ATLETISMO | MUNDIALES EN BUDAPEST
El español (25 años) realizó una soberbia final de 5.000 y rozó el oro que le arrebató a escasos metros de la meta Jakob Ingebrigtsen, que luego ni le saludó.
“Como dice Alcaraz, el mejor tenista del mundo, ‘cabeza, corazón y cojones’. Voy con todo a la final, con una rabia que no he tenido nunca”, avisaba Katir. Mo afrontaba la final de 5.000 en Budapest con la espina clavada de su eliminación en las semifinales del 1.500. Eso le había sacado de su espacio de confort mental. Esa mente del atleta de Mula que, en tierras de su creador, funciona a veces como un ‘Cubo de Rubik’, ese rompecabezas tridimensional que se puede resolver con práctica, paciencia, insistencia... o mediante la lógica con un algoritmo metódico de movimientos.
El poeta de la pista, ese talentoso verso libre de 25 años al que su timidez y volcánicas reacciones le juegan a veces malas pasadas, confiaba en su trabajo concienzudo previo bajo las directrices de entrenamiento del gurú Gabi Lorente. Frente a él muchos duros adversarios peligrosos llegados desde todos los puntos del planeta: desde los africanos con los los etíopes Kejelcha, Aregawi y Gebrhiwet o el keniano Krop al frente; los americanos Chelimo, Grijalva o Ahmed; los europeos Ingebrigtsen, Nordás o Gressier; o el australiano McSweyn. Además de un compatriota, Ouassim Oumaiz.
Muchas dudas previas de cómo sería la carrera. ¿Lo mejor? Esperar a que sonara el disparo. Y salió lenta. 1:06.2 el primer 400.Cuando parecía que el letargo dejaría pasar un par de kilómetros salió como un resorte el keniano Ishmael Rokkito Kipkurui (18 años). Pasó el primer kilómetro en 2:46.56... seis segundos por delante del grupo. Sorpresa en sus rivales, pero el ritmo se avivó. No le podían dejar irse completamente porque es un octavo clasificado en una cita de la Diamond, en Oslo. El segundo mil lo cubrió en 5:35.44. Los etíopes, salvo Kejelcha, se encargaban de ir enjugando la renta. Y justo en el ecuador de la carrera fue cazado. Vuelta a empezar. Ingebrigtsen y su sombre Katir seguían atrás.
El tercer kilómetro se cubría en 8:13. Cinco vueltas por delante. El ogro no se inmutaba, los lobos le rodeaban. Katir avanzaba posiciones y Oumaiz empezaba a sufrir. Aregawi seguía al frente al ritmo que le interesaba. Calma tensa. La tormenta se acercaba, se oía el rumor de los truenos, pero no se sabía por dónde descargaría. 800 metros para el final, dos vueltas, expectación. Nueve atletas para tres medallas.
Toque de campana. Ingebrigtsen avanza, Katir también. El español lanza un ataque larguísimo a 250 metros de meta. Sólo Jakob le sigue. Aprieta los dientes, tensa cada músculo de su cuerpo para intentar aguantar la llegada del ogro que se acerca irremediablemente. Se pone a la par. Y le pasa a escaso metros. Fantástica plata para Katir con 13:11.44. 13:11.30 marca el tiempo al lado del nombre de Jakob. El campeón del mundo... que no saludó siquiera al español. Ser oro no le va a enseñar educación a estas alturas. Ya tiene muchas medallas. De lo otro, menos.
Katir, que vive y entrena en Sierra Nevada, es un prodigio del mediofondo. En 2022 brilló de manera superlativa en resultados y tiempos. Bronce en los Mundiales de Eugene (1.500) y plata en el Europeo de Múnich (5.000). Récordman europeo de 5.000 al aire libre y de 3.000 en pista cubierta; nacional de 1.500, 3.000 (indoor) y 5.000; oro en los Juegos Europeos, victorias en la Diamond League... y ahora subcampeón mundial de 5.000. El 29º español con medalla en la historia de estos campeonatos, el quinto que suma en Budapest 2023 y el primero en el estadio. Oumaiz fue 16º con 13:31.99. El bronce se lo llevó el keniano Krop.
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