miércoles, 2 de noviembre de 2022

Mundus patet, la fiesta de Halloween en la antigua Roma


El origen de la fiesta de Halloween no es solo celta. En la antigua Roma existía una celebración similar, el "mundus patet", tres días al año en los que las almas difuntas volvían a la tierra.

 


Imagen: Museo Archeologico di Napoli (CC)

Es bastante conocido que Halloween deriva de una antigua festividad celta, el Samhain, pero ese no es su único origen. La popular celebración toma elementos de diversas culturas europeas y tiene muchos paralelismos con una antigua tradición romana, el mundus patet, que al igual que el Samhain estaba ligado a la estación de la cosecha.

La entrada al mundo de los muertos

La expresión mundus patet significa “mundo abierto” y se refiere al Mundus Cereris, un edificio de piedra situado en el foro. Es una de las construcciones más antiguas de Roma y marcaba el centro exacto de la ciudad. Se creía que ese era el punto de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos, por lo que la mayoría del tiempo su entrada permanecía sellada por una gran losa que solo se retiraba en tres ocasiones al año: el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre.

 

Umbilicus Urbis Roma

 

Los diversos autores romanos ofrecen indicaciones contradictorias sobre la ubicación del Mundus Cereris, pero por sus características se suele identificar como el edificio de ladrillo también conocido como "Umbilicus urbis" (el ombligo de la ciudad), situado en el foro romano.

Foto: CC : https://bit.ly/34X4zE5

Las fechas no eran casuales, ya que coincidían con días dedicados a divinidades del inframundo. Aunque por regla general esa entrada debía estar cerrada, los romanos creían que en ciertas fechas señaladas se debía permitir a los manes (las almas de los ancestros) volver a la tierra para ganarse su favor, ya que estos protegían a la familia y garantizaban su prosperidad. Sin embargo, en dichas ocasiones los vivos debían ser muy cautelosos, ya que dicha puerta al inframundo estaba abierta y podían ser arrastrados a él.

 

Los romanos creían que en ciertas fechas señaladas se debía permitir a las almas de los ancestros volver a la tierra, pero en dichas ocasiones los vivos debían ser muy cautelosos.

 

Según Catón el Viejo, los días en los que el mundus estaba abierto (en latín, mundus patet), quedaban suspendidos todos los actos oficiales y cualquier actividad militar; las puertas de los templos debían permanecer cerradas; estaban prohibidos los matrimonios y mantener relaciones sexuales -aunque esto último era difícil de controlar, al menos los lupanares se cerraban-, ya que las almas de los muertos podían sentir envidia y arrastrar las mujeres a la muerte; y se debía evitar cualquier actividad que no fuera estrictamente necesaria.

 

Las divinidades del inframundo

El Mundus Cereris tenía una gran importancia simbólica para los romanos, ya que se consideraba el lugar exacto donde había nacido Roma. Según la leyenda Rómulo, el mítico fundador de la ciudad, lo había erigido para apaciguar el alma de su hermano Remo, al que había dado muerte; y lo había consagrado a Ceres, que era la diosa de la tierra y la agricultura pero también guardaba una estrecha relación con el inframundo.

 

El mundus patet formaba parte de un conjunto más amplio de celebraciones relacionadas con el inframundo. Los romanos creían que el mundo de los vivos necesitaba de una conexión con el de los muertos para sobrevivir.

 

Los romanos creían que, así como las plantas toman nutrientes de la tierra para crecer, también el mundo de los vivos necesitaba de una conexión con el inframundo para sobrevivir. Por una parte, había que honrar a los manes para que protegieran a sus descendientes; por otra, se debía venerar a las divinidades de la tierra (como Ceres, diosa de la agricultura, o Vulcano, dios de los volcanes) para que esta siguiera dando sus bendiciones y no ocurrieran desastres naturales.

De hecho el mundus patet formaba parte de un conjunto más amplio de celebraciones relacionadas con el inframundo. Los diversos autores romanos discrepan en muchos aspectos acerca de estos ritos, ya que se remontan a los primeros tiempos de la ciudad, posiblemente incluso antes de su fundación. Sus características apuntan a un probable origen etrusco y al ancestral culto mediterráneo a la Diosa Madre, de la cual deriva Ceres.

 

Similitudes con Halloween

La concepción romana del mundo de los muertos y de las criaturas malignas que lo habitaban guarda muchas similitudes con Halloween. Así como los lares eran espíritus benévolos, existían también espíritus malvados, llamados larvae y maniae: las fuentes romanas describen a los primeros como “espectros que se alimentan de la vida de los mortales”, mientras que los segundos tenían el aspecto de “horribles esqueletos que encienden la locura en los vivos”.

Estaban también los temidos lemures, almas que no conseguían encontrar reposo a causa de su muerte violenta y seguían vagando por la tierra atormentando a los vivos. Su aspecto y comportamiento corresponde a lo que hoy llamaríamos fantasmas, pero también guardan similitudes con los vampiros ya que, al contrario que otros seres del inframundo, los lemures eran específicamente nocturnos y su propio nombre significa “espíritus de la noche”. Existía una fiesta dedicada específicamente a apaciguarlos, las Lemuralia, que tenía lugar los días 9, 11 y 13 de mayo.

 

La concepción romana del mundo de los muertos y de las criaturas malignas que lo habitaban guarda muchas similitudes con Halloween.

 

Un caso especial ocurre con las brujas, que en la tradición cristiana han sido asociadas siempre al mal, mientras que en el mundo romano tenían una posición más ambivalente. Eran sacerdotisas iniciadas en los misterios de la magia, que podían usar igualmente para el bien o para el mal. La literatura da fe de que los romanos las temían por sus supuestos poderes y en particular por su conocimiento de la nigromancia, la magia de la muerte, con la que se creía que podían robar la vida de los recién nacidos (de ahí el tópico literario de que las brujas odian a los niños). Pero en ese miedo había también un cierto respeto por sus supuestos poderes de adivinación y mediación con los muertos y se creía que los regalos preparados por ellas, especialmente los dulces, ayudaban a apaciguar a los espíritus malvados para que dejaran en paz a los vivos: el famoso “truco o trato”.

Aunque la historiografia tiende a presentar a romanos y celtas como enemigos -y ciertamente lo fueron-, ambas culturas también influyeron una en la otra. Muchas de las tradiciones romanas más antiguas estaban vinculadas a la cosecha y al paso de las estaciones, puesto que mucho antes de convertirse en un imperio Roma fue un pueblo de agricultores y ganaderos igual que los celtas. Ambos compartían la convicción de que había que agradecer las bendiciones que les daba la tierra y compartirlas con los antepasados, permitiéndoles de vez en cuando regresar al mundo de los vivos y si era necesario, sobornarlos con algún dulce.

 

 

Samhain, la festividad celta que dio origen a Halloween

 

La actual fiesta de Halloween tiene su origen en un festival celta conocido como Samhain. Este daba inicio al invierno y se consideraba un momento en el que se rompía la barrera entre el mundo humano y el sobrenatural, permitiendo a los espíritus acercarse a las casas.

 


La antigua religión de los celtas es un muchos aspectos desconocida: sus tradiciones se transmitían oralmente a través de los druidas y sus detalles se perdieron con la desaparición de estos. Pero algunas se transformaron y dieron origen a festividades actuales como Halloween, que en muchos aspectos bebe del que fue uno de los festivales celtas más importantes, el Samhain.

 

Un festival para cada estación

El Samhain era uno de los cuatro festivales anuales que celebraban el inicio de las estaciones, aunque estas no se definían según los equinoccios y solsticios sino de acorde a los ciclos agrícolas y ganaderos; y cada uno tenía un significado preciso.

 

  • Imbolc caía a principios de febrero y celebraba el inicio de la primavera, no desde el punto de vista astronómico sino asociándolo con la fertilidad, pues era cuando empezaba la época de parto de los animales.
  • Bealtaine o Beltane tenía lugar en mayo y festejaba el inicio del verano, cuando los rebaños subían a los pastos más altos.
  • Lughnasa se celebraba en agosto y daba inicio a la época de cosecha.
  • Samhain tenía lugar a inicios de noviembre y era seguramente el más importante, puesto que celebraba el final de la época de cosecha, así como la bajada de los rebaños a los pastos invernales.

 

El Samhain y la barrera sobrenatural

En todas estas ocasiones, pero especialmente durante el Samhain, se consideraba que la barrera que separaba el mundo humano del sobrenatural se difuminaba, y los habitantes del uno o del otro podían mezclarse. Por una parte, en esos momentos del año los espíritus de los familiares difuntos regresaban al hogar, por lo que se les procuraba una buena acogida: se creía que si se sentían bien recibidos protegerían a la familia y a sus rebaños, mientras que si eran olvidados o tratados con descortesía podían transformarse en espíritus vengativos que causarían desgracias.

Por esta razón, se preparaba un lugar para ellos en la mesa de celebración con ofrendas de comida y bebida para que se sintieran bien acogidos. También se encendían hogueras y se celebraban competiciones en su honor.

 

El origen del "truco o trato" en el Samhain

Pero no solo los familiares difuntos cruzaban al mundo de los vivos. También los espíritus de la naturaleza se acercaban al mundo de los humanos, escapando de los campos baldíos de invierno. Era importante ganarse el favor de estos espíritus y procurar no contrariarlos, para que no provocaran desgracias y especialmente para que no tomasen para sí los animales domésticos: si estos morían durante el invierno, se podía pensar que había sido obra de dichos espíritus hambrientos.

De ahí nació el actual “truco o trato”, la costumbre de disfrazarse e ir casa por casa pidiendo dulces, que tendría su origen en las ofrendas de comida y bebida que las personas dejaban para los espíritus en las puertas de las casas.

Por su parte, el disfraz consistía simplemente en pieles de animales y en un maquillaje a base de cenizas; su propósito era conseguir una apariencia cercana a los seres sobrenaturales para no ser atacado por estos. También se creía que, de este modo, los más atrevidos podrían acceder a las cuevas donde vivían y en las que se escondían toda clase de maravillas; algunos podrían incluso encontrar una pareja entre las criaturas sobrenaturales, aunque no está claro si esto era una fortuna o no.

 

Disfraz de Mari Lwyd

 

Disfraz de Mari Lwyd, una criatura del folklore gaélico.

Foto: R. Fiend (CC)

 

El origen moderno de Halloween

La tradición moderna tiene sus orígenes en el siglo XVI. En algunas zonas de cultura gaélica (principalmente Gales y Escocia) los jóvenes se disfrazaban de una criatura llamada Mari Lwyd o Láir Bhán, una especie de fantasma equino, usando una sábana y un cráneo de caballo o de yegua. En la víspera de la festividad de Todos los Santos, recorrían las granjas de la zona pidiendo ofrendas de comida, amenazando con traer desgracias al granjero que rehusara la petición.

Esta tradición rural, con la migración a las ciudades, se transformó en el actual “truco o trato”, en el cual la amenaza del fantasmagórico espíritu equino se transformaba en una broma más o menos pesada.


 

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 Pirata Oscar 

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