarse radicalmente con la introducción del alumbrado a gas en 1826 y, posteriormente, con la llegada de la electricidad. Estas innovaciones no solo disiparon la oscuridad física, sino que también trajeron profundos cambios en la estructura social, económica y cultural del país. El alumbrado público y privado mejoró, extendiendo las horas útiles del día y redefiniendo las posibilidades de la vida urbana y doméstica en España.
Historia de la iluminación en España
La historia de la iluminación en España dio un giro decisivo en 1826 cuando Barcelona se iluminó por primera vez con gas. El acontecimiento tuvo lugar en un laboratorio sombrío de la Escuela Química de la Junta de Comercio, marcando el comienzo de una nueva era. Esta primera lámpara de gas no solo iluminó un espacio, sino que simbolizó el potencial de transformar la vida nocturna en toda España. Aquella noche, la luz de gas brilló como un faro de progreso y modernidad, cambiando la percepción de la noche y sus posibilidades.
La innovación no tardó en expandirse más allá de Cataluña. Madrid, la capital, adoptó el alumbrado a gas en 1832 con un evento real que iluminó sus calles y plazas más emblemáticas con más de 100 faroles de gas para celebrar el nacimiento de la Infanta Luisa Fernanda. Este despliegue realzó la grandiosidad de la capital y demostró el papel fundamental del gas en eventos de gran escala. Valencia y otras ciudades importantes siguieron el ejemplo, adoptando rápidamente este sistema de iluminación que prometía seguridad y modernidad.
El impacto del gas en la vida pública y privada fue profundo. La luz de gas permitió que las calles fueran más seguras por la noche, disminuyendo la prevalencia de la delincuencia y cambiando las dinámicas urbanas. La gente comenzó a salir más durante las horas nocturnas, lo que estimuló el comercio y la industria. Las tiendas, teatros y cafés extendieron sus horarios de apertura, y la vida nocturna se volvió vibrante y accesible. En los hogares, aunque las velas y los quinqués continuaron siendo comunes, el gas empezó a usarse en cocinas y salones, transformando la vida doméstica al ofrecer una fuente de luz más estable y confiable que las antorchas o velas.
Así, el alumbrado a gas no solo disipó la oscuridad física, sino que también aligeró las sombras sociales, permitiendo una España más conectada y activa después del anochecer.
Noches más seguras
Anteriormente dominada por la oscuridad, la noche se había asociado con el peligro y el misterio, limitando significativamente la actividad social y económica después del ocaso. Sin embargo, con las calles y plazas iluminadas, la gente comenzó a sentirse más segura al salir de noche. Esto fomentó una vida nocturna más rica y diversa.
Además, la luz de gas tuvo un impacto sustancial en la seguridad pública. Las áreas anteriormente evitadas por temor a la criminalidad se convirtieron en espacios seguros y transitados, lo que redujo la tasa de delitos significativamente. Esto no solo mejoró la calidad de vida urbana, sino que también estimuló la economía local al permitir que el comercio operara durante más horas y de manera más segura. La industria no se quedó atrás; la iluminación extendida facilitó turnos de trabajo más largos, aumentando la producción y eficiencia.
¿Desde cuándo tenemos electricidad?
La llegada de la electricidad a España a finales del siglo XIX supuso una nueva revolución en la iluminación, comenzando con espectaculares demostraciones públicas que maravillaron a los ciudadanos. En 1879, se realizó una demostración en Barcelona donde el farmacéutico Domènech iluminó su botica con luz eléctrica, sorprendiendo a los asistentes con una luz intensa y brillante que superaba con creces la capacidad de las lámparas de gas.
Comparativamente, la electricidad ofrecía numerosas ventajas sobre el gas. Era más eficiente, proporcionando una luz más brillante y constante que requería menos mantenimiento y no emitía los olores desagradables ni el hollín asociados a las lámparas de gas. Además, la electricidad mejoraba la seguridad, ya que eliminaba los riesgos de incendios y explosiones inherentes al gas. Estos beneficios facilitaron una rápida adopción y la eventual transición hacia un sistema de iluminación eléctrica en todo el país, marcando un hito en la modernización de la sociedad española.
El tránsito de las velas al gas y finalmente a la electricidad marcó una transformación profunda en la sociedad española, extendiendo las actividades diurnas hacia la noche y mejorando significativamente la seguridad y la calidad de vida. Este cambio tecnológico no solo iluminó calles y hogares, sino que también impulsó el desarrollo económico y cultural, facilitando una sociedad más dinámica y conectada. Estos avances reflejan cómo la tecnología puede catalizar cambios sociales profundos y sugieren que futuras innovaciones seguirán remodelando nuestra forma de vivir, trabajar e interactuar, manteniendo a la sociedad en un constante camino hacia la modernidad.
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