Mapa de España con la división territorial de 1833, con la Región de Murcia biprovincial. (Foto: Archivo)
Durante más de un siglo, Murcia y Albacete compartieron región, instituciones y destino. Lo que hoy parece impensable fue una realidad hasta que, con la llegada de la democracia, su historia conjunta llegó a su fin
Aunque hoy resulte difícil de imaginar, durante casi siglo y medio la Región de Murcia fue biprovincial. Hasta finales del siglo XX, Murcia y Albacete formaban una misma unidad territorial, compartían estructuras institucionales y se recitaban como un binomio en los libros escolares. Sin embargo, aquel “matrimonio” histórico se rompió tras la llegada de la democracia y la aprobación de la Constitución de 1978.
Aunque la ruptura se materializó sin grandes proclamas ni movilizaciones populares, sí dejó tras de sí ciertas tensiones y decisiones poco consensuadas. Mientras algunas voces pedían mantener la unión, otras preferían romper con el pasado. Y lo que parecía una pareja estable desde hacía décadas, terminó distanciada por la nueva organización territorial del país.
Así, la Región de Murcia asumió su nuevo papel como comunidad uniprovincial, mientras Albacete fue integrada en Castilla-La Mancha, donde permanece desde entonces. Aunque hoy pocos recuerdan esta unión (y su disolución definitiva), las conexiones entre ambas provincias eran muchas, empezando por su cercanía geográfica y los numerosos lazos sociales, administrativos y económicos, como universidades, diócesis, audiencias territoriales e incluso proyectos regionales que aspiraban a que Murcia fuese la capital del Sureste español.
Una unión forjada en la Edad Media
El vínculo entre Murcia y Albacete tiene unas raíces muy profundas y tienen su origen en los siglos de la Reconquista. Durante la expansión cristiana en los siglos XIII y XIV, territorios como Hellín, Chinchilla o la propia ciudad de Albacete, quedaron integrados en el Reino de Murcia durante siglos, aunque su relación fue más funcional que sentimental.
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CUANDO ALBACETE ERA MURCIA
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Sin embargo, la gran transformación llegó en 1833, cuando Javier de Burgos impulsó, mediante decreto, la nueva división provincial que reorganizó el mapa de España. En ella, España se dividió en 49 provincias, y una de ellas fue Albacete, con municipios de Cuenca, Jaén y, sobre todo, de Murcia. A partir de ese momento, aunque seguían bajo el mismo paraguas regional, Albacete y Murcia comenzaron a caminar por separado.
Durante más de un siglo, la Región de Murcia estuvo compuesta por las dos provincias y ambas compartieron delegaciones administrativas, redes de comunicación y servicios comunes. La diócesis de Cartagena, por ejemplo, abarcaba parte del territorio albaceteño hasta bien entrado el siglo XX. La audiencia territorial tenía sede en Albacete, mientras que Murcia fue el referente universitario. La interdependencia era real y cotidiana.
A lo largo del siglo XIX y XX se barajaron propuestas de reorganización más ambiciosas: una gran Región del Sureste que incluyera, además de Murcia y Albacete, a Alicante y Almería. El plan no prosperó, pero dejó huella: la Caja de Ahorros del Sureste, el Centro Emisor de RNE en Murcia o las ediciones regionales del diario La Verdad para Albacete y Alicante son testigos de aquel proyecto que, por falta de un sentimiento regional, murió en los despachos.
La ruptura definitiva: cómo y por qué se deshizo la Región
La muerte de Franco en 1975 y la llegada de la democracia pusieron en marcha la transformación del Estado y la Constitución trajo consigo el Estado de las Autonomías, una nueva estructura que obligaba a definir los nuevos límites territoriales. Murcia solicitó convertirse en comunidad uniprovincial, lo que dejó a Albacete en una especie de limbo administrativo que duraría hasta 1982.
Edición facsímil de 'La Gaceta de Madrid' del 3 de diciembre de 1833, donde se promulgaba la nueva división territorial de España. (Foto: Archivo)
Durante ese periodo de limbo administrativo, los municipios del Altiplano como Jumilla, Cieza o Yecla se plantearon formar parte de la provincia de Albacete, con la que compartían más proximidad comercial, además de vínculos históricos, económicos y culturales. En el caso de Jumilla, incluso se formalizó una petición por escrito desde Albacete, aunque fue rechazada por el propio Ayuntamiento murciano.
A nivel político, las decisiones fueron más pragmáticas que identitarias. En 1976, cuando comenzaron las primeras movilizaciones políticas tras la muerte del dictador, apenas se escucharon reivindicaciones por el autogobierno murciano, pero pese a esto, la Región de Murcia logró su preautonomía y en 1982 aprobó su Estatuto como comunidad uniprovincial.
Murcia y Albacete siguen unidas por la geografía, los mercados agrícolas, las relaciones personales y por una historia que les dejó huella
Por su parte, Albacete, sin tradición regionalista y afinidades identitarias, acabó integrándose en Castilla-La Mancha a la que le unían intereses más prácticos. El proceso fue rápido, pero no sin roces. Albacete arrastraba cierto malestar con Murcia por sentirse marginada en temas como infraestructuras o educación superior. Las tensiones por el Trasvase Tajo-Segura también reforzaron la idea de mirar hacia Castilla. Mientras tanto, Murcia no encontró fuerza política suficiente para retener a su histórica compañera. A pesar de todo, el vínculo cultural entre ambas provincias sigue vivo.


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