Martes y como no toca una entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA vamos hablar sobre la Dama de Elche que se sabe de ella la estatua y la segunda parta sobre Los Almogávares, la terrible infantería de Aragón que en su época fuerón tan temidos.
Que espero que os guste y ya sabéis nos vemos el próxima martes con dos artículos más en una nueva entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA.
La Dama de Elche, ¿quién fue, cómo se encontró y por qué quieren llevársela de Madrid?
El Ayuntamiento de Elche quiere su traslado a la ciudad alicantina para 2022 y se habla de presiones del actual ministro de Cultura, Miquel Iceta, para la cesión de ésta y otras piezas
Elche espera la llegada de su Dama
¿Saldrá finalmente la Dama de Elche del Museo Arqueológico Nacional para ser expuesta en la ciudad que le da nombre, tal y como vienen pidiendo las autoridades municipales desde hace años?
Lo cierto es que la vieja petición ilicitana vuelve a estar sobre la mesa una vez que el Ayuntamiento de Elche asegura ver posible conseguir la cesión temporal del busto íbero desde su emplazamiento actual en Madrid para su exposición en la ciudad coincidiendo el próximo año con el 125 aniversario del hallazgo de esta pieza.
El alcalde ilicitano, el socialista Carlos González, ha explicado que está a la espera de una próxima reunión con el ministro de Cultura, Miquel Iceta, para tratar esta cesión temporal de la obra cumbre del arte íbero para el último trimestre de 2022, y ha añadido que en esa entrevista tiene “depositadas importantes expectativas”.
El Ayuntamiento de Elche lleva varios años negociando con el Ministerio de Cultura el traslado temporal de la Dama a la ciudad con motivo de la efeméride de su hallazgo en el yacimiento arqueológico de La Alcudia, que ocurrió el 4 de agosto de 1897.
La posible cesión de la Dama en 2022 no sería la primera a la ciudad ilicitana, ya que se consiguió en el año 2006 por un plazo de seis meses, periodo en el que recibió la visita de 400.000 visitantes, la mayoría de fuera de Elche.
Sin embargo, el ministerio de Cultura ha asegurado hoy que “no hay decisión, ni intención” de tomarla, sobre el traslado. La Directora General de Bellas Artes, Lola Jiménez-Blanco, dimitió ayer por la noche tras menos de un año en el cargo, y según eldiario.es la razón es su rechazo al traslado del busto de la Dama de Elche y otras piezas del Museo Arqueológico Nacional.
Según la información del periódico digital, Jiménez-Blanco se niega a mover esta obra y otras dos (los Toros de Costitx y la Ley Flavia Malacitana) del museo madrileño, pese a las presiones del equipo del actual ministro de Cultura, Miquel Iceta.
El PP ha enmarcado hoy la decisión de dimitir de Lola Jiménez Blanco en la “deriva federalista” del ministro Miquel Iceta, que pretende “federalizar la cultura” y “desintegrar” instituciones culturales, según ha señalado Andrea Levy, delegada de Cultura de Madrid.
Levy ha censurado que Iceta “imponga sus intereses de partido a la opinión de los expertos que contradicen estos traslados y que ha ocasionado esta importante dimisión en su equipo”.
¿Quién es y qué simboliza?
Pero, ¿por qué es tan importante la Dama de Elche?, ¿qué simboliza? Estamos ante una escultura íbera de piedra caliza realizada entre los siglos V y IV a. C. que representa el busto de una figura femenina ricamente ataviada, cuyo rostro muestra unas facciones perfectas. En la cabeza lleva un tocado compuesto por una tiara cubierta por un velo, una diadema sobre la frente y, en los laterales, dos rodetes que enmarcan el rostro y en los que iría recogido el peinado.
La espalda y los hombros aparecen cubiertos con un manto que, en su parte frontal, deja al descubierto tres collares con anforillas y porta-amuletos, pendientes de placas e ínfulas a los lados del rostro y una fíbula que cierra la túnica. En la parte posterior posee una oquedad que sugiere su posible uso como urna funeraria. Originalmente estuvo policromada y con los ojos rellenos de pasta vítrea.
¿Cómo y cuándo fue hallada? La pieza fue hallada de forma casual en 1897 en el yacimiento ilicitano de La Alcudia y, tras el interés mostrado por el hispanista francés Pierre Paris, fue comprada por el Museo del Louvre. En 1941, fruto de un intercambio de obras de arte entre España y Francia, regresó junto con otras obras y se depositó en el Museo del Prado, y en 1971 pasó a formar parte de los fondos del Museo Arqueológico Nacional en Madrid.
Yacimiento de La Alcudia, en Elche
El yacimiento de La Alcudia de Elche tuvo un papel destacado como centro de referencia en torno al curso de los ríos Vinalopó y Segura, y su ocupación abarcó desde tiempos prehistóricos hasta el periodo visigodo. En un primer momento, la elección de su ubicación se debió a la calidad de sus suelos, que permitiría una destacada rentabilidad agrícola. Poco a poco fue adquiriendo un papel central y alcanzó una extensión cercana a las diez hectáreas.
Se desarrolló un urbanismo complejo, que perduró hasta época romana (Colonia Iulia Ilici Augusta), y se convirtió en un destacado centro escultórico gracias a las canteras de piedra local.
El 4 de agosto de 1897, en la loma de La Alcudia se estaban llevando a cabo una serie de labores agrícolas y, durante un descanso de los jornaleros, Manuel Campello Esclápez, que ayudaba a su familia en las tareas, cogió un pico y empezó a trabajar. Al poco rato se topó con una piedra que, al sacarla, resultó ser el rostro de una figura; avisó al resto de compañeros y uno de ellos, Antonio Maciá, terminó de extraerla.
La escultura estaba asentada sobre una base de losas de piedra, por delante estaba cubierto de tierra mientras que la espalda y los laterales estaban protegidos por losas. Después de avisar al capataz, el dueño del terreno, el doctor Manuel Campello, ordenó trasladar el busto a su casa en Elche. Pedro Ibarra Ruiz, arqueólogo y cronista de Elche, redactó un documento el 14 de agosto de 1897, difundió el hallazgo en la prensa local y tomó las primeras fotografías, alguna de las cuales hizo llegar al académico José Ramón Mélida, al director del Museo Arqueológico Nacional, Juan de Dios de la Rada, y al arqueólogo alemán Emil Hübner.
Días después del hallazgo, el arqueólogo y profesor Pierre Paris, de la Universidad de Burdeos, llegó a Elche y, al ver la pieza, la fotografió y envió las imágenes al Museo del Louvre, que decidió comprar la escultura.
Pierre Paris se la compró al doctor Campello por 4.000 francos. El contrato de venta se firmó el 18 de agosto y la escultura salió de Elche el 30 de agosto hacia Alicante, donde embarcó con destino a Marsella.
Antes de la llegada de la Dama a París, la revista Hebdomadaire publicó una noticia sobre el descubrimiento de la obra y su próxima llegada a la ciudad. Una vez en París, fue presentada por M. Léon Heuzey, conservador del Museo del Louvre, el 24 de septiembre de 1897. Esta presentación fue reseñada en la revista L’illustration el 2 de octubre del mismo año y en ella se describía la escultura como española con influencias orientales. Desde ese momento fue conocida como Dama de Elche.
En el Museo del Louvre fue expuesta en el Departamento de Antigüedades Orientales en diciembre de 1897. Desde 1904 se expuso también una reproducción, obra de Ignacio Pinazo, en la Sala VI o Ibérica, junto con el resto de la colección de escultura ibérica.
A finales de los años veinte se dieron las primeras propuestas, por parte de Pierre Paris, para que la Dama regresase a España. El 9 de mayo de 1935, el embajador español en Francia, Juan de Cárdenas, escribió a Francisco Javier Sánchez Cantón, subdirector del Museo del Prado, que había hablado con el ministro de Educación de Francia la posibilidad de intercambiar la Dama de Elche por alguna obra de arte francesa disponible en el Museo del Prado.
Tras la guerra civil española, se retomaron las gestiones. El 24 de septiembre de 1940, el embajador José Félix de Lequerica en la Francia de Vichy escribió al ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Suñer anunciando que ya se habían realizado los contactos con los directores de museos franceses para recobrar obras de arte de especial interés para España, entre las cuales se encontraban la Dama de Elche, la Concepción de Murillo, el tesoro de Guarrazar, los capiteles de Montealegre, el estelón de Tajo Montero, la colección de esculturas hispánicas del Museo del Louvre y los documentos del Archivo General de Simancas.
El 25 de noviembre el Consejo de Ministros autorizó al Director General de Bellas Artes para que prosiguiera las gestiones de forma oficial y señaló el conjunto de obras francesas y españolas que serían parte del intercambio. Finalmente, el 21 de diciembre de 1940 se firmó en París el convenio de intercambio por Francisco Íñiguez, en representación del gobierno español, y por Louis Hautecoeur, Director General de Bellas Artes, representante del gobierno francés.
El 8 de febrero de 1941 llegó la Dama de Elche a España a través de la frontera de Portbou en un vagón especial escoltado por la Policía Armada hasta Barcelona y al día siguiente el tren llegó a Atocha.
La Dama permaneció en el Museo del Prado durante 30 años, hasta 1971, año en el que por Orden Ministerial se incorporó a la colección permanente del Museo Arqueológico Nacional.
Entre tanto, en 1965 la obra volvió a tierras ilicitanas con motivo del séptimo centenario del Misterio de Elche.
Traslado a Elche en 2006
El 19 de enero de 2006, la Ministra de Cultura de España, Carmen Calvo, hizo pública la decisión de ceder temporalmente la Dama a su ciudad de origen; desde ese momento se inició un proceso que culminó el 18 de mayo de 2006, en que la Dama presidió la inauguración del Museo Arqueológico y de Historia de Elche, en el Palacio de Altamira, y la exposición «De Ilici a Elx, 2500 años de historia» que tuvo lugar en distintas sedes de la ciudad.
Pero, más allá de esta historia, 124 años después de aquel 4 de agosto de 1897, son muchas las preguntas que se siguen planteando en torno a la Dama de Elche, sobre su identidad -hay quienes han sugerido que se trata de un hombre, posiblemente de un soldado al que quisieran rendir homenaje-, sobre qué representa o cómo llegó ahí. El descubrimiento fue histórico y, hasta hoy, la escultura no ha hecho otra cosa que protagonizar grandes momentos y asentar un legado repleto de curiosidades.
1. Del suelo al balcón
Cuando Manuel Campello avisó a sus compañeros jornaleros de que se había encontrado con un rostro de piedra mientras excavaba, uno de ellos, Antonio Maciá, terminó de extraerla. Y, por supuesto, no podían dejarla allí, era algo de lo que un joven podía perfectamente presumir ante sus vecinos, por lo que la exhibió sobre un taburete en el balcón de su casa. Veintiséis días después, fue vendida por 4.000 francos (unas 5.200 pesetas de entonces y unos 30 euros de ahora) a Pierre Paris, y ahí comenzó la andadura mediática de la escultura.
2. No tiene color... pero antes sí
El busto representa el lujo, pues aparece ricamente ataviado, con velo, pendientes o collares. Unos detalles realizados con piedra caliza entre los siglos V y IV a.C. y que hoy día se observa con el color del material. Pero no siempre se mostró así. Originariamente, la Dama de Elche estaba policromada, así como sus ojos estaban rellenos de pasta vítrea. Según se ha reinterpretado en algunas investigaciones, los rodetes que hacen de paréntesis al rostro y los medallones de los collares serían amarillos, utilizando también el rojo, el marrón o el azul como principales tintes.
3. ¿Hombre o mujer?
La ostentosa escultura ha sido tildada con todo tipo de identidades. Hay quienes aseguran que fue una mujer noble de la época, por los elementos decorativos que tiene, así como otros aseguran que es una diosa. Hasta se ha especulado que pudiera ser un hombre al que, por alguna hazaña, se le quisiera rendir homenaje. No obstante, la teoría que más ha calado, hasta ahora, es que seguramente fuera una mujer de alta clase social.
4. Entre París y Heinrich Himmler
El arqueólogo Pierre Paris lo supo en cuanto conoció la noticia: había que hacerse con la Dama de Elche. Y tal fue su rapidez en incitar al Museo del Louvre que la comprara que en España no hubo tiempo ni de hacer que la obra fuera inexportable. Así, la escultura viajó hacia la capital francesa, donde la polémica estuvo servida al estar muchos expertos españoles incrédulos por haber “perdido” una obra de dicho nivel. No obstante, regresó a España, por fin, hace 80 años, a modo de “celebrity” y suscitando el interés de todo tipo de personalidades: Heinrich Himmler, jefe de las SS alemanas, fue uno de los visitantes que más tiempo estuvo contemplando a la Dama de Elche cuando ya se asentó en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
5. Un hueco en la espalda
Otro de los grandes misterios del busto es por qué tiene un hueco en la parte trasera. Según el Museo Arqueológico Nacional, esta oquedad “sugiere un posible uso como urna cineraria”. Es decir, para conservar las cenizas de algún difunto. No obstante, no ha sido, por supuesto, la única teoría, sino que, por ejemplo, Pierre Paris optó por asegurar que ese espacio se utilizaba para ofrendas. Asimismo, otro experto, Pedro Ibarra, sostuvo que servía para que la voz del sacerdote repercutiera y se oyera mejor.
Sin identidad
El busto apareció exento de contextos y pronto se convirtió en el «misteri», en una mujer «orientalizante», envuelta en el velo de su identidad sin aclarar, de su hieratismo de piedra y de las preguntas que comenzaban a aparecer y que acentuaban los puntos oscuros que rodeaban su origen: ¿Quién era? ¿Quién la esculpió? ¿Qué representa? ¿Es un retrato divinizado? ¿Cuál era su función?
«Es un símbolo de nuestra historiografía, pero al principio traía sus propias dudas. ¿Para qué servía? ¿Qué significaba? El problema es que no estaba en una necrópolis o un santuario. Los collares, los rodetes dejaron la impresión primera de ser una especie de prefiguración de la mujer española.
Las interrogantes no han desaparecido en todo este tiempo. Todavía hoy se desconoce si la Dama de Elche es un busto aislado o pertenece a una figura sedente o de cuerpo entero que, en algún momento, alguien decidió cortar (esta posibilidad está apoyada por las irregularidades que presenta en la base) y enterrar en un lugar escondido para preservarla.
Otras dudas de este icono es la ambigüedad que existen en sus facciones (se llegó a dudar si era un hombre o una mujer, aunque ahora no existen dudas respecto a este punto) y la vinculación con otras culturas mediterráneas. «La persona que evocaba esta efigie adquirió sin duda un rango de divinidad. Esto estaba reservado a príncipes, realeza... Su cara presenta una evidente idealización, pero también puede ser un retrato. Hay rasgos que están diferenciados. Los collares y los rodetes son adornos que aparecen en la joyería oriental. Hay que tener en cuenta que en esos siglos llegan los comerciantes fenicios y griegos. Una influencia que impregna la cultura del pueblo íbero y que dejó su rastro en esta clase de motivos», explican los expertos.
Una de las teorías que se barjan es que fuera realizada en Iberia, pero por un artista griego que pasaba por aquí o alguien que se había formado en los talleres griegos. Parece más el trabajo de un griego que de un íbero. Esta idea está refrendada por ciertos elementos evidentes en el rostro de la Dama, que está datada entre finales del siglo V y el IV a. C.
¿Por qué los almogávares, la temible infantería de la Corona de Aragón, se convirtieron en la fuerza de choque más letal de su época?
Tras luchar en la Península y Sicilia, marcharon a Bizancio a pelear contra los turcos a los que vencieron, pero fueron traicionados y asesinado su jefe, empezando la gran “venganza almogávara”
Entrada de Roger de Flor en Constantinopla (1888), de José Moreno Carbonero. Senado de Madrid.
Más allá de los tercios, si hay una figura legendaria en la historia militar peninsular esa es la de los almogávares, las temibles tropas de choque de la Corona de Aragón, cuya aventura les llevó por medio mundo a combatir prácticamente como fuerzas mercenarias para distintos jefes.
Estos soldados de infantería ligera no fueron exclusivos de la Corona de Aragón, ya que fueron comunes en todos los reinos cristianos de la Península Ibérica, aunque fueron los aragoneses los que mayor fama y gloria alcanzaron.
En un principio eran pastores pirenaicos que habían perdido sus tierra en las luchas de la Reconquista entre cristianos y musulmanes. En muchos casos quedaron en una zona de nadie, entre ambos bandos, en tierras que se poblaron de personajes de frontera, como lo fue el propio Cid Campeador. Ante la falta de una autoridad clara, poco a poco se fueron convirtiendo en guerreros al tener que saquear a los musulmanes para poder mantener a sus familias.
El origen etimológico de la palabra almogávar viene del árabe, de al-mugawir («el que provoca algaradas») o de al-mujabir («el portador de noticias»), en relación con el que explora, refiriéndose a sus dos funciones más importante: combatir y espiar.
Los almogávares empezaron a trabajar para la Corona de Aragón, tanto en la Reconquista contra los musulmanes, participando por ejemplo en la batalla de las Navas de Tolosa, como en la península itálica, en Sicilia, en las campañas aragoneses contra el avance de los turcos.
Armamento
Se caracterizaban por combatir a pie, con armas y bagajes ligeros, generalmente con un alfanje, especie de espada corta colgada de una correa; una lanza corta (azconas) o un simple palo con un pincho de hierro en la punta, dos venablos capaces de perforar los escudos enemigos, un cuchillo largo llamado coltell y en ocasiones un pequeño escudo redondo como única defensa.
Poco a poco incorporaron otros elementos como una especie de casco y una cota de malla que colocaban sobre una vestimenta austera consistente la mayoría de las veces en un blusón. Llevaban también un grueso cinturón de cuero, calzas de cuero ajustadas en las piernas y abarcas de cuero en los pies.
Solían llevar en un zurrón piedra y yesca para hacer fuego. A la hora de entrar en combate, golpeaban sus espadas con la piedra haciendo soltar chispas, y gritaban, provocando el pánico en sus oponentes. Característico era su grito de “Aur, aur... Desperta ferro” (”escucha, escucha...Despierta, hierro”), aunque entonaban también otros como “Aragón, Aragón” o “San Jorge”, en su alusión a la corona para la que luchaban.
Tácticas de guerra
Destacaron en el campo de batalla, no solo por su fiereza y valentía, sino por lo novedosas que fueron sus técnicas para la época: solían combatir en grupos autónomos y pequeños, de cinco a quince hombres; no usaban caballos y se movían a pie y de noche, buscando siempre el factor sorpresa; de hecho, su modo de luchar era más habitual de un grupo guerrillero que de un auténtico ejército. Cuando se enfrentaban a la caballería buscaban atacar las patas de los caballos, descabalgando al jinete y matándolo en el suelo con su cuchillo.
Su misión principal era reconocer el terreno por donde avanzaba el ejército contrario, acosar al enemigo, atacar por sorpresa sus guarniciones e interceptar sus convoyes de suministros. Guerreaban de forma autónoma, pero podían hacerlo también en colaboración con la caballería, aunque no requerían el apoyo de los jinetes. Y es que era un pueblo cuya dedicación permanente a la guerra era su forma de vida, la remuneración, basada en el saqueo y en la venta o rescate de prisioneros; la resistencia; el armamento ligero y la organización jerárquica: almogávar (soldado raso), almocadén (capitán) y adalid, el máximo rango.
Imperio Bizantino
Tras terminar su “trabajo” para la Corona de Aragón, una vez asentada la frontera con los otros reinos de la Península, y su paso por las guerras italianas donde mantuvieron a raya a los turcos en Sicilia, fueron llamados para luchar contra los otomanos en Anatolia, para el Imperio Bizantino.
Se forma así la Gran Compañía Almogávar teniendo al frente a Roger de Flor, nacido en la ciudad italiana de Brindisi en 1266 de madre italiana y padre alemán, caballero y miembro de la Orden del Temple de la que fue expulsado al caer finalmente San Juan de Acre en 1291. Tras su expulsión pidió asilo como mercenario al rey Federico II de Sicilia, hijo de Pedro III de Aragón, quien le nombró caudillo de la Gran Compañía Catalana de los temidos almogávares.
Para acudir a luchar con los otomanos, De Flor pidió esposa y el título de Mega Dux, al emperador bizantino, lo cual le fue concedido. La expedición zarpó de Sicilia en verano de 1302 a bordo de 36 naves con miles de almogávares, jinetes y peones, además de las mujeres e hijos que les acompañaban. Estimaciones modernas hablan de 2.000 jinetes y 10.000 infantes aragoneses, catalanes y valencianos combatiendo en la Gran Compañía Almogávar de Oriente, número elevado a 18.000 si se consideran auxiliares y los tripulantes de los barcos.
Tras su llegada a territorio bizantino entran en batalla contra los turcos, logrando numerosas victorias en Filadelfia, Magnesia y Éfeso, y obligando al enemigo a retirarse en Cilicia y en Tauro. Sin embargo, luchas de poder y problemas de avituallamiento hacen que se encaminen hacia Tesalia, que un siglo antes había caído en manos de barones francos tras la Cuarta Cruzada, y no había sido recuperada por los emperadores de Nicea al tomar Constantinopla.
Todo parece ir bien en el campo de batalla y, como recompensa, en 1304, el emperador de Bizancio nombra «César» a Roger de Flor, el líder de los guerreros catalanes, pero este hecho desata las envidias entre los bizantinos. Miguel IX Paleólogo, hijo del emperador Andrónico, invita a Roger de Flor a una celebración en su honor en Adrianópolis. Tras los festejos, mercenarios alanos asesinan al líder almogávar: era el 4 de abril de 1305.
Sin embargo, el tiro le salió por la culata a Miguel IX Paleólogo pues, en lugar de rendirse y regresar a la Corona de Aragón, los guerrilleros hispanos hacen justo lo contrario y ponen en marcha lo que la Historia ha dado en llamar la «venganza almogávar»: arrasan pueblos y aldeas y derrotan a los griegos, ante lo que el emperador envía un gran ejército contra ellos, pero cae derrotado, muriendo unos 26.000 bizantinos. Después, los almogávares persiguen a los mercenarios alanos de cuyo grupo salió el asesino de Roger de Flor, asesinando a todos menos a sus mujeres: 8.700 muertos.
La mayoría de las batallas que ganaron fue en inferioridad numérica, lo que alimentó su leyenda de invencibles. Una de estos enfrentamientos fue contra un ejército enviado por el emperador bizantino en el que 8.000 almogávares vencieron a 30.000 genízaros turcos, que perdieron casi dos tercios de sus tropas antes de retirarse. También lograron una gran victoria sobre los mercenarios alanos provenientes del Mar Negro asesinando a todos menos a sus mujeres: 8.700 muertos.
Atenas y Neopatria
La traición le salió cara a los bizantinos tanto en vidas como en territorio, aunque sí consiguieron que dejaran Bizancio pues, terminada su venganza, los almogávares son contratados por el duque de Atenas, Gualterio V de Brienne, para luchar contra los griegos. Sin embargo, una vez realizado el trabajo, el barón de Brienne se niega a pagarles y los almogávares se enfrentan a él, derrotándolo en la batalla del río Cefiso (1311) y toman posesión del ducado en nombre del rey de Aragón, negándose a devolverlo al teórico legítimo heredero del barón. Muy al contrario, aprovechan para ampliar sus territorios con Neopatria (las tierras del duque de Tesalia, muerto sin descendencia), pasando estas tierras al control de la Corona de Aragón.
En 1331, un fuerte ejército armado en Francia con el beneplácito del Papa intenta recuperar Atenas, pero es derrotado. El dominio de los reyes de Aragón sobre estos ducados se mantuvo hasta 1391.
Pero más allá de las aventuras de estos almogávares, también lucharon para la Corona de Aragón en el resto de la península y, así, jugaron un papel fundamental en la Reconquista, estando presentes en el intento de toma de Almería y de Granada para su Rey, contra el rey de Mallorca (1343-1344), en las expediciones a Cerdeña (1353, 1354 y 1367), y aún otra vez contra Castilla (1356-1369).
Sin embargo, poco a poco fueron perdiendo protagonismo y acabaron convirtiéndose en una suerte de bandoleros que buscaban a musulmanes y a cristianos convertidos al Islam para conseguir recompensas por su captura o muerte. Con el tiempo, comenzaron a atacar a cristianos, lo cual hizo que la buena fama de los almogávares cayera en picado.
Finalmente durante el reinado de los Reyes Católicos los almogávares desaparecieron.
Reseña
Según recoge el libro “Historia de la Armada”, del Ministerio de Defensa, “finalizadas las guerras de Sicilia, los almogávares, quedaron disponibles y, a petición del emperador bizantino Andrónico II Paleólogo, formaron un cuerpo expedicionario para combatir a los turcos, ahora en Asia Menor. Actuarían como tropas mercenarias, sostenidas por el Imperio, bajo el mando de un aventurero, antiguo templario con gran experiencia militar, llamado Roger de Flor. Transportados por mar hasta Constantinopla, los almogávares llevaron a cabo una devastadora campaña en territorio enemigo, de victoria en victoria, tras la cual el jefe de los almogávares fue nombrado megaduque del Imperio. Esto provocó los celos del príncipe heredero, que ordenó asesinarlo junto a varios de sus oficiales en una cena palaciega. La Gran Compañía de los Almogávares decidió vengar estas muertes, iniciando una campaña de conquistas y saqueos por Tracia y Macedonia. Pocos años más tarde, los almogávares pasaron al servicio del duque de Atenas pero, como este no cumplió sus compromisos, también se rebelaron contra él y le derrotaron. El final de la notable aventura fue la creación de dos ducados en Grecia, llamados Atenas y Neopatria, que formarían en su momento parte de la Corona de Aragón”.
En la actualidad existe en el Ejército de Tierra la Brigada Almogávares VI de Paracaidistas, una unidad de élite rápidamente desplegable y de carácter expedicionario, que hace las veces de Fuerza de Reacción Inmediata para operaciones aerotransportadas y de asalto aéreo. Su nombre rinde homenaje a los guerrilleros aragoneses y a su líder, Roger de Flor, que dio nombre al germen de la brigada tras su creación, en la década de los cincuenta del pasado siglo. Su lema sigue siendo: “¡Desperta Ferro!”
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