Empiezo algo nuevo que espero que sea interesante para la gente que me quiera leer.
Se me ocurrió la idea de hacer un blog nuevo, donde comentar aspectos de un lugar que es parte de mi vida. Que no se quede en el olvido. Con el tiempo le he añadido información de mi población y otras ciudades cercanas.
Cine, televisión, música y actualidad también tienen cabida en este espacio.
Seguro que de aquí saldrá algo bueno, en este pequeño rincón que abierto con toda mi ilusión.
LA RAZÓN Y LA CULTURA 131 (Paco de Lucía, las dos caras de un genio)
Martes y como no toca una entrada de LA RAZÓN Y LA CULTURA esta semana traigo un artículodonde hablaremos Paco de Lucía, las dos caras de un genio, seguimos recordando a una de los grandes en la música española como es Paco de Lucia, se puede decir alto y claro el mejor guitarrista flamenco de la historia.
Que mejor que conocer parte de su historia la dos caras de un gran genio.
Paco de Lucía, las dos caras de un genio
Cuando se cumplen 10 años de su
fallecimiento, dos biografías se acercan a la enigmática personalidad de
un tótem para el flamenco y la cultura
Antes de Paco de Lucía (Algeciras, 1947 - Playa del Carmen, 2014), el flamenco era un misterio, un rito de hermetismo tribal y códigos ancestrales.
“Antonio Mairena era de silla de enea, copa y nudillos en la mesa. Y no
iba más allá de decir: ''esto es muy grande, es muy grande''. Quien le
dio riqueza y precisión léxica al flamenco fue Paco de Lucía”, explica Manuel Alonso Escacena
haciendo una doble referencia a la riqueza de melismas de la guitarra
del genio de Algeciras, sin parangón en la técnica del instrumento, y
también a su capacidad verbal para expresarse, inédita entre los
artistas jondos hasta ese momento. De hecho, la biografía que acaba de
publicar Escacena llega con el subtítulo de “Paco de Lucía. El flamenco ilustrado” (Almuzara libros) y, cuando quedan solo unas semanas para que se cumplan diez años de la muerte del gran guitarrista, aparece otra, “El enigma de Paco de Lucía” (Lumen) escrita por el periodista César Suárez. Ambas se asoman, de maneras diferentes, a la personalidad dual e impenetrable de un hombre que, como dice Alonso Escacena, “tomó
una forma moribunda de arte en manos de una generación quejumbrosa y le
dio una vitalidad que lo hizo accesible a jóvenes de todo el mundo.
Respetando en todo momento los cánones tradicionales de ritmo y forma”.
La aportación de Paco de Lucía al flamenco ha pasado a la historia sin
discusión, por más que en su día pudiera provocar escoceduras. Está
impresa en el frontispicio del templo del arte flamenco y de la cultura
española. Sin embargo, con el tiempo, la que se ha vuelto más enigmática
ha sido su personalidad. De Paco de Lucía hay contadísimas biografías:
la primera, de hecho, fue escrita por un americano, Donn Pohren (no
traducida), y no hubo una segunda, escrita por fin en español, hasta que
en 1994 publicó Juan José Téllez“El hijo de la portuguesa” (Planeta). Y
nada más desde entonces -frente a la veintena de títulos que hay sobre
Camarón-, hasta ahora. En su biografía, Alonso Escacena, de profesión
abogado, plantea una querella con sus hechos y fundamentación jurídica
para adentrarse en la psicología del artista. “Para entendernos, podemos
decir que era bipolar o ciclotímico. No es que lo fuera clínicamente,
pero pasaba por estados psicológicos muy fuertes y contradictorios”,
explica en conversación con este periódico. Paco de Lucía vivía del
tormento a la fiesta, de la introspección a la chufla. Dentro de sí se
daban fuerzas que lo arrastraban en direcciones opuestas.
“Su interior era muy complicado -dice César Suárez-. Él toma un legado y deja una herencia increíble.
Pero dentro vive con ansia de perfeccionismo, con un tormento por ir
más allá de los cánones y sentir que traiciona a la tradición. También
con un síndrome del impostor agudo. Y, de repente, el éxito
internacional y todos los premios que le iban cayendo. Todas esas capas
se van dando en su interior”. Muchos de estos conflictos provienen
de la infancia del guitarrista, marcada por la severidad de su padre,
Antonio Sánchez, que nació en la miseria y trató de convertir a su hijo
en una estrella del flamenco. Le obligaba a practicar, a “hacer manos”, durante horas.
Le robó la infancia al talentoso Paco y eso podría haber destruido a
cualquiera, pero no a él, que era lo suficientemente duro. Por un lado
le empuja a trabajar, por otro le protege de terminar en espectáculos de dudoso gusto en la España de los niños prodigio: le conduce hacia el flamenco serio.
A los 16 años ya es un adulto y viaja a Estados Unidos en la compañía
de José Greco. Sin embargo, esa reclusión, esa disciplina y exigencia,
marcaron una cara del rostro de Paco de Lucía. Pusieron la semilla de lo
que luego será una verdadera neurosis del artista, la de sentir la
mirada escrutadora del padre constantemente, el juicio sumarísimo y la
sentencia: eres bueno, pero no lo suficiente. Sus primeros años también
marcarán su manera de entender vida familiar o la obsesión con nunca
pasar penurias económicas. También, claro, se perdió la escuela, algo que se pasó la vida enmendando con lecturas de todo tipo. De su capacidad intelectual baste decir que podía responder entrevistas en inglés sin haberlo estudiado nunca.
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