Seguimos con la sección de CULTURA Y ARTE esta semana el nuevo artículo es La catedral de Burgos, primera catedral española Patrimonio de la Humanidad, vamos a conocer mejor como es la catedral de Burgos que es Patrimonio de la Humanidad.
La catedral de Burgos, primera catedral española Patrimonio de la Humanidad
La catedral de Burgos, primera catedral española en ser considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Casi un siglo exacto media entre la declaración de Monumento Nacional de la catedral de Santa María, en Burgos, el 8 de abril de 1885, y su inclusión en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el 31 de octubre de 1984. ¿Cuál fue el recorrido hasta llegar a la obtención de dichos reconocimientos? ¿Qué motivos hay detrás de la solicitud de una distinción de este tipo? ¿Qué supone para un monumento de estas características lograr ser clasificado como tal? A estas y otras preguntas trataremos de dar respuesta en las siguientes líneas.
A nadie se le escapa que la ciudad de Burgos es lugar de encuentro para caminantes y peregrinos de todo el mundo en su tránsito a Santiago de Compostela, además de ser una localidad trascendental para la trayectoria vital de las figuras legendarias más importantes de nuestro país y sede episcopal desde el siglo XI, entre otras muchas cualidades.
Y, precisamente, uno de sus mayores atractivos patrimoniales y turísticos es la catedral de Santa María, que, de hecho, es una de las paradas más espectaculares del Camino. Acoge la tumba del Cid Campeador entre sus muros desde 1921 (para conmemorar el centenario que precedió al actual) y ostenta la citada dignidad episcopal.
Construida entre los años 1221 y 1260, siguiendo las pautas de las grandes catedrales del gótico francés, habida cuenta que muchos de sus elementos artísticos más relevantes fueron realizados a partir del siglo XV, el templo se alza a nuestra vista contemporánea para admiración de propios y ajenos de la filigrana gótica, decoración que se implantaba entonces en la península ibérica, por vez primera, y que ya cuenta con ocho siglos de historia. Los méritos, pues, no son pocos.
¿Qué significó para la catedral de Burgos el ser declarada Monumento Nacional?
Comencemos por explicar qué es exactamente una declaración de Monumento Nacional.
En el siglo XIX se produce un fenómeno que prácticamente no había existido en sociedades precedentes, un gran cambio de mentalidad. El continente europeo adquiere una conciencia patrimonial de respeto a los monumentos de épocas anteriores, tras una serie de destrucciones considerables producidas por conflictos bélicos como la Revolución Francesa, por poner un ejemplo sobradamente conocido.
La reflexión en torno a la necesidad de salvaguardar el patrimonio estaba servida y, poco a poco, se fueron creando las primeras normativas para garantizar su protección. Esto supuso, entre otras cosas, el germen de la restauración arquitectónica como disciplina científica.
El ambiente en el que se producen las primeras declaraciones nos retrotrae a un momento en el que España se estaba configurando como un Estado moderno. Se trata de la primera categoría de protección de bienes culturales establecida como tal en nuestro país. Para contribuir a su conservación y ordenar jurídica y administrativamente dichos bienes, se crea en 1844 una Comisión Central de Monumentos y sendas comisiones provinciales dependientes de ella, abriendo la lista de monumentos declarados otra de las grandes catedrales de estilo gótico en España, la de León.
Más de cuatro décadas tendría que esperar Burgos a que le llegase su turno. La imagen de la catedral de Burgos era no solo un icono religioso, sino que por aquel entonces se había convertido también en un punto de referencia social y urbano, necesitado de mantenimiento. Fue por ello por lo que el cabildo catedralicio comenzó a buscar financiación para acometer la reparación de algunos elementos del edificio, que se encontraban en un dudoso estado de conservación.
Obtener la categoría de Monumento Nacional permitiría poner el foco de atención en la conservación de la catedral y lograr fondos estatales para su mantenimiento. Para ello, era necesario que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Real Academia de la Historia emitiesen informes favorables.
Hay que recordar que, hasta este momento, ningún otro monumento de Burgos había obtenido tal distinción, ni tampoco ninguna otra catedral tras la Pulchra Leonina. Se trata, por tanto, de un acontecimiento histórico para la ciudad, pero también, sin lugar a dudas, a nivel nacional.
Resulta curioso que sean dos catedrales góticas las que inauguren esta lista de monumentos nacionales. Se trata de un interés muy propio de la mentalidad decimonónica. Existía un fuerte empeño en salvaguardar los elementos principales del estilo gótico, pues la revalorización de la Edad Media sería una máxima común a otros países europeos junto al auge de los nacionalismos en esta época. Es fácil encontrar matices ideológicos en las prácticas restauradoras llevadas a cabo en este momento, pues las referencias medievales nos remiten directamente a los valores cristianos en general y, en particular, al poder político del pasado remoto del reino de Castilla.
Controvertidas pero necesarias restauraciones de la catedral de Burgos
Francia había sido el referente fundamental para la construcción de esta catedral gótica y en Francia encontraremos también el modelo para acometer su restauración. La figura del conocido arquitecto, historiador y teórico francés Eugène-Emmanuel Violletle-Duc, tan controvertida como necesaria para el debate y el desarrollo de las prácticas restauradoras y conservadoras en Europa, será el germen de la restauración historicista o restauración en estilo, que perseguía alcanzar la esencia de los edificios medievales, llevada al extremo de recuperar su forma prístina, inalterada o pura. Es decir, eliminando añadidos de épocas posteriores o incluso llegando a construir elementos que nunca existieron a fin de ‘completar’ idealmente cada obra en su estilo, como es el caso de la hoy famosa aguja de la parisina Notre-Dame, tan de actualidad tras su incendio.
Arquitectos como Juan de Madrazo, Demetrio de los Ríos o Elías Rogent, entre otros, seguirán sus teorías e introducirán en nuestro país las prácticas de Viollet-le-Duc, que incluso llegó a ser nombrado Académico Honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1868.
¿Cuál va a ser entonces el ejemplo directo de restauración monumental en nuestro país? Si has pensado en la catedral de León, efectivamente, estás en lo cierto. Aunque, para ajustarnos a la verdad, tendríamos que decir que en los años 80 del siglo XIX, cuando se produce la declaración de la catedral de Burgos como Monumento Nacional, todavía aquella se hallaba inmersa en un dilatado, complejo y debatido proceso de restauración. Vicente Lampérez, arquitecto restaurador de la catedral de Burgos, había sido testigo directo de aquellas diatribas, pues había trabajado en León junto a su suegro Demetrio de los Ríos.
El proceso de restauración del templo burgalés comprende, entre otras obras, la reparación y consolidación de sus esbeltas y refinadas agujas, la ‘limpieza’ del entorno urbano (aislando el monumento de los edificios circundantes a través de sendas demoliciones, siguiendo prácticas decimonónicas), la restauración de su claustro, la demolición del palacio episcopal ya en el siglo XX, etc. Y en estos procesos intervendrán algunas de las figuras más relevantes de la restauración arquitectónica en nuestro país, como Ricardo Velázquez Bosco, Vicente Lampérez o Julián Apraiz.
La catedral de Burgos alcanza la distinción de Patrimonio de la Humanidad
Desde 1985, con la entrada en vigor de la Ley del Patrimonio Histórico Español, los Monumentos Nacionales pasan a integrar la lista de Bienes de Interés Cultural del Estado. Se trata de la máxima protección que otorga la ley española a un bien cultural, que implica que cualquier tipo de intervención que se realice en ellos debe ser previamente autorizada por un organismo competente.
Tan solo un año antes, la catedral de Burgos conseguía el reconocimiento como Patrimonio Mundial de la Unesco. La Lista del Patrimonio Mundial nace en 1972, fruto de las conclusiones de la XVII reunión de la Conferencia General de la Unesco en París, en un ámbito de cooperación internacional canalizado en la redacción de la Convención sobre la protección del Patrimonio Mundial cultural y natural. En la actualidad, forman parte de esta lista 1.121 bienes culturales distribuidos en 167 países. No obstante, son 193 los países que han ratificado la convención (España, en la década de 1980). Actualmente, España está en el segundo puesto del ranking de países con más elementos patrimoniales en la lista, con 48 declaraciones, dado que en el primer puesto se hallan empatadas China e Italia con 55 declaraciones.
Para formar parte de la lista, los bienes declarados siguen unos criterios específicos de valoración y significación universal excepcional. Otras catedrales –Salamanca, Santiago de Compostela, Ávila, Córdoba, Toledo, León, Cuenca y Sevilla– han recibido también esta distinción. No obstante, en este caso, la declaración de la catedral de Burgos es especialmente relevante, pues fue la primera catedral española incluida en la lista y el tercer monumento español en ser incluido junto al conjunto de la Alhambra y el Generalife y el casco histórico de Córdoba con su Mezquita, en el mismo año. Pero, además, presenta la peculiaridad de ser la única catedral española que aparece en el listado de la Unesco de forma individualizada, es decir, sin ser parte integrante del casco histórico que la acoge o en reconocimiento conjunto en relación a otros edificios, como sería el caso de la catedral de Sevilla.
Tomás Ibáñez Palomo
Al igual que sucedió en el siglo XIX, esta declaración supuso el mayor revulsivo para el impulso de sus obras de restauración hasta la fecha. Tan solo una década después de su declaración como Patrimonio de la Humanidad, el 12 de agosto de 1994 se produjo el desprendimiento de la figura de San Lorenzo del conjunto escultórico de la fachada de la torre norte. Este grave suceso renueva la preocupación por su estado de conservación y permite la canalización de una fuerte inversión de fondos europeos en el monumento. Afortunadamente no hubo que lamentar daños personales, pero cientos de kilos de piedra en caída libre desde 40 metros de altura produjeron un impacto mediático y social de gran magnitud. Arranca así un nuevo proceso de restauración integral, impulsado por la redacción del Plan director de la catedral de Burgos por Félix Adrián Díez y José Manuel Álvarez Cuesta, en 1997.
La catedral ha llegado en excelente forma al siglo XXI, después de una inversión total que sobrepasa los 40 millones de euros y casi tres décadas de obras. La celebración de su VIII Centenario partió con la polémica del proyecto de Antonio López para las puertas de la fachada; en próximos centenarios se podrá analizar esta intervención con la perspectiva que aporta el paso del tiempo.
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