martes, 21 de mayo de 2024

LA RAZÓN Y LA CULTURA 131 (Paco de Lucía, las dos caras de un genio)

 

Martes y como no toca una entrada de LA RAZÓN Y LA  CULTURA esta semana traigo un artículo donde hablaremos Paco de Lucía, las dos caras de un genio, seguimos recordando a una de los grandes en la música española como es Paco de Lucia, se puede decir alto y claro el mejor guitarrista flamenco de la historia.

Que mejor que conocer parte de su historia la dos caras de un gran genio.



Paco de Lucía, las dos caras de un genio

 

 
Paco de Lucía en una imagen tomada en un concierto ofrecido en el Teatro Real de Madrid.


Cuando se cumplen 10 años de su fallecimiento, dos biografías se acercan a la enigmática personalidad de un tótem para el flamenco y la cultura


Antes de Paco de Lucía (Algeciras, 1947 - Playa del Carmen, 2014), el flamenco era un misterio, un rito de hermetismo tribal y códigos ancestrales. “Antonio Mairena era de silla de enea, copa y nudillos en la mesa. Y no iba más allá de decir: ''esto es muy grande, es muy grande''. Quien le dio riqueza y precisión léxica al flamenco fue Paco de Lucía”, explica Manuel Alonso Escacena haciendo una doble referencia a la riqueza de melismas de la guitarra del genio de Algeciras, sin parangón en la técnica del instrumento, y también a su capacidad verbal para expresarse, inédita entre los artistas jondos hasta ese momento. De hecho, la biografía que acaba de publicar Escacena llega con el subtítulo de “Paco de Lucía. El flamenco ilustrado” (Almuzara libros) y, cuando quedan solo unas semanas para que se cumplan diez años de la muerte del gran guitarrista, aparece otra, “El enigma de Paco de Lucía” (Lumen) escrita por el periodista César Suárez. Ambas se asoman, de maneras diferentes, a la personalidad dual e impenetrable de un hombre que, como dice Alonso Escacena, “tomó una forma moribunda de arte en manos de una generación quejumbrosa y le dio una vitalidad que lo hizo accesible a jóvenes de todo el mundo. Respetando en todo momento los cánones tradicionales de ritmo y forma”.

La aportación de Paco de Lucía al flamenco ha pasado a la historia sin discusión, por más que en su día pudiera provocar escoceduras. Está impresa en el frontispicio del templo del arte flamenco y de la cultura española. Sin embargo, con el tiempo, la que se ha vuelto más enigmática ha sido su personalidad. De Paco de Lucía hay contadísimas biografías: la primera, de hecho, fue escrita por un americano, Donn Pohren (no traducida), y no hubo una segunda, escrita por fin en español, hasta que en 1994 publicó Juan José Téllez “El hijo de la portuguesa” (Planeta). Y nada más desde entonces -frente a la veintena de títulos que hay sobre Camarón-, hasta ahora. En su biografía, Alonso Escacena, de profesión abogado, plantea una querella con sus hechos y fundamentación jurídica para adentrarse en la psicología del artista. “Para entendernos, podemos decir que era bipolar o ciclotímico. No es que lo fuera clínicamente, pero pasaba por estados psicológicos muy fuertes y contradictorios”, explica en conversación con este periódico. Paco de Lucía vivía del tormento a la fiesta, de la introspección a la chufla. Dentro de sí se daban fuerzas que lo arrastraban en direcciones opuestas.

“Su interior era muy complicado -dice César Suárez-. Él toma un legado y deja una herencia increíble. Pero dentro vive con ansia de perfeccionismo, con un tormento por ir más allá de los cánones y sentir que traiciona a la tradición. También con un síndrome del impostor agudo. Y, de repente, el éxito internacional y todos los premios que le iban cayendo. Todas esas capas se van dando en su interior”. Muchos de estos conflictos provienen de la infancia del guitarrista, marcada por la severidad de su padre, Antonio Sánchez, que nació en la miseria y trató de convertir a su hijo en una estrella del flamenco. Le obligaba a practicar, a “hacer manos”, durante horas. Le robó la infancia al talentoso Paco y eso podría haber destruido a cualquiera, pero no a él, que era lo suficientemente duro. Por un lado le empuja a trabajar, por otro le protege de terminar en espectáculos de dudoso gusto en la España de los niños prodigio: le conduce hacia el flamenco serio. A los 16 años ya es un adulto y viaja a Estados Unidos en la compañía de José Greco. Sin embargo, esa reclusión, esa disciplina y exigencia, marcaron una cara del rostro de Paco de Lucía. Pusieron la semilla de lo que luego será una verdadera neurosis del artista, la de sentir la mirada escrutadora del padre constantemente, el juicio sumarísimo y la sentencia: eres bueno, pero no lo suficiente. Sus primeros años también marcarán su manera de entender vida familiar o la obsesión con nunca pasar penurias económicas. También, claro, se perdió la escuela, algo que se pasó la vida enmendando con lecturas de todo tipo. De su capacidad intelectual baste decir que podía responder entrevistas en inglés sin haberlo estudiado nunca.


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 Pirata Oscar 

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