El español vuelve a derribar al serbio en la final, aunque esta vez por la vía rápida, para ganar con 21 años su cuarto Grand Slam, segundo este curso.
Con Roger Federer ya retirado y Rafa Nadal en vías de poner fin a su carrera, Carlos Alcaraz le dio este domingo otro golpe, que se antoja incontestable, a Novak Djokovic. Y, por ende, al espíritu del Big Three, que durante casi dos décadas formaron el suizo, el español y el serbio para dominar de manera tiránica el tenis mundial. Con 21 años, el murciano ha instaurado el Big One después de vencer al ganador de 24 majors por segundo año consecutivo en la final de Wimbledon, en esta ocasión con una contundencia estremecedora: 6-2, 6-2 y 7-6 (4) en 2h27.
Segundo título para él en el All England Club, cuarto de Grand Slam en otras tantas finales, un logro que solo otros ocho jugadores completaron en toda la historia. Y sobre todo, aviso para navegantes de que apunta cada vez más alto, por la superioridad con la que lo ha conseguido en el torneo más complicado, sobre la siempre procelosa hierba, que tanto se le ha atragantado tradicionalmente a la mayoría de los tenistas de la Armada.
De hecho, Carlos es el segundo español que triunfa más de una vez en el torneo británico, después de Nadal (2008 y 2010), en una nómina que solo cuenta con otros tres campeones: Garbiñe Muguruza (2017), Conchita Martínez (1994) y Manuel Santana (1966), a quien iguala con cuatro trofeos de Slam como el segundo nacional que más posee, por detrás de Rafa (22). Entre los hitos que le reporta a Alcaraz esta apabullante victoria, figura también el de ganar en un mismo año Roland Garros y Wimbledon, algo que consiguieron apenas seis jugadores en Era Open (desde 1968) y otros siete en la época amateur. “Es un gran subidón, algo por lo que trabajamos día a día. Son sueños que vamos cumpliendo poco a poco. Levantar el trofeo de Wimbledon es maravilloso e increíble. Intentamos normalizarlo de la manera más natural posible. Hay que valorarlo y, a la vez, tomarlo con naturalidad”, admitió Charly.
Pocas veces se había visto a Djokovic ser tan inferior en la final de un major. Esta es la 13ª que pierde, quinta en tres sets. A la última, la 10ª en el evento inglés, había llegado 37 días después de ser operado de la rodilla derecha. Mucho mérito. En 2020, Nadal le apabulló en la de París (6-0, 6-2 y 7-5) y en Londres le ocurrió algo parecido, aunque con un resultado menos llamativo, contra Andy Murray en 2013 (6-4, 7-5 y 6-4). También fue significativo el triple 6-4 que le endosó Daniil Medvedev en el partido por el título del US Open 2021. “Obviamente, no es el resultado que quería. Especialmente en los dos primeros sets, mi nivel de tenis no estuvo a la altura. El mérito es de Carlos, jugó un tenis increíble, muy completo desde el fondo de pista y con el saque, lo tuvo todo”, reconoció.
Extrañamente apático durante la mayor parte del encuentro, Novak no se animó si siquiera después de levantar tres puntos de partido y ganar por primera vez un juego al resto, en el tercer set. Estaba absolutamente rendido a la evidencia de que, con Alcaraz a ese nivel de tenis excelso, no tenía nada que hacer. El chico flotó sobre el césped de la Central, con un golpeo limpio y preciso, moviéndose de manera grácil y elegante, para enviar un revés cortado, un passing, una dejada, un globo… todo lo que quiso y cuando quiso, y así colocar un montón de golpes ganadores (42) y cometer pocos errores no forzados (24). “Ha sido un partido completo, estoy orgulloso por cómo lo he gestionado, sobre todo mentalmente, porque tenía muchos nervios. Pero a la vez he jugado muy calmado, pensando con claridad”, analizó.
Dos sets y medio excelsos
De ese modo, barrió a Djokovic en la primera manga, con una salida pletórica de dominio y el ejemplo de un primer juego que duró 14 minutos y que salvó de milagro el de Belgrado. Después empezó el vendaval con winners de resto directo y superioridad de Alcaraz también en la red. Más de lo mismo en un segundo parcial plácido para el prodigio de El Palmar. Otros dos quiebres y a por el tercer set, sin el más mínimo atisbo de reacción por parte de su rival.
No obstante, se vio cierta igualdad en el juego y en el marcador, aunque las sensaciones seguían siendo muy favorables para el campeón, que hubiera finiquitado el asunto antes de no haber sido por los nervios que le traicionaron, cuando mandaba por 40-0 con 5-4 y desperdició esos tres citados match points. Problema resuelto en el desempate, jugado por Carlos de manera impecable, para poner broche de oro a una exhibición histórica, a una declaración de intenciones que, si nada se tuerce, puede cambiar para siempre el devenir del deporte de la raqueta, en manos de otro español. Quién lo iba a decir cuando Nadal asombraba con sus récords.
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