El Folk Horror suma otro título de la mano de Paul Urkijo con este cuento de brujas ambientado en el siglo XVII en el País Vasco.
Halloween ha terminado, pero las brujas siguen entre nosotros. El cine de terror continuará haciendo girar su terrible rueda de producción con títulos como ¡La novia!, segunda revisión de Frankenstein en apenas unos meses, Apocalipsis Z: Parte II o Return to Silent Hill. España se suma a esta tendencia con Gaua, la nueva película de Paul Urkijo Alijo, que llega a los cines este 14 de noviembre.
La obra de Paul Urkijo Alijo es tan escueta como marcada su personalidad: tras unos cortometrajes que ya insinuaban cuál habría de ser el carril de su filmografía, Urkijo ha dirigido, hasta Gaua, dos películas. Estas son Errementari, uno de los pocos títulos españoles citados en el emblemático documental Bosques sombríos y días de embrujo, e Irati. Ambos se rinden ante el folk horror , ese sugerente terror ocurrido en los bosques más profundos, en el que se recuperan ritos antiguos y creencias abandonadas y se despierta a los monstruos más recónditos de los bestiarios.
En España, el folk horror, pese a la caudalosa mitología de nuestra nación, apenas sí se ha filtrado en nuestro cine de terror. Paul Urkijo no tenía, por ello, muy difícil erigirse en su mayor exponente, aunque tanto Errementari como Gaua habrían compuesto cualquier lista de honor relativa al folk horror en cualquier país. Gaua prosigue en esta línea con dos de las actrices vascas más populares del momento: Elena Irureta y Ane Gabaraín, protagonistas de Patria.
¿De qué trata 'Gaua'?
En plena caza de brujas, cuando el humo de las hogueras envenena el aire y nadie se fía ni de su sombra, Kattalin huye de su marido. Abandona el caserío en mitad de la noche, con la puerta entreabierta y el fuego apagándose solo. Corre descalza, el vestido pegado al cuerpo por el rocío, sin llevarse más que el miedo. Perdida en la negrura del bosque, donde ni un resquicio de luna la guía, siente una presencia que la persigue.
No oye pasos, solo un aliento helado en la nuca y ramas que se apartan solas a su paso. Cada vez que se detiene, el bosque calla de golpe, como si la esperara. En su camino, al borde del río, se topa con tres mujeres que lavan ropa bajo la única luz de un farol. Golpean las prendas contra las piedras mientras comparten cuentos de miedo y habladurías del pueblo. Kattalin se acerca temblando. Para su asombro, ella acabará convirtiéndose en parte de esas mismas historias que ahora se cuentan junto al río.
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Pirata Oscar
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