De Vrij y Gakpo remontan otro ejercicio casi maradoniano del prodigio madridista y meten en semifinales a la Países Bajos de Koeman.
Dos goles de De Vrij y Gakpo meten a Países Bajos en semifinales, ronda de la Eurocopa a la que la Oranje no llegaba desde hace 20 años, en Portugal 2004. El equipo de Koeman se enfrentará a Inglaterra el próximo miércoles, en Dortmund, tras remontar a una Turquía en la que Arda Güler volvió a dar otro recital casi maradoniano de asistencia, túnel, ocasiones y hasta liderazgo. Pero el prodigio madridista no fue suficiente.
Berlín se vistió de futbolista desde muy de mañana por dos aficiones que han honrado la Euro llenándola de color. Aunque perdieron, no les da para más, los turcos fueron de nuevo fieles a esa exuberancia sentimental con la que han afrontado este torneo, para lo bueno (casi todo) y algo de lo malo, como las críticas que arreciaron tras perder contra Portugal, o la tormenta política que han desatado los gestos ultranacionalistas de Demiral, que no jugaba este partido por encontrarse sancionado.
Le faltaban a Montella Demiral, el bigoleador ante Austria, y varias piezas más en el centro del campo. En octavos no jugó el capitán Calhanoglu. Al técnico italiano se le ha podido discutir la táctica, pero armó un plan que se ha basado sobre todo en dos pilares: resistir un 90 por ciento del tiempo y el resto, balones a la zurda de Güler. Bueno, a la zurda o a la diestra: acababa Turquía de sacar un córner desde el perfil izquierdo, donde no los bota el madridista, y Arda aguardaba el rebote en la esquina opuesta. No necesitó perfilarse: con la pierna ‘mala’ ¿mala? la puso perfecta al segundo palo para que Akaydin cabeceara al fondo de la red (0-1, 35′).
Como enredada en una tela de araña, aturdida por el ambiente ensordecedor, la Oranje tardó en rehacerse. Entre medias, el diablo de Ankara seguía dejando exquisiteces, como un maravilloso túnel a Depay, impotente. O una falta a la base del poste de Verbruggen. Salvo un primer cuarto de hora en el que se acercó con cierta facilitad al área otomana, pero sin remate, al equipo de Koeman parecían habérsele apagado todas las luces que encendió la goleada a Rumanía. Gakpo y Bergwijn no desbordaban, Reijnders no gobernaba el centro del campo y Xavi Simons no encontraba espacio en la aguerrida defensa montada por Montella.
Pero cuando no salen las cosas por abajo siempre quedarán los balonazos arriba. Koeman sacó a Weghorst, en un movimiento que pronto recordó a aquellos cuartos de final de Qatar contra Argentina, sobre todo cuando el gigante del Burnley comenzó a fajarse con los centrales turcos y a cabecear, o intentarlo, todo lo que cayera sobre el área. 13 saques de esquina había sacado Países Bajos ante Rumanía sin encontrar adecuado rematador. Algún avispado periodista preguntaba en la previa a Ronald por la circunstancia y el seleccionador entonaba el mea culpa: “Lo hemos explicado a los jugadores”. Debió ser De Vrij el que mejor lo había entendido. Pasaba el minuto 70: botó Depay y el central del Inter fusiló con su testa. 1-1 y otra vez a empezar.
El empate descompuso por momentos a Turquía y su rival lo supo aprovechar. Dumfries galopó y, entre Gakpo y Muldur, la pelota acabó dentro de la red (1-2, 76′) para desesperación de los más de 50.000 aficionados otomanos. Sin fuelle, pero con corazón (la mejor estrategia proviene del orgullo), el equipo de Montella coleccionó un puñado de ocasiones claras que merecieron llevar el partido hasta la prórroga. Faltó suerte, precisión o, seguramente, quizá algo más de un Güler al que los pulmones pesaban ya más que el genio. Otra vez será para Turquía, quizá en el Mundial de 2026. Con Arda, más maduro, tiene todo el derecho a soñar.
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