PARÍS 2024 | WATERPOLO
La Selección masculina de waterpolo, como la femenina contra Estados Unidos, tumba a Hungría, rival maldito y verdugo en los pasados Juegos.
Después del sólido debut contra Australia, el monstruo vino a ver a España. Y lo superó. Este martes, en su segundo partido de la fase de grupos, la Selección masculina de waterpolo venció a Hungría (10-7) para empezar a afianzar su lugar en la búsqueda de cruces favorables (ya es líder), para espantar fantasmas y para lanzar un mensaje: esto no es Tokio. El combinado húngaro, el equipo con más medallas olímpicas y el vigente campeón del mundo, fue el que superó a los chicos de David Martín en la lucha por el bronce de la capital nipona, además de en la final del Europeo de 2022. En París, en una lucha de gigantes a las primeras de cambio, la historia fue distinta. Tras el oro europeo y el bronce mundial, sólo falta la medalla olímpica. Puede estar en camino.
Lo celebraron las gradas del Centro Acuático de Saint Denis, vecino del Stade de France, donde había una parte importante del público que vestía de rojo. También se vislumbraban una veintena de banderas españolas que animaron desde el inicio. “¡España, España, España!”, gritaban los aficionados desplazados cuando, por el megáfono, preguntaron: “¿Quién está aquí por España?”. Dentro el agua, como si fuera una continuación del anterior partido, Alberto Munárriz fue el primero en responder. Además, con un gol similar al que también sirvió para abrir la lata contra Australia. Tras un inicio trabado, muy intenso, con varias paradas muy meritorias de Unai Aguirre, el jugador del Barceloneta recibió de Álex Bustos y definió desde los seis metros cuando ya habían pasado cinco minutos, un buen indicativo de la batalla que se estaba librando en el agua. Y de lo que faltaba por llegar.
La tregua no llegó nunca, pero España siempre estuvo un puntito por encima. Cada ataque requería mucho trabajo, salvo en destellos de genialidad como el de Bernat Sanahuja, que puso el 2-0 soltando ese látigo que tiene por brazo derecho. Esa fue la tónica de una primera parte que Marc Larumbe, del que se había olvidado la defensa húngara, decantó para España con merecimiento (4-3). Pese a la igualdad, los de David Martín, que también sumaron a través de Sergi Cabanas en el segundo cuarto, estaban algo más vivos, más alegres y más compactos en defensa. Hungría, de hecho, encontró dos de sus tres tantos en esos primeros dos parciales a través de superioridades, la única grieta nacional.
La fiesta del gol
Esas sensaciones, muy positivas, se siguieron ratificando en el inicio de un tercer cuarto muy distinto a todo lo visto hasta el momento. Hubo un denominador común, Munárriz, en estado de gracia, que puso el 5-3. El resto, sin embargo, no tuvo nada que ver. Del sufrimiento para marcar se pasó a una fiesta del gol que, en clave española, tuvo a Álvaro Granados como protagonista, autor de un tanto de penalti y de otro en jugada, aunque desde la misma posición. La locura dejó el mismo 4-3 de parcial (8-6 en total) que se había visto en los dos periodos anteriores. La locura, siempre difícil de gestionar, fue perfectamente amarrada por la Selección española, que entró en un intercambio de golpes controlado, con Miguel del Toro, Martín Famera y Larumbe, otra vez, como últimos anotadores. Tras romper las chicas de Miki Oca la maldición contra Estados Unidos, los chicos de David Martín rompieron el maleficio húngaro.
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