El segundo y último Oscar de Dustin Hoffman vino de la mano de Raymond Babbitt, un hombre de memoria sobrenatural pero dependiente de su hermano.
Fue uno de los Oscar menos sorprendentes que se recuerdan. Dustin Hoffman se impuso a Gene Hackman , Tom Hanks, Max von Sydow y Edward James Olmos para lograr la estatuilla a mejor actor protagonista por Rain Man. La película, disponible en España gracias a Prime Video y Filmin , también ganó el Oscar principal a largometraje del año, mejor director y mejor guion original.
El personaje al que encarna Dustin Hoffman, Raymond Babbitt, es producto de la ficción. No obstante, Raymond estaba basado en Kim Peek, motivo por el cual el director Barry Levinson le cedió a Peek el Oscar a mejor guion original para muchas de sus charlas. La estatuilla era conocida como “la más querida” debido a las muchas manos por las que pasó al convertirse en un ariete por la divulgación del autismo, causa a la que Kim Peek dedicó su breve vida.

¿Quién fue Kim Peek?
Para prepararse para el papel de Rain Man, Dustin Hoffman se rodeó de expertos en autismo y, también, de pacientes en diversos grados del espectro. El más vinculado a su personaje era Kim Peek, que padecía el llamado síndrome del sabio, que le permitía memorizar en cuestión de segundos lo que a una persona corriente le habría llevado, con suerte, años. En Rain Man, esta facultad lleva a Dustin Hoffman a Las Vegas, de donde es expulsado tras ser descubierto contando cartas.
A los cuatro años, Kim Peek ya leía y memorizaba enciclopedias. Al nacer, los médicos se habían temido lo peor al advertir en su cerebro unas malformaciones nada habituales, que posiblemente auguraban un retraso mental severo. No solo no fue así, sino que Kim Peek presentó rasgos durante toda su vida más bien comparables con un talento sobrenatural para retener información.

A los 14 años, Kim Peek, gracias a su capacidad para memorizar cualquier detalle, era considerado un sabio al que se le podía preguntar cualquier cosa. Siempre tenía una respuesta. En cuestión de ocho segundos, Kim Peek era capaz no ya de leer una página (una persona promedio suele tardar un minuto), sino de guardarla a buen recaudo en su memoria. Su agudeza llegaba hasta el punto en que le era usual leer una página con el ojo izquierdo y la vecina, con el derecho. Podía interpretarlas y memorizarlas al mismo tiempo.
Pese a esto, las malformaciones en su cerebro conllevaron un lento desarrollo de sus capacidades motoras y, hasta que murió a los 56 años por un defecto en uno de sus cromosomas, dependió de los cuidados de su familia. El hombre que podía recitar una guía de teléfonos de memoria (como se muestra en Rain Main) no era capaz de atarse los cordones de los zapatos. El destino de Kim Peek, desgraciadamente, es el habitual: apenas un tercio de los niños con el síndrome que padecía llega a la edad adulta.
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