Una investigación del Instituto Catalán de Arqueología Clásica desvela que el Puente del Diablo fue un caro monumento para simbolizar su poder y no una canalización necesaria.
El paisaje y el conocimiento de la arquitectura para abastecer de agua a la antigua ciudad de Tarraco han dado un vuelco sustancioso. Hace cuatro años, cuando un equipo de investigadores del Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC) y de varias universidades catalanas inició un proyecto de estudio de los acueductos romanos de la zona, tan solo se conocían dos: el del Francolí, construido en el siglo I d.C. y con la monumental arquería del Puente del Diablo, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO, y el del Gaià, de época de Augusto. Ahora, el cómputo de construcciones para regar la capital de la provincia de Hispania Citerior ha ascendido hasta un total de seis.
Pero esa no ha sido la única sorpresa: los arqueólogos han desvelado que el Puente del Diablo, también llamado Pont de les Ferreres, no fue erigido con una finalidad práctica, para transportar agua. La vasta estructura, de unos 217 metros de largo y un máximo de 27m de alto, fue en realidad un gran monumento para ser contemplado desde la calzada romana que discurría en paralelo a la orilla derecha del río y que conectaba Tarraco con el interior peninsular. "Fue un método de ostentación, los romanos utilizaron la arquitectura como símbolo de poder", explica a este periódico Jordi Vilar López, el director de los trabajos.
Los investigadores han llegado a esa conclusión a raíz del hallazgo de un acueducto anterior al del Francolí, de época tardorrepublicana (siglos II-I a.C.), el primero construido en Tarragona. Era un canal a cielo abierto, excavado en la roca y con un metro de ancho en la base y una profundidad variable de entre 0,60m y 2,50m, dependiendo de la topografía. En un momento indeterminado se abandonó, probablemente cuando se empezó a utilizar el Aqua Augusta, una canalización más compleja y cubierta que tomaba el agua en la zona de Puigpelat. Ya en el siglo I d.C. se superpuso el otro acueducto conocido, de modo que en diferentes tramos se ha identificado uno encima del otro.
Sección en la que se observa la superposición de las dos conducciones del Francolí, en el término municipal de Perafort. ICAC
Sin embargo, la principal diferencia entre ambos es que en el acueducto primigenio no existía el Puente del Diablo, sino que el canal hacía un recorrido extra de tres kilómetros para sortear los barrancos. Este descubrimiento demuestra que el canal, recortado en la roca y que en algunas partes sirve como límite entre fincas, podía conducir el agua a Tarragona sin necesidad de la faraónica arquería. "El tema no es si pasó agua o no por Les Ferreres, sino el coste que implicó; fue una obra carísima que por sí misma no tenía mucho sentido", resume Jordi Vilar López. El proyecto que dirige está financiado por el Consorcio de Aguas de Tarragona (CAT), el ICAC, la Mutua Catalana, el Ayuntamiento de Pallaresos y la Generalitat de Cataluña.
Si las excavaciones realizadas el año pasado revelaron que el acueducto del Gaià estaba formado por dos canalizaciones que se empalmaban a la altura del municipio de Puigpelat, las efectuadas antes del verano han permitido identificar, fichar y topografiar más de medio centenar tramos del acueducto del Francolí, del que ya se conoce todo su trazado en detalle, así como la estructura anterior. El punto de captación ha sido localizado en el tramo final del Torrente de la Fonollosa, en el término municipal de Vallmoll (Alt Camp). En las proximidades se ha documentado un horno de cal presumiblemente romano que se habría utilizado para la obra, aunque los análisis de laboratorio deben confirmarlo.
Zanja abierta en la roca para permitir el paso del primitivo acueducto del Francolí. ICAC
El acueducto del Francolí atraviesa los municipios de Vallmoll, Garidells, Perafort, Pallaresos y Tarragona y tiene una longitud de 23 kilómetros, con una pendiente del 2%, desde el inicio hasta le entrada en la muralla de la ciudad —la capital de la provincia de Hispania Citerior fue el epicentro del Imperio romano entre los años 26-25 a.C., cuando se convirtió en el lugar de residencia del princeps Augusto durante una de las campañas de las guerras cántabras y se puso en marcha un ambicioso plan urbanístico—. Hecha de piedra y mortero de cal, cuenta con una sección interior de aproximadamente 90cm de ancho y 70cm de alto; y estaría protegida con losas, excepto en el tramo final, que tiene una mayor altura y está cubierta con vuelta.
Además de los acueductos que llevaban agua a Tarraco, los investigadores han descubierto un par más, todavía en proceso de estudio, que transportaban el agua a algunas de las villas romanas que se esparcían por el territorio, para proveer las termas privadas y regar las huertas. "Hemos hecho una aportación muy importante al poder identificar nuevos acueductos, sus fases, sus diferentes características y sus cronologías. Pero todavía nos quedan por localizar la toma de agua del acueducto del Gaià o el punto de conexión de sus dos canalizaciones, que debía de ser una estructura hidráulica bastante potente", resume Jordi Vilar López. También van a efectuar labores de conservación para hacer visitables algunos de los tramos.
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