Ya estoy aquí con otra sesión de (NATIONAL PRESENT)de la sección de NATIONAL GEOGRAPHIC.
Esta semana toca hablar De escribir el Quijote a ser encarcelado por piratas: así fue la apasionante vida de Miguel de Cervantes. Esta semana vamos a conocer la vida de Miguel de Cervantes escritor Universal.

Cervantes murió a los 68 años el 22 de abril de 1616.
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Aventuras y desdichas
La vida de Cervantes estuvo llena de sinsabores de los que nació una obra literaria inmortal, el Quijote
Miguel de Cervantes nació en Alcalá de Henares, probablemente el 29 de septiembre de 1547, día del Arcángel San Miguel. Por entonces, Alcalá, con sus más de diez mil habitantes, era la villa más importante del dominio arzobispal de Toledo. Las penurias económicas de sus padres –Rodrigo de Cervantes, cirujano de profesión, y Leonor de Cortinas– provocaron continuos traslados de domicilio durante su infancia. Así, en 1551, cuando Miguel tenía cuatro años, la familia se instaló en Valladolid, corte de la monarquía, donde el padre contrajo una deuda de 45.000 maravedíes que lo conduciría a la cárcel.
En 1553, acosados de nuevo por la mala suerte, Rodrigo y su familia marcharon a Córdoba. De este modo, a los seis años, Miguel contempló por primera vez la Mancha y visitó las primeras ventas. En Córdoba estudió en el colegio de los jesuitas, hasta que, en 1558, la familia se trasladó a Cabra, donde residió cinco años.
Llegó a Sevilla con 16 años, como los dos pícaros de su novela ejemplar Rinconete y Cortadillo. Como ellos, el joven Miguel quizá se lanzó también a recorrer la ciudad y quedaría fascinado «por la suntuosidad de su mayor iglesia y el gran concurso de gentes del río». Cervantes siguió su formación con los jesuitas, a los que se refiere en otra novela ejemplar, El coloquio de los perros: «Los reñían [a los niños] con suavidad, los castigaban con misericordia, los animaban con ejemplos, los incitaban con premios y los sobrellevaban con cordura».

Miguel de Cervantes en la época en que estaba escribiendo El Quijote. Retrato realizado por Juan de Jáuregui y Aguilar en 1600. Real Academia, Madrid.
En 1566 Miguel y su familia fijaron su residencia en Madrid, estrenada como capital de la monarquía cinco años antes. Se matriculó en el Estudio de la Villa, regentado por el maestro de gramática López de Hoyos. En Madrid dio sus primeros pasos literarios, componiendo, en 1567, con motivo del nacimiento de la infanta Catalina Micaela, su primera poesía conocida.
La batalla de Lepanto
El año 1569 marcaría un antes y un después en la vida del escritor en ciernes. El 15 de septiembre, el Consejo Real dictó una orden de busca y captura en su contra por participar en una reyerta armada en Madrid y herir a un hombre llamado Antonio de Sigura. La sentencia le condenaba a perder la mano derecha y a diez años de destierro, ante lo cual, aconsejado por sus padres, decidió fugarse a Italia.
En Roma, el joven poeta entró al servicio de monseñor Acquaviva, un joven prelado, después de mostrarle un informe de limpieza de sangre que su padre le envió desde Madrid. Cervantes congeniaría pronto con su protector, que era de su misma edad.

Cervantes en Lepanto. Detalle de la obra de Juan Luna dedicada a la batalla. 1887, Palacio del Senado, Madrid.
Sin embargo, la amenaza creciente del Turco levantó vientos de cruzada en toda la Cristiandad. Corría el año 1571 y, como un joven español más, Miguel se alistó como soldado para la campaña de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros», como él mismo escribiría en el prólogo al lector de la segunda parte del Quijote.
Cervantes y su hermano Rodrigo se embarcaron en la galera Marquesa. El día de la batalla, enfermo con fiebre, insistió en ser colocado en primera línea. Durante la lucha recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda; pese al sobrenombre de «manco de Lepanto», la mano no le fue amputada, pero sí le quedó anquilosada a causa de un trozo de plomo que le seccionó un nervio.

En Sevilla permaneció encerrado Cervantes durante algunos meses acusado de sustraer dinero público mientras ejercía como cobrador de impuestos. En la imagen la Torre del Oro.
Posteriormente, Miguel participó en más combates contra los otomanos a las órdenes de don Juan de Austria. En 1572 intervino en Modón y Navarino, en Grecia; en 1573 luchó con los tercios viejos en Túnez, y un año después sirvió en Génova, Cerdeña, Nápoles y Palermo.
En 1575, Cervantes embarcó en Nápoles con su hermano Rodrigo hacia España en la galera Sol, con cartas de recomendación de don Juan de Austria. Deseaba reencontrarse con sus familiares y amigos, pero, ante todo, anhelaba conseguir un ascenso en su carrera militar. Tenía 28 años y era lógico que quisiera asegurarse el porvenir.
Cautivo en Argel
Pero la mala fortuna se cebó en ambos hermanos, ya que durante la travesía la galera fue capturada por una flotilla de piratas argelinos y Miguel y Rodrigo fueron conducidos a prisión en Argel, donde permanecerían cinco años.
La experiencia de este cautiverio dejó una profunda huella en Cervantes. En la obra de teatro Los baños de Argel rememora el abatimiento que sintió: «Cuando llegué cautivo y vi esta tierra / tan nombrada en el mundo, que en su seno / tantos piratas cubre, acoge y cierra, / no pude al llanto detener el freno / que, a pesar mío, sin saber lo que era, / me vi el marchito rostro de agua lleno». Hasta cinco veces trató de escapar, todas fracasadas. No es raro que más tarde hiciera decir a don Quijote: «Por la libertad se puede y debe aventurar la vida; y, al contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».
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Escena de El Quijote en un grabado de Luís Taso (1894).
Rodrigo fue liberado en 1577, pero Miguel no saldría de los calabozos hasta el 19 de septiembre de 1580, cuando estaba a punto de ser llevado cautivo a Constantinopla, lugar del que no se solía regresar. Aquel día, el fraile trinitario Juan Gil pagó a Hazán Bajá quinientos escudos de oro como rescate de Cervantes. No obstante, el escritor aún permaneció más de un mes en Argel, ya que la nave que había de llevarlo a España no partía hasta el 24 de octubre.
Tres días después, el escritor llegó a Valencia con algunos de sus antiguos compañeros rescatados. Si seguimos el relato del Capitán cautivo, inserto en los capítulos XXXIX-XLI de la primera parte del Quijote, Cervantes lloró por segunda vez, pero en esta ocasión de alegría: «Y con lágrimas de muy alegrísimo contento dimos todos gracias a Dios Nuestro Señor por el bien tan incomparable que nos había hecho». Y como el Capitán cautivo, «el cual en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierra de moros, porque venía vestido con una casaca de paño azul, corta de faldas, con medias mangas y sin cuello; los calzones eran asimismo de lienzo azul, con bonete de la misma color...».

Aguadores. Escena de la novela ejemplar de Miguel de Cervantes, Rinconete y Cortadillo, recreada por Manuel Rodríguez. Siglo XiX. Museo del Prado, Madrid.
Cervantes pasearía feliz por Valencia, ciudad que, en su recuerdo, debió de permanecer indisociablemente unida al sentimiento de alegría por la libertad recobrada. En Los trabajos de Persiles y Segismunda, Cervantes destacaría de la ciudad del Turia «la grandeza de su sitio, la excelencia de sus moradores, la amenidad de sus contornos y, finalmente, todo aquello que la hace hermosa y rica».
Mendigando un cargo
En mayo de 1581, Cervantes partió hacia Portugal, donde estaba entonces la corte de Felipe II , para solicitar un empleo y poder pagar las deudas contraídas por su familia para rescatarlo en Argel. Se le encomendó una misión secreta en Orán, por la que percibió cincuenta escudos, y a su regreso a España, en febrero de 1582, pidió un puesto en las Indias, que le fue denegado. Al mismo tiempo se dedicaba intensamente a la literatura. En 1582 se estrenó como autor teatral con Los baños de Argel y tres años después publicó la novela pastoril La Galatea.
Su vida personal también experimentó cambios. A principios de 1584, Cervantes conoció a una mujer llamada Ana Franca, casada desde 1580 con un tal Alonso Rodríguez. Fruto de su relación nacería la única hija de Cervantes, Isabel de Saavedra, aunque hay autores que dicen que la niña era hija de Magdalena, hermana del escritor, y de Juan de Urbina. En diciembre de 1584, Miguel se casó en Esquivias (Toledo) con Catalina de Salazar y Palacios, una joven de 19 años.

Portada de la segunda parte de El Quijote publicada en Madrid en 1615.
En 1587, el escritor se instaló en Sevilla. Allí trabajó como comisario de abastos de la armada española. Tres años después solicitó de nuevo un destino en las Indias, que otra vez le fue denegado, de modo que en 1593 pasó a ser recaudador de Hacienda. Los dos trabajos que desempeñó en Sevilla eran ingratos y Cervantes fue acusado de irregularidades que lo llevaron dos veces a prisión: en 1592, por un embargo de trigo a los canónigos de Castro del Río, y en 1597, en Sevilla, por no haber entregado debidamente las cantidades recaudadas para la Corona. En esta última etapa, en la cárcel real de Sevilla, Cervantes concibió Don Quijote de la Mancha, que luego reanudó y acabó de escribir en 1604.
No fue su último embrollo con la justicia. En 1605, cuando residía en Valladolid y se había publicado ya la primera parte del Quijote, se vio mezclado en el proceso por la muerte del noble navarro Gaspar de Ezpeleta; durante dos días fue encarcelado con casi toda su familia.
Al año siguiente Cervantes se instaló en Madrid, iniciando una fase de gran actividad literaria. Entre 1613 y 1617 aparecieron las Novelas ejemplares, la segunda parte del Quijote, las Ocho comedias y entremeses y, de forma póstuma, Los trabajos de Persiles y Segismunda. También se aprecia en él un nuevo fervor religioso, como demuestra su ingreso, en 1609, en la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento. En 1616, Cervantes profesó en la Orden Tercera franciscana. A los pocos días, el 22 de abril, el escritor murió en su casa en Madrid. El tardío éxito del Quijote no lo había sacado de la pobreza, pero le procuró una fama que no haría sino crecer tras su muerte.
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Pirata Oscar



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